Revista Coaching
Escribo con las ventanas abiertas, de cara al jardín y al infinito del cielo moteado de nubes de colores cálidos. Los árboles tiemblan y susurran al compás del baile lento del viento. Aquí todo está tan en calma que parece convertirse en realidad eso de parar el tiempo. No sabría en qué día estamos si los números que adornan la pantalla de mi móvil no me lo indicasen cada día.Es agradable perderse dentro de uno mismo al marcharse lejos de todo aquello a lo que llamamos nuestra vida.
Procuro mantener la distancia entre mente y corazón, pero la línea a veces parece demasiado fina.últimamente no paro de pensar en recetas de pasteles acompañados de café con hielo, del color idóneo para la pared del salón o poniéndome al día con la pila de libros que he ido acumulando durante el año con la esperanza de tener tiempo para ellos.
Tal vez es esa nostalgia de aquello que no tienes y que viene a ti como un gran maremoto, recordándote tus fracasos, sueños perdidos y anhelos que parecen nunca llenar los huecos, tal vez es ver que se acerca otro cumpleaños más y que sigo sin estar segura de nada, ni de qué quiero, ni hacia dónde voy. Puede que sea que el marcharse, verlo todo con más perspectiva, me hace abrir los ojos y pensar ¿ y ahora qué?
Ahora, lo único que sé con certeza es que escribo con las ventanas abiertas, con el frescor del jardín llenando la habitación, viendo como el cielo va oscureciéndose mientras pienso en la cena que voy a preparar. Tortitas de brocoli y cebolla y pescado en salsa. Hay helado en la nevera y una botella de cava.
Tal vez celebre que ha pasado un nuevo día, que sigo acumulando recetas de pasteles con café helado, que tengo varios colores escogidos para la pared del salón y que estoy inmersa en un libro de historia del arte que me tiene enamorado.
No recordaba que la vida fuese tan bonita.
Procuro mantener la distancia entre mente y corazón, pero la línea a veces parece demasiado fina.últimamente no paro de pensar en recetas de pasteles acompañados de café con hielo, del color idóneo para la pared del salón o poniéndome al día con la pila de libros que he ido acumulando durante el año con la esperanza de tener tiempo para ellos.
Tal vez es esa nostalgia de aquello que no tienes y que viene a ti como un gran maremoto, recordándote tus fracasos, sueños perdidos y anhelos que parecen nunca llenar los huecos, tal vez es ver que se acerca otro cumpleaños más y que sigo sin estar segura de nada, ni de qué quiero, ni hacia dónde voy. Puede que sea que el marcharse, verlo todo con más perspectiva, me hace abrir los ojos y pensar ¿ y ahora qué?
Ahora, lo único que sé con certeza es que escribo con las ventanas abiertas, con el frescor del jardín llenando la habitación, viendo como el cielo va oscureciéndose mientras pienso en la cena que voy a preparar. Tortitas de brocoli y cebolla y pescado en salsa. Hay helado en la nevera y una botella de cava.
Tal vez celebre que ha pasado un nuevo día, que sigo acumulando recetas de pasteles con café helado, que tengo varios colores escogidos para la pared del salón y que estoy inmersa en un libro de historia del arte que me tiene enamorado.
No recordaba que la vida fuese tan bonita.
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