Marta ha tenido mala suerte. Tiene una hija pequeña que acaba de iniciar sus primeros pasos en una guardería privada del centro de Madrid. Quiso llevarla a una escuela infantil pero eso fue misión imposible.
El caso es que su hija pilló en enero uno de esos virus que pululan como pedro por su casa en estos centros y ha estado, entre pitos y flautas, una semana hecha polvo, con diarreas, vómitos y peligro de deshidratación por lo que no tuvo más remedio que quedarse en casa cuidando de su retoña. 5 días en los que se ha visto impedida de ir al trabajo. No tiene abuelos de los que tirar. Cinco días orrectamente justificados, eso si.
La mala suerte, o los designios del señor que son inescrutables pero muy putos, hicieron que ese virus lo pillara también ella, porque los virus de las guarderías parecen Aliens cuando les da por multiplicarse, en vez de panes. Otros 4 días para curarse ella misma. Otros 4 días de baja médica esta vez para ella. Correcta y debidamente justificados, eso si.
Ayer se incorporó al trabajo y lo primero que le dieron fue su carta de despido. Según la Reforma Laboral (o del despido, según se mire) el gobierno acaba de redactar de nuevo el artículo 52, letra d, del Estatuto de los Trabajadores, regulador del despido objetivo, y que queda así: “Por faltas de asistencia al trabajo, aún justificadas pero intermitentes, que alcancen el 20% de las jornadas hábiles en dos meses consecutivos, o el 25 % en cuatro meses discontinuos dentro de un periodo de doce meses”. Al parecer, el truco trilero que han utilizado los mangantes del gobierno ha sido el usar tippex al párrafo siguiente, el que decía “siempre que el índice de absentismo total de la plantilla del centro de trabajo supere el 2,5 % en los mismos periodos de tiempo”.
Si te parece que es ciencia ficción lo que cuento, o crees que tu estás libre de que te toque, no hagas nada. Pero si no, el domingo 19 nos vemos en las calles, porque este ejemplo es sólo un caso de lo que significa esta brutal reforma contra los derechos de los trabajadores, que ni enfermarse van a poder.
Hay que parar esta canallada.
(la ilustración es de Kalvellido)
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