Revista Arte

MONEDA DE CAMBIO – De higadillos y corazones

Por Peterpank @castguer

MONEDA DE CAMBIO – De higadillos y corazones

Se tiene, por norma, que no por deber, afanarse de los bienes ajenos. Da igual el coste que se invierta en ello, los principios y compromisos que arrastre. Pertenece al alpiste que a cada pájaro le apetezca tragar. Luego todo sale por detrás, y si por el camino, llena alguna célula estomacal, mejor para el tocino almacenado en el flotador, que viene bien para salvarse del ahogo personal,… y el vecino, ¡qué espabile!…

Esos tiempos en que se le pedía perejil a cambio de nada, ya pasaron a la historia, pues puede que sea el único sustento que hoy le llegue a las plantas de los pies. Ni un vaso de agua, ni siquiera una bocanada de aliento, con tal de salvarse quien pueda, a sí mismo y no a otro. Ya procurará alguno juntar su mano derecha y su izquierda mirando hacia arriba, pero juntas junto a su pecho, no ofrecidas a otra ajena que extendida zozobre en la tempestad.

Ya se sabe que, a las buenas, todos somos hermanos de la caridad pero, a las malas, el olvido es el dueño de las cándidas mentes, sólo preocupadas por su salvación y sus méritos piadosos de autocomplacencia y recreación de la realidad más parcial e intrínseca. Un hipócrita peaje que se paga para acallar la conciencia y tapar agujeros que impidan oír, ver, hablar, y todo lo demás que una mente sana pueda desear.

Las vísceras no se ven, pero revuelven, y los efectos alucinógenos de esa tormenta a algunos les traslada a conductas propias de encuentros en la tercera fase. Ya no se sabe si son un alien o un borrego, todo menos un mineral a punto de estallar. No se encuentran filones fácilmente, y menos, de materiales preciosos. Por eso, las fuerzas que los intestinos ejercen con esa especie de confabulación de la metamorfosis de la materia, llevan a ese sentimiento de necesidad diaria que invita a la visita al lugar destinado a vaciar el interior de todo lo prescindible.

Con lo que se desprende, no es fácil ser propietario de una conciencia perfumada, al fin y al cabo, la química de las sustancias organiza sorteos de enlaces y valencias que la mística desconoce y puede que la realidad de las composiciones, su mixtura, su olor, no alcance paladares ni pituitarias con escaso desarrollo.

Como concepto, parece práctico. Alcanzar un cobijo prestado en el que garantizan la paz de tus miembros… ¿pero a qué precio? ¿Hay verdadero sentido de generosidad que arropa y ayuda, o es sólo un espejismo de ilusiones en epístolas? ¿Hay libertad de sentimientos, o es una voluntad impuesta que esconde lazos anclados hacia el cielo?

 MdlR


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