Revista Arte
Olvidarse del mundo y entregarse a una obsesión que te moldea la vida, y lo que es peor, los sueños, te deja la piel, la mirada y los sentidos marcados para siempre. Hay una última necesidad de escapar de todo aquello que le rodea en Turner, pues nadie le puede dar aquello que realmente busca, salvo la fuerza interior que le mueve a cambiar la realidad del mundo que le tocó vivir, y él lo hizo a través de la incesante búsqueda de la luz. Sus cuadros que, cada vez más, solo anhelan el detalle, la insinuación o esa evanescencia que nos permite reinterpretarlos bajo la lupa de los sueños, se dieron de bruces con una sociedad y unos individuos que todavía no estaban preparados para romper las normas clásicas del mundo del arte, pero tampoco las de las costumbres que regían las buenas maneras de la época. De ahí, que esa soledad autoimpuesta, no fuera bien entendida por sus contemporáneos; y mucho menos sus faltas de respeto hacia el prójimo (véase el caso de su criada), lo que retrata muy bien Mike Leigh que, lejos de situarse en la vertiente más poética de su pintura, nos muestra al personaje tal y como realmente fue, creando una película sin estridencias y muy comedida en lo biográfico, pero con momentos para el deleite visual cada vez que nos muestra los lugares a los que acudió Turner para tomar los apuntes de algunos de sus cuadros más famosos, lo que además, nos habla y muy bien, de la fotografía y la luz de todo el film, porque esa necesidad última de la belleza aquí solo es plástica y no verbal o formal. Sin embargo, hay que agradecerle a Mike Leigh su empeño en mostrarnos esa abrupta dualidad entre persona y artista, pues con ello, nos proporciona un dibujo más completo del protagonista. Turner fue un hombre entregado a una causa: su pintura. Lo que nos queda muy claro cuando le vemos tomar apuntes de sus cuadros en sus famosas libretas, para a partir de ellos, componer grandes obras pictóricas en su estudio, de ahí, que la ausencia de palabras sea una de las constantes del film, que en este sentido, tiene que basarse mucho más en los gestos y en los ruidos que emite el pintor, lo que nos muestra los problemas que el artista tenía para comunicarse. Encerrado en sí mismo y en una lucha constante entre la aceptación de sus colegas y su motivación por la búsqueda de otras fórmulas pictóricas, no deja de ser curiosa su relación con el resto de pintores de la época, todavía anclados en las formas más clásicas de la expresión pictórica. Sin embargo, rezuma en casi todos ellos el respeto hacia una obra distinta, llena de una fuerza evanescente y precursora del impresionismo.
Esa necesidad en Turnerde atrapar la luz tal y plasmar cómo se propaga por el aire para encontrar la última verdad del alma es, sin duda, lo mejor de la película y el leitmotiv de la misma que, Mike Leigh, ya nos deja claro en la primera escena, cuando justo antes del amanecer nos muestra al pintor —siendo su voluminoso cuerpo el único elemento que rompe la linealidad del horizonte— tomando apuntes de la llanura de los Países Bajos; un lugar donde el sol no encuentra ningún obstáculo a la hora de mostrarse. «El sol es el verdadero Dios», nos recuerda Turnerantes de morir que, como un guerrero que no sabe hacer otra cosa salvo luchar, se enfrenta al sol y al horizonte desde el primer rayo que el astro emite en la mañana. Esa incesante búsqueda de la luz es la esencia y la razón de ser de este film, que no busca mostrarnos un personaje simpático y bonachón, sino mostrarnos esa dualidad que tantas veces se da entre el artista y su obra, y en Mr. Turner asistimos a una nueva prueba de ello. Aquellos que vayan al cine esperando ver el sublime éxtasis compositivo de sus cuadros bajo una música envolvente que les recuerde, por ejemplo, al fuerza poética de la película Bright Star de Jane Campion que desistan del intento, pues la contención y la sobriedad de la que Mike Leigh hace gala a lo largo de las más de dos horas de duración de la película, no dejan espacio para la duda, porque Mr. Turner es una magnífica excusa para mostrarnos la incesante búsqueda de la luz; esa última necesidad de un artista que nos dejó grandes muestras pictóricas con las que deleitar a nuestros sentidos.
Ángel Silvelo Gabriel.
Sus últimos artículos
-
Mis mejores lecturas del año 2024
-
Hilario j. rodríguez, el año pasado en marienbad: retos contra el abismo que representa el paso del tiempo
-
Segundo premio dirigida por isaki lacuesta: de granada a nueva york, un viaje alrededor del mundo
-
Vicente valero, el tiempo de los lirios: la importancia de la contemplación y el silencio