Ediciones
Fecit, 58 páginas. Primera edición de 2009.
Prólogo
de Javier Cánaves.
Ya
he comentado en el blog La luz y el frío, el último poemario
de Joan Payeras (Palma de Mallorca,
1973), con el que ganó en 2013 el premio
de poesía del Café Comercial, editado por Vitruvio. Ya he escrito también
aquí que conozco a Joan desde un verano en que me lo presentó nuestro amigo
común, el también poeta mallorquín Javier
Cánaves, en Palma de Mallorca, un junio de los que yo me acercaba a la isla
acompañando a los alumnos de primero de bachillerato del colegio donde trabajo.
En junio de 2013, durante este viaje, quedé con Joan de nuevo en el paseo de
Palma, un día que no estaba Cánaves porque mi visita coincidió con él fuera de
la isla. Es esta ocasión, Joan me regaló sus libros Modos de ver un horizonte
y Calle
del mar, y yo le correspondí con mi poemario doble El bar de Lee.
Me
he puesto con sus poemarios en noviembre de 2014, un año y medio después de
tenerlos en mis manos. Se unen aquí dos problemas: mi tendencia a acumular
libros a un ritmo mayor al que puedo leerlos (algo que estoy tratando de
controlar desde julio de 2014), y mi interés intermitente por la lectura de poesía.
Con
Modos
de ver un horizonte, Payeras ganó en 2008 el premio Ángel Martínez Baigorri, convocado por el ayuntamiento de
Lodosa. Es éste un poemario compuesto por treinta y cinco poemas sin
separaciones en bloques. Si en La luz y
el frío nos encontrábamos con un Payeras que en su madurez como poeta
decide reflexionar sobre el paso del tiempo y la muerte en poemas bellos y
desnudos, en Modos de ver un horizonte,
publicado cuatro años antes, tenemos a un Payeras más narrativo, con una carga
mayor de desesperación vital.
Si
algo destaca de Modos de ver un horizonte es la identificación del poeta con su
mundo referencial artístico. Es decir, el tedio de la vida cotidiana está
sublimado en el deseo que tiene el poeta de que la realidad sea la que él
decide que sea: los libros leídos, las películas vistas o la música escuchada
serán más reales en los poemas de este libro que la propia realidad. Las
conversaciones con los escritores o los músicos serán más vívidas que las
acontecidas en la propia realidad. Esto es así desde el primero poema del
conjunto, que funciona como toda una declaración de intenciones:
Ficciones
Oscurece de pronto la tarde de
Noviembre.
Este otoño es reflejo de otoños
anteriores,
como si fuera el tiempo una trampa de
espejos,
un laberinto circular de niebla
que confunde recuerdo y sueño,
realidad y literatura.
Yo acaricié las lágrimas de la dulce
Natasha
aquella noche de Moscú,
yo fui quien encontró a la Maga
y quien perdió a Ingrid Bergman,
entre las brumas de Marruecos.
Porque eso es la memoria: impostura,
un disfraz de agua y tiempo.
Esta
tendencia a sublimar la realidad cotidiana mediante la nueva realidad que
proporciona el arte queda latente en poemas como Visitas, que dado su valor como representante del libro, reproduzco
a continuación:
Visitas
No me ha extrañado verlos en la
puerta.
Handke enseñaba las cervezas
y sonreía tímidamente.
Chet Baker parecía serio
sosteniendo su funda negra.
Se acomodaron pronto en el jardín.
Chet elegía discos mientras contaba
historias,
como la de un bajista argentino y
borracho
que se puso a llorar en mitad de un
concierto
porque no recordaba algo relacionado
con su madre y un plato de legumbres.
Hablaba sin mover las manos,
pero pasaba sobre las historias
deteniéndose en los detalles.
Le dije a Handke cuánto me gustó
su Carta breve para un largo adiós.
Agradeció el cumplido y empezamos a
hablar
sobre literatura. Luego Chet
improvisó un concierto. La trompeta
y él formaban un cuadro extraño
mientras atardecía en el jardín
envuelto en jazz y sombras.
Al acabar se despidió:
tenía nombre de mujer su excusa.
Quedamos Handke y yo, callados.
Escuchamos el eco de notas en el
aire
mientras quedó cerveza.
En otros poemas se juega a crear sujetos poéticos, a
hablar desde el “tú” o el “él”, tratando de disfrazar al poeta. Esta tendencia
la podemos observar en el poema que da título al libro:
Modos de ver un horizonte
Se desnuda en silencio.
El reloj del salón debe marcar las
siete.
La ropa huele a humo y semen,
una combinación que invita
a un penúltimo cigarrillo.
Anda descalza y son sus pasos
hondos como una duda helada.
Al llegar al balcón coincide con el
alba,
y piensa que desprecia al sol,
a la ciudad entera levantándose
lenta y segura
como una guillotina.
En
otros poemas el autor sí que recurre a la primera persona y esto crea un efecto
de mayor cercanía con él lector. Tomo el poema titulado Madrid 2001:
Madrid 2001
Hace frío en Enero, pero en el bar
del Palace
un Dry Martini enciende cualquier
alma.
Oigo al amigo Jorge Benavides
hablando de Cortázar, febrilmente
limeño
y americanamente curda.
Y me pregunto cuánto va a durarme
la sensación de ser el amo de la
tierra.
En el Retiro se adivina octubre
y dicen que se acaba el mundo.
Pero qué importa nada; ella baja la
luz,
la ropa y las promesas se amontonan
con el ingenuo ardor de los nuevos
amantes,
la noche encuentra un nombre entre
mis labios.
Toda la gloria que te debo,
ciudad de las ciudades,
te la devolveré en nostalgias.
