Revista Ciencia

Movidos por nuestras emociones

Publicado el 24 mayo 2012 por Plob

Mucha gente, al cumplir los 18 años de edad, siente que está cerca uno de los momentos más cruciales de su vida, donde ganará una gran independencia: el momento de sacarse el carnet de conducir. Pero, ¿por qué el uso del coche produce tantas sensaciones distintas en tanta gente? Un equipo de la UNED, formado por psicólogos especializados en el campo de la Psicología Social llevan desde 2007 estudiando el por qué elegimos el transporte público o privado y cómo mejorar las políticas de transporte, mejorando así los servicios de transporte, las infraestructuras y evolucionando hacia una movilidad más sostenible. Con sus estudios, ellos nos dan la respuesta a la pregunta que aquí planteamos, ¿por qué usamos el coche?

El uso del coche para ir a trabajar frente al uso del transporte público es uno de los grandes frentes abiertos por la administración para conseguir una movilidad más sostenible y una reducción de las emisiones de CO2. Como veremos a continuación, esta sana intención se ve en muchos casos mediatizados por un componente con el que, hasta ahora, no se ha contado lo suficiente: la carga emocional.

Datos revelados por la Agencia Europea de Medio Ambiente demuestran que el transporte es responsable de buena parte del total de las emisiones de gases de efecto invernadero, como el CO2 , de tal modo que es el sector del transporte el que ha experimentado un mayor aumento en este tipo de gases en las últimas décadas. Si nos centramos en el transporte urbano, estos datos revelan que, en 2009, el 40% de las emisiones de CO2 emitidas por el tráfico se debían al que se producía en los núcleos urbanos.

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En España, el consumo energético que supone el tráfico urbano es muy significativo, siendo además, el tráfico urbano el responsable del 40% de las emisiones de dióxido de carbono (Infografía: Pablo Lobato Villagrá).

Motivos como el crecimiento en extensión de las grandes ciudades ha implicado un aumento de la distancia respecto a la residencia de los lugares de trabajo y ocio, así como de familiares y amigos, por lo que se ha generado una necesidad de desplazamiento para la que la elección del coche propio suele resultar la opción más cómoda. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (2009), el 75% de los hogares en España tiene un automóvil para uso personal, además el número medio de vehículos en los hogares que lo poseen es de 1,6. De este modo no es de extrañar que en nuestro país el coche privado represente el 15% de la energía total consumida siendo, aproximadamente, la mitad de la energía consumida en un hogar culpa del coche. Por otra parte, el tráfico es hoy en día el principal foco de ruido en las ciudades españolas (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía).

Las investigadoras de la UNED Verónica Sevillano, Sonia Mayordomo y la directora del proyecto, Mercedes López Sáez, a lo largo de los últimos dos años, han realizado un estudio cualitativo sobre usos de transporte urbano, en el que se utilizó la metodología de grupos de discusión para la obtención de los datos. Las investigadoras observaron actitudes tanto positivas y como negativas hacia el transporte público o el coche, a través de las distintas experiencias de cada uno.

Estas experiencias estaban vinculadas siempre a motivaciones instrumentales; entre las opiniones recogidas por este equipo de investigación encontramos argumentos tales como «La verdad es que el coche es una cosa comodísima» o «(el coche) te lleva donde quieras, lo coges donde quieras y competir contra eso» e incluso, y en este caso a favor del transporte público frente al coche privado «El metro te garantiza que sabes a la hora que sales y sabes a la hora que llegas». Pero también estaban vinculadas a otro aspectos, como los simbólicos. Aquí también aparecían opiniones interesantes a resaltar como las relacionadas con la autoafirmación o el sentimiento de pertenencia a algún tipo de élite. Una de las opiniones más interesantes en este ámbito fue la siguiente: «Hay gente que prefiere tener un coche bueno y no tiene mucho dinero pero para él es importante tener un coche que todo el mundo diga ¡ala, qué coche tiene!». Otros, argumentaban motivaciones de conciencia ecológica, y por tanto ende, podríamos decir social, que les hace sentirse también en parte de otro tipo de élite, con opiniones como «Para mí hay un punto clave que es el ecológico… prefiero ir en tren porque no contamina».

Como vemos todos estos motivos siempre van ligados, al menos en cierto punto, con un punto emocional muy fuerte. Encontramos este vínculo incluso más en declaraciones tales como «Yo disfruto porque vas con tu música, cantando…» a favor del transporte privado u otros como «La conducción urbana me desquicia» o otros como el hábito de la lectura en el transporte público para defender su opción de tomar este tipo de transporte.

Muchas de las consecuencias que se enumeran como positivas o negativas pueden ser clasificadas de ese modo desde una óptica concreta, de tal modo que es muy probable que, lo que para una persona es una razón de peso para elegir el coche, para otra no lo es.

Así, queda abierta la posibilidad entre elegir uno u otro medio de transporte; coche o transporte público, o, por qué no, y si el trayecto no es muy largo y las infraestructuras, y el tiempo, lo permiten, nos damos el gusto de recordar sensaciones y emociones de aquellas tardes de infancia interminables recorriendo el parque de punta a punta a golpe de pedal. ¿Qué tal si damos un paseo en bicicleta?


 


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