CAROLA CHÁVEZ.
¿Qué en el mundo se botan cada año 13.000 toneladas de comida?… ¿Y acaso es mi culpa? -Decía revolviendo su café-. No es que yo sea egoísta sino que nada puedo hacer. Es que la vida es así desde que el mundo es mundo Aterriza, mi amor, que bien vieja que estás para la gracia. ¿Que hay injusticias? Claro, si uno se empeña en buscarlas en páginas de Internet que nadie lee, o en esos libros de historia con finales infelices donde el bueno siempre pierde, o peor, muere con “la frente en alto y cubierto de gloria”… ¿Para qué? ¿Cambió acaso algo el pendejo ese que se dejó matar?… Esos héroes tuyos solo sirven para que los maten al final. Por eso, es mejor aceptar las cosas como son. -Proseguía mientras seleccionaba los sabores de su tinita triple de helado-. Porque si hubiese otra forma, en los miles y miles de años de historia que tiene la humanidad, ya la habrían encontrado porque tan brutos no somos. Además, tú te empeñas en ver lo malo, pero fíjate en las cosas buenas que tenemos, porque esas injusticias que te amargan en verdad no nos alcanzan, si uno trabaja no nos alcanzan… Porque hay que saber aceptar que todo esto es en verdad culpa de la naturaleza, por aquello de la supervivencia del más apto. Que si en los elefantes el más apto es el más grande, en los humanos el más apto es el más rico -filosofaba mientras se derretía el helado que pidió-. Es lo natural, es la evolución de las especies, uno lo ve en Discovery Channel y le da lástima el animalito cuando se lo come el león, y tal, pero ¿te vas a meter con el león? Lo dejo que coma… vive y deja vivir al león. En todo caso hay que darle gracias a la vida de que hayamos nacido lejos del hambre y la miseria, aunque la verdad es que pudimos nacer mejor pero tampoco me voy a quejar. Yo no me quejo, yo trabajo y me va muy bien… Y tampoco tengo por qué calarme la quejas de los demás. Yo no tengo la culpa de haber podido estudiar, ni de haber tenido siempre comida en mi mesa, ni de parir hijos que puedo mantener; porque esa es otra: paren y entonces el hambre de sus hijos es culpa del sistema que bota comida. Y me voy, mijita, porque eres pavosísima, casi me arruinas la merienda. -Se fue dejando atrás a una amiga y a un helado de pistacho que apenas probó. carolachavez.wordpress.comRevista América Latina
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