Me gusta mucho
un poema de los últimos, que pertenece a la corriente de la poesía de la
experiencia:
Lisboa
Ahora que cada día repito el
equilibrio
de andar sobre el vacío provisto de
mi cuerda
de rutina burgués y desoyendo el
hambre
que golpea en mi sien que crece y
amenaza
con enviarlo todo simplemente a la
mierda.
Ahora que he conseguido destrozar
todo aquello
que valía la pena y empezar desde
cero
no es más que rendirse al deshonroso
pacto
de dejarse morir sin prisas y sin
pausas
pero con hipotecas y cenas de los
sábados.
Ahora irónicamente es cuando al fin
consigo
escribir el poema que te estaba
debiendo
y recuerdo tu luz como la última luz
y el Tajo y las mujeres y aquella
gran comida
con Javier en la Baixa sintiéndonos
tan grandes
y alrededor de todo la sensación de
paz
la paz de entonces que hoy se ha
convertido
en una herida helada que se esconde
entre versos.
Editorial
Isla Varia. Primer edición de 2010.
He
decidido comentar los dos poemarios de Joan Payeras en la misma entrada porque
me los regaló el mismo día y yo los he leído uno detrás de otro, como si se
trataran del mismo libro. No tendría mucho sentido hacer dos introducciones
similares en dos entradas diferentes del blog.
Calle del Mar está publicado un año después de
Modos de ver un horizonte, y las
relaciones entre los dos libros son evidentes. Calle del Mar está dividido en tres secciones, que se inician con
unos poemas más personales. Estas composiciones empiezan a anunciar el tono más
contemplativo de La luz y el frío.
Aquí el poema se hace más personal al recurrir en mayor medida a la primera
persona. En cualquier caso, en el primer poema el sujeto poético aún esta
trasladado del “yo” al “él”. Así comienza el libro:
El error deseado
Rememora el silencio de otras noches
en
los pasos del mar que le vigila.
En
su mirada brilla una muesca en lo oscuro,
el
precio de la próxima renuncia.
Se
reconoce en el sabor amargo
de
una cerveza, en una canción
que
la vida se olvida entre sus dientes,
en
el espejo extraño
que
es siempre un viejo amigo.
Pero
sabe que el animal no ha muerto.
Mientras, los días son camisas sucias
que
lava la conciencia cada noche,
y el
tiempo es el hogar donde prepara
a
fuego lento sus errores.
En
Calle del Mar la presencia del arte
como motor vital sigue estando presente, pero ya no se juega a la
identificación entre vida y arte, sino que las distancias entre unas y otras
parecen más marcadas y el poema se decanta más claramente por el camino que
abrió la poesía de la experiencia:
Una
tarde de septiembre
A
las cinco llamé a tu casa.
Tu
voz se atropellaba en el contestador,
así
que decidí pasar la tarde
terminando las Crónicas de Shepard.
Cerré los ventanales cuando cayó la noche.
La
gata del vecino maullaba tras la puerta,
alguien se peleó en la calle.
Yo
quise de repente que hiciera mucho frío.
Me
dormí, vi un combate de boxeo
y un
reportaje sobre Alaska.
Cuando volví a llamar no estabas.
Todo
ocupó su sitio.
Esbocé una sonrisa, abrí el vino,
y
elegí un disco de Coltrane.
Plácidamente me dispuse
a esperar que llegara la mañana.
En Calle del
mar hay espacio para el amor y para poemas más luminosos que en otros
libros de Joan Payeras. Veamos el poema titulado Marina para Eva:
Marina para Eva
Sonríes.
Te
miro como quien descubre
un
rostro que ha soñado
al
fondo de un espejo.
La
tarde se detiene a contemplarte.
Detrás de tu mirada,
mi
corazón y tus secretos
se
entretienen con juegos peligrosos.
Y te
beso como el que besa al mar,
dispuesto a hundirme entre tus aguas,
en
la cálida sal y las algas que escondes.
Luego sigues ahí,
despreocupada y rubia,
una diosa que ignora su poder
mientras la tarde avanza y me abandono,
rendido entre tus olas.
En
Calle del Mar se adelante el camino
hacia La luz y el frío, como
comentaba, porque existen ahí poemas más contemplativos que se acercan a la
reflexión o al aforismo. Por ejemplo:
Calle
del Mar
La
ilusión puede ser
una
puerta entornada.
La
fe, una mirada fija
tras
el cristal que empaña
la
tarde de febrero.
Dicen que la
esperanza es la moneda
que
nos sobra a la inmensa mayoría,
los
necios, los mediocres.
De
las montañas viene un viento frío.
El
desencanto puede ser
un
poema entornado.
En
más de un caso, la reflexión se vuelve metaliteraria. Reproduzco aquí uno de
los últimos poemas del libro, que es de los que más me han gustado:
El hogar
Intentas recordar el cuándo y el porqué
de
la primera página desnuda.
Querías una patria
pero
encontraste un río.
Querías la estación
y
duermes en las vías.
Amanece y hay un camino
y
una música al son de tus pisadas.
Puedes ver en los márgenes
las
palabras brillantes que se quedan atrás.
A
veces te parece suficiente
y te
alegras y silbas,
pero
luego te sientes desorientado y solo
en
mitad de un enorme decorado.
Entonces quieres recordar
un cuándo o un porqué,
una
razón que explique
aquella página desnuda.
Buscabas una patria
pero
tu hogar desciende con el río.
Creo haber tomado una amplia muestra de poemas para
que el lector del blog se haga una idea de cómo es la poética de Joan Payeras:
poemas de la experiencia, reflexivos, metaliterarios, poemas de amor,
intimistas… Un poeta muy completo mi amigo Joan Payeras.