Entre el faraónico Templo de Debod y la turística Plaza de España hay un pequeño parquecito con una estatua dedicada al pueblo del dos de Mayo y un cuadrado de arena donde los jubilados juegan a la petanca ajenos al bullicio de los coches que pasan cerca y que aquí ni se nota.
Me siento en uno de los bancos y les observo lanzar las bolas. Todos muy concentrados y ella entre los diez como uno más. Me recuerda a mi tocalla, una amiga del cole a la que algunos llamaban marimacho porque en el recreo prefería el fútbol a las alturitas, aunque luego todos la querían en su equipo.
¿Cuántas burlas habrá aguantado esta señora por jugar entre tanto hombre? Quizá no sea para tanto y en realidad fue bienvenida desde el primer momento (será mejor no entrar en el debate de miembros y miembras...)
Este parquecillo me guarda además otra sorpresa. Cuatro moreras, primas hermanas de la higuera del año pasado.
Algunas moras ya se han puesto carmín para verse apetitosas.
Quién diría que estas estampas pertenecen al mismísimo centro de Madrid.