Revista Cultura y Ocio

Morir mañana – @ASorginak

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Aplazado.

Como el sueño roto de una noche de desvelo. Insomne. Desquiciado. Y truncado.

Abonado al surrealismo. Ese surrealismo de la gente que se escuda en su falsa hipocresía, tratándonos de hacer comulgar con falsas actitudes que no conducen más que al mayor y al más vulgar de los rechazos. Como queriéndonos hacer bailar al son de sus mentiras, con un sinfín de timbales golpeteando en nuestras cabezas, más de los que pudieras encontrar en el maletero de un autobús de una excursión de jamaicanos.

El sol cegando mi mirada, velándola como una fotografía sobreexpuesta, dañando mis retinas como un puntero láser quemaría nuestra visión.

Me dejo llevar por el mar de sensaciones que van arropando la noche, sin prisa pero sin pausa, mutando desde el más profundo relax al más increíble de los asombros, pasando por todos los estados intermedios, que incluyan risas, gestos, sorpresas o decepciones (más grandes o más pequeñas, dependiendo de la circunstancia.)

Observo, atónito pero impertérrito, el baile continuo de las sombras a contraluz que tratan de demostrar ser personas, pero que no quedan más que en meras siluetas que, en ocasiones, pueden llegar a articular palabras, frases… algunas incluso lógicas, coherentes.

Mi cabeza se evade, huye.

Ya se acabó la era de las mariposas. El perseguir de flor en flor a quienes solo quieren libar el néctar más apetecible, o el que más les convenga en cada momento, sin importar nada más que lo que su ego, su egoísmo o su egolatría dicten. Ya no tengo edad para perseguir insectos que no esperan más que satisfacer su autoestima, pero que, en el fondo, tienen unas alas tan quebradizas como inestables.

Ya no escucho cantos de sirena, porque sé que no llevan a buen puerto.

Mis pensamientos corren en otra dirección, mucho más lejana, distante. Mis sentimientos huyen en la lontananza de un remolino de silencios y estruendos que estallan en cada una de mis fatigadas, exhaustas neuronas.

Y solo entonces, en ese preciso instante, me doy cuenta de que todo me es tan ajeno, tan abismalmente inalcanzable, que no puedo más que limitarme a mirar, con mi cara de asombro, congelada en un gesto imperturbable, esa mirada desquiciada e inquieta… Esa misma mirada que podríais ver en un espectador de cualquier película de terror. Me quedo mirando…

Miro, sin salir de mi asombro.

Como miran las vacas al tren.

Como quien conoce perfectamente cuánto le queda de vida.
Como quien va a morir mañana.

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