El material promocional de la serie advierte que "la familia tradicional ya no es el único modelo a seguir". Pero el visionado de unos pocos episodios basta para desmentir esa afirmación. Al final de la primera temporada, resulta evidente que la familia sigue dependiendo de la figura de la madre (con todas sus limitaciones y paranoias) para subsistir. Se promueve una vez más, aunque con toque de comedia, el prototipo de Madre Coraje, una imagen que sale reforzada por contraste con la actuación de unos maridos desorientados pero a los que quieren de verdad.
Sin embargo, el modelo de pareja gay sí aporta una innovación a las tramas televisivas. Desde las primeras salidas del armario hasta su establecimiento cotidiano en la pantalla, los personajes gays han sufrido simplificaciones que en ocasiones parecen debidas más a agendas sociales que a criterios narrativos. Primero fue el personaje gay que aparecía como el mejor amigo, un personaje comprensivo y sensible. Después, los guionistas nos ofrecieron la sublimación de un estilo de vida en el que la promiscuidad y el ambiente más descarado fueron los protagonistas. En Modern Family, por el contrario, se ofrece un modelo estable de pareja gay: monógama, hogareña y paternal, con todos los hábitos de normalidad que se adquieren con años de convivencia.
Precisamente esa "normalidad", que sorprende por la ausencia de demostraciones sensibles de afecto de la pareja en pantalla, ha cosechado una de las críticas más frecuentes a la serie: en este caso, el recurso habitual a la tensión sexual no resuelta se ha convertido en una absoluta falta de tensión, para algunos poco realista. Los productores han avisado que en la segunda temporada pondrán remedio o darán explicaciones.
Como en la mayoría producciones televisivas, el retrato de la familia que presenta Modern Family es fragmentario y, en algunos aspectos, contradictorio. Estas uniones afectivas que algunos pretender asimilar a la familia no suelen crear los vínculos que se establecen en una verdadera familia. No es de extrañar, pues, que las familias representadas en Modern Family aspiren a crear, recrear o mantener los vínculos que conforman una familia de verdad. El estilo de vida y la composición que se propone en esas familias puede apartarse del tradicional, pero al final todos ellos aspiran a disfrutar del producto de mejor calidad: el original. Sólo nos conformamos con el sucedáneo o la imitacion cuando no queda otro remedio.
El problema de esta serie no es que se atragante por lo escabroso, pues suele cuidar las formas, sino el regusto que deja al acabar. Cuando ha pasado el efecto curativo de la risa, apenas se requiere un momento de mínima reflexión sobre sus contenidos para que se nos amargue la vida por lo mal que parece andar la modern family.Mario López de Astea