Hoy os voy a contar una anécdota que me ha dado de nuevo para pensar.
Los deportes favorecen algo mucho más allá del físico
Este año, el entrenador de fútbol de mi hijo, un chico nuevo de 23 años, con una cabeza muy bien asentada, buenos modos y muchos valores que enseñar a los niños además de técnicas y tácticas, al acabar el primer trimestre escolar dijo que quería tener las notas de los peques. Estoy segura de que para tratar de motivar a aquellos que pudieran ir más flojitos aprovechando la pasión que sienten todos por el fútbol. Podríamos entrar a valorar si es apropiado o no dejar sin jugar un partido por suspenso (pero me daría para otra entrada entera, y no quiero que vaya por ahí la reflexión hoy), pero estoy más que segura de que este entrenador es un gran aliado de los padres para motivar a nuestros chicos. Sin embargo, el ambiente que se creó al respecto… daba cierta vergüenza ajena.
Los que habían sacado buenas notas llevaron sus fotocopias y entre ellos se las comentaron. Según mi hijo, el entrenador nunca dijo las notas en voz alta, pero ellos sí se las decían unos a otros. Hubo padres que optaron por decir vía whatsapp y en el grupo (en lugar de por privado) que eso era algo que no tenían por qué compartir con nadie para que las dijera en voz alta. Esto es algo que veo bien, forma parte de cada pensamiento, pero evidentemente lo que estaba fuera de lugar era hacerlo de forma pública cuando se puede llevar el diálogo de forma personal, que favorecerá el entendimiento por ambas partes, y además cuando lo hizo quitando autoridad al entrenador de forma pública.
¿Os dais cuenta de lo difícil que hacemos las cosas, y lo fácil que podríamos hacerlas? Un entrenador se puede equivocar igual que nos equivocamos los padres (en caso de que creas que se equivoca) pero dejándolo en público estás haciendo precisamente lo que no querías: dar que hablar al respecto de las notas de tu hijo. Porque si son buenas y no compartes el sistema habrías acudido en privado a comentarlo, pero estás dando a entender a todo el mundo que las notas de tu hijo no son buenas, y lo pones en boca de todos. Ya estás dejando que la imaginación de cada persona quiera ver lo que ellos crean (que eso se nos da muy bien en este país y no generalmente de forma positiva) con respecto a algo de tu hijo que precisamente querías y deberías llevar de forma privada. Y además, estás dejando ver de forma pública que no concedes autoridad ninguna al entrenador, donde él mismo está viendo el ambiente creado… ¿Por qué la necesidad de hacer público algo pudiendo hacerse de forma privada? ¿Por impulso, emoción y poca reflexión?
Quitar autoridad a un maestro, a un entrenador… nunca puede hacerse delante de un hijo, y deberíamos medir qué consecuencias nos puede acarrear quitársela. A mi parecer simplemente por inteligencia emocional: tu hijo va a tener que seguir conviviendo con él, te guste o no, (salvo medidas drásticas por tu parte) con lo que puedes dar pie a que esa persona se lo lleve al terreno personal y se predisponga a no ver imparcialmente a tu hijo por tu acción, y porque a tu hijo no le vas a ayudar para nada a superar cualquier escollo que se encuentre en su relación con él (pues estará predispuesto a excusar sus errores fundamentado en que tú has dicho que no tiene autoridad)
No hay nadie que prepare mejor a los hijos para la vida que sus propios padres
En fin, pero lo que quería plantear hoy es el papel de los padres como “entrenadores”. Si os preguntara a todos sobre quién querrías que experimentara con vuestros hijos: ¿la vida o vosotros?, estoy segura de que diríamos en mayoría: ¡nosotros, nosotros, los padres! Claro… un padre tiene la ventaja de poder ser camaleónico según las circunstancias, y a veces uno de los papeles que podemos y debemos adoptar a mi parecer es el de “entrenadores”:
- Preparamos a los hijos para enfrentarse a la vida sin nosotros: les damos recursos, enseñamos técnicas, dialogamos sobre tácticas… Pero ellos son los que juegan su propia vida.
- Ayudamos a descubrir las cualidades, capacidades, actitudes y aptitudes que tienen y potenciarlas. No vamos a crear nada ajeno que un hijo no tenga, sino que vamos a intentar sacar lo mejor de él. Por eso damos recursos para que los utilicen.
- Decimos las cosas geniales que hacen pero igualmente debemos ayudarles a tomar conciencia de los errores que cometen. Porque solo cuando alguien puede apreciarse así mismo errando puede encontrar el camino de la superación.
- Siempre motivamos, incluso cuando las fuerzas flaquean, porque eso es lo que hace un padre: no dejar que ningún hijo se dé por vencido (hablé también aquí de la motivación)
- No sobreprotegemos porque nadie va a hacerlo; la vida es un juego donde no siempre el resto de jugadores arropará a nuestros hijos, así que lo que hacemos es protegerles indirectamente fortaleciendo a nuestros hijos, para que sean ellos los que mejor puedan protegerse.
Un truco es ver la utilidad incluso de los obstáculos
Como siempre, el equilibrio nos va a ayudar a hacer todo de forma más sencilla, más adecuada me atrevería a decir, más personalizada, pero si sabes ser un padre entrenador, puedes ayudar mucho a la autoestima de tu hijo. Porque también hay que saber que existen ciertas trampas, como os comenté aquí.
El cine es uno de los recursos que más utilizo en mi filosofía de andar por casa. Es probable que puedan verse solo a modo de entretenimiento, pero son excelentes para sacar provecho de ellas. Yo veo las películas como dice mi marido: estudiándolas, jajaja. Y hay muchas que pueden inspirarte para ser un padre entrenador. Creéis que cuando uno cae, y más si el que cae es nuestro hijo, ¿podemos sentarnos juntos a lamentarnos? ¿O tratar de ocultar lo que somos? Yo no lo creo. Si mis hijos caen, y lo hacen, me pongo en pie con ellos y podéis creerme que puedo ser mejor entrenadora en esos malos momentos que en los buenos:
¿Creéis es precisamente en las “caídas” de nuestros hijos cuando más amorosos y motivadores podemos y debemos ser?