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Movilidad compartida: del coche a la bicicleta

Por Ecointeligencia @ecointeligencia

La movilidad compartida es una realidad frecuente en Europa

Podemos observar que las nuevas generaciones están cambiando su relación con el automóvil y prefieren centrarse en su uso antes que en su posesión. Es cada vez más frecuente que los jóvenes se unan a colectivos para compartir medios de locomoción donde pagan una pequeña cuota para acceder a los vehículos cuando los necesiten. Los más jóvenes apuestan por la economía colaborativa.

En el mundo se cifran los miembros de asociaciones de carsharing o carpooling en 1,7 millones repartidos en unos 27 países

En la Unión Europea habrá para 2020 unas 200 asociaciones y la flota de vehículos llegará a unos 240.000 vehículos, llegando el número de socios a unos 15 millones. A medida que estas redes de consumo colaborativo se extienden, el número de miembros que aún poseen automóvil particular disminuye.

Compartir el coche no sólo reduce el número de vehículos en circulación, sino que también reduce las emisiones de gases contaminantes. En 2009, por cada vehículo compartido dejaron de circular 15 vehículos particulares.

Pero compartir el automóvil tiene otros efectos importantes. Cuando alguien utiliza este sistema tiende a cambiar otros aspectos de su movilidad personal, utilizando más el transporte público, la bicicleta y, también, camina más.

Ejemplo de bicicletas compartidas en Sevilla (España)

En los últimos años el uso compartido de bicicletas ha aumentado de manera sobresaliente, en parte a los avances tecnológicos que facilitan el control, gestión y seguimiento de los bienes compartidos, y a los que permiten al usuario integrar el uso de las bicicletas y automóviles compartidos con el transporte público.

Otra novedad son las bicicletas eléctricas que funcionan con energía solar

Compartir bicicletas se ha hecho muy popular en áreas metropolitanas congestionadas donde el tráfico rodado suele provocar retenciones en horas punta.

Los servicios para compartir vehículos también impulsan la electromovilidad. Por ejemplo en París y en su área metropolitana se puso en marcha Autolib, uno de los servicios con un número mayor de vehículos eléctricos en funcionamiento: casi 2.000 unidades con más de 750 estaciones de recarga repartidas estratégicamente.

Las asociaciones para el uso compartido de automóviles usan cada vez más los servicios de transporte integrados (STI) para que sus socios pasen de un medio de transporte a otro durante el trayecto. Con aplicaciones para smartphone el usuario puede combinar medios de transporte y diseñar sus rutas teniendo en cuenta las vicisitudes de la zona y de su tráfico.

En Murcia (España) también se cuenta con un sistema de bicicleta compartida

Algunos gigantes de la automoción, como General Motors, ya se han subido al tren del automóvil compartido. Los fabricantes de automóviles se encuentran en la misma situación insostenible en la que se hallan empresas de otros sectores de actividad y que se están viendo afectadas por el auge del consumo colaborativo, que en esencia reduce el coste de productos y servicios.

Un servicio coordinado de vehículos compartidos ofrecería el mismo nivel de movilidad que los vehículos particulares, pero con un 80% menos de vehículos y con una inversión mucho menor

Es probable que en la movilidad personal el punto de inflexión de la propiedad al acceso se produzca con la aparición de los vehículos sin conductor. Google ocupa un puesto destacado en esta apuesta de futuro acumulando más de 500.000 Km de pruebas con este tipo de vehículos.

Google trabaja activamente en el coche eléctrico y autónomo

Lo que es cierto es que el automóvil particular está cayendo víctima de las iniciativas distribuidas para el uso compartido de una economía colaborativa más adecuada para optimizar el bienestar de nuestra sociedad.

¿Eres usuario de algún servicio de vehículo compartido?

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