Revista España
Esa montaña que, precipitante,
ha tantos siglos que se viene abajo,
ese monte murado, ese turbante
de labor africana, a quien el Tajo
su blanca toca es, listada de oro,
ciñó las sienes de uno y otro moro.
Esa con majestad y señorío
corona imperial que, al cielo grata,
en las perlas comienza de este río,
y en la cruz de aquel templo se remata;
ese cerro gentil, al voto mío,
segundo Potosí fuera de plata,
si la plata no fuera fugitiva,
o alguna vena desatara arriba.
Ese obelisco de edificios claro,
que con tanto esplendor, con gloria tanta,
menospreciando mármoles de Paro,
sobre aquellos cristales se levanta,
urna es sagrada de artificio raro,
de una y otra ya ceniza santa
prendas de aquéllos, si no son abonos,
que fueron hijos, y ya son patronos.
Esa, pues, o turbante sea, o montaña,
segundo Potosí, imperial corona,
sacro obelisco de grandeza extraña,
Toledo es, claro honor de nuestra zona.
Góngora. Las firmezas de Isabela (1610)