Moon es la ópera prima de Duncan Jones, más conocido por ser el hijo de David Bowie, y cuya carrera hasta el momento ha estado ligada al mundo de la publicidad y de los vídeos musicales.
La película nos traslada a un futuro no muy lejano en el que ya no hay problemas energéticos gracias al helio 3, una materia prima de la que nos abastece la Luna y cuya extracción es llevada a cabo por una poderosa multinacional que aboga por el ecologismo.
Aquí es donde nos encontramos con el protagonista de la trama, Sam Bell (Sam Rockwell), un operario, más bien el único operario, que trabaja en la base lunar. Lleva casi tres años allí solamente acompañado de una computadora que responde al nombre de Gerty (Kevin Spacey). A un par de semanas de volver a la Tierra empieza a tener extrañas alucinaciones. Hasta que un día, mientras explora la superficie, hace un descubrimiento que lo cambiará todo.
La propuesta de Moon como película no deja de ser un sentido homenaje a los grandes clásicos de la sci-fi de los 70 y 80. En este sentido es muy referencial (a veces excesivamente explícitas) y recoge gran parte de su esencia para nutrirse. Hablamos de cintas como Atmósfera Cero, 2001 de Kubrick, Solaris e, incluso, Alien.
No hablamos sólo de la estética y la puesta en escena, sino de los temas que aborda y la forma en que lo hace, algo que ya se refleja en el uso de efectos más artesanales y un cierto aspecto “retro” de las naves y vehículos (que nos vuelve a rememorar lo visto en films como Naves Misteriosas).
Duncan Jones se desliga de las propuestas que han aparecido en los últimos años, en las que prima por encima de todo el crear un producto visualmente deslumbrante, donde los efectos visuales tienen demasiado protagonismo. Lo que hace el director británico es retomar la idea originaria de esa sci-fi más intelectual: recrear espacios futuristas y utópicos como contexto para adentrarse en la psicología humana y abordar cuestiones éticas, morales y sobre la condición humana.
Ya centrándonos en aspectos más concretos del filme, cabe destacar el trabajo interpretativo de Sam Rockwell (Los impostores de Ridley Scott o Confesiones de una mente peligrosa de George Clooney), ya que el peso del mismo recae básicamente en él. Es el único personaje real de la película, aunque le acompaña la voz de Kevin Spacey y Dominique McElligott (en el papel de su esposa) a través de vídeos que recibe de la Tierra. Sam Rockwell consigue con su personaje trasladarnos la sensación de soledad y de pérdida que le acompaña durante toda la cinta.
Moon se trata de una película que a quien no esté habituado al género puede resultarte de lo más curiosa, aunque también puede hacérsele un poco densa por el contenido más o menos filosófico de la misma. Y en cuanto a los curtidos en el género, el problema y parte del encanto estará en que recupera la tradición de esa ciencia ficción más íntima y humana.