Para Leibniz, la materia no es extensión infinita, sino una infinita cantidad de átomos, las mónadas, que constituyen los elementos de la materia, es decir, que ya no pueden dividirse más.
- Son creadas (por Dios), así que pueden ser destruidas.
- La materia que percibimos se forma por agregación o separación de mónadas.
- Percepción y apetito (voluntad) son las actividades de las mónadas. Cada mónada es un microcosmos que refleja la totalidad infinita del mundo, cada una desde su punto de vista.
- No hay relación entre las mónadas, sin independientes, así que no hay que explicar nada, no hay problema de relación entre cuerpo y mente.
- Sin embargo, Dios impone una armonía entre todas las mónadas, que el ha creado y controla. Las percepciones de cada una de ellas concuerdan perfectamente con las de todas las demás, aunque no se relacionen unas con otras.
- Los fenómenos físicos no son una descripción precisa de la realidad. Al haber una conexión entre las percepciones de todas las mónadas, parece que haya una objetividad, pero esta no es real sino subjetiva en cada mónada perceptora.
- Dios es un relojero que sincroniza todos los relojes (infinitos), de manera que parece que todos van a la misma hora.