Revista Opinión
El Ejército parece dispuesto a tomar las riendas.
Cascos en la Plaza de Tharir.
En contra de lo esperado por la inmensa mayoría de los ochenta millones de egipcios, el presidente Hosni Mubarak sigue hoy aferrado al poder y alarga su agonía. Al contrario de lo esperado, Mubarak no dio ayer su brazo a torcer y, tras, diecisiete días de protestas populares, se comprometió a supervisar su traspaso “día a día” y no anunció su marcha, sino su permanencia, aunque delega algunos poderes en el vicepresidente Suleimán. Este pidió a los manifestantes que regresasen a sus casas y declaró que no pemitiría que Egipto fuera “arrastrado al caos”. Horas antes, Hassan Al Roweny, comandante del Ejército, se acercaba a los manifestantes para asegurarse: “Todo lo que queréis se cumplirá”. Lo que hacía suponer que se cumpliría lo que todos deseaban, que Mubarak se retiraría. Pese a su papel un tanto ambigüo en el conflicto, el Ejército ha estado en el punto de mira de las organizaciones de derechos humanos. Se dice que los militares egipcios habrían detenido de manera secreta a cientos, posiblemente miles, de supuestos opositores al régimen desde que estalló la revuelta social contra Mubarak. Las ONG aseguran que la neutralidad militar es solo aparente y acusan al Eujército de estar envuelto en desapariciones, torturas y abusos.
Sea lo que fuere, después del discurso de Mubarak, que cayó como una ducha de agua fría, nadie se movió de la plaza y rodos siguieron esperando, gritando “¡Fuera, fuera!” con coraje y rabia mal contenida. Hoy los manifestantes son más numerosos que nunca y pasaron una vez más la noche a la intemperie. Son miles de personas, familias enteras que no dejan de organizar marchas y cánticos, desde primeras horas de la mañana. Unos viven en El Cairo, otros llegaron desde diferentes partes del país. Todos comparten el mismo sueño: Un Egipto sin Mubarak. E insisten en continuar “mientras el régimen resista”. Están convencidos de que no hay que bajar la guardia, pese a que el cansancio pase factura. Muchos de ellos, con un ojo puesto en los numerosos tanques y el otro vigilando los posibles ataques de los pro-Mubarak o del mismo Ejército, del que no acaban de fiarse. Otros se protegen con esos cascos de las pedradas de los defensores del régimen que podrían contraatacar.
Hoy, miles de cairotas volverán a la Plaza de Tahrir, símbolo de las protestas y Wael Ghonim, directivo de Google que fue liberado tras 12 días de detención, seguirá encabezando la rebelión a través de las redes sociales. “No es el momento de negociar –proclama en su cuenta de Twitter–, es la hora de aceptar y reforzar las peticiones de la juventud egipcia”. Ghonim, que protagonizó una emotiva entrevista en televisión, se vio obligado a abandonarla, pero, al menos, sirvió para que los manifestantes le hayan identificado como líder que no tenían hasta ahora. Según el diario The Guardian, las huelgas se están multiplicando por todo el país. Y hoy está convocada otra nueva manifestación que se espera sobrepase el millón en El Cairo y Alejandría, y volverán a gritar con toda su fuerza mientras se dirigen a Murabak” “Que se vaya, que se vaya de una vez”.
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