Al invitado lo han llevado a un restaurante de esos modernos -con todo su séquito por supuesto- y tanto les ha gustado que han decidido modernizar la iglesia. Ya era hora, aunque desde hace tiempo han podido suprimir los confesionarios y hacerlo vía on-line; esta costosa visita hubiera sido reemplazada por una videoconferencia; los bautizos, bodas y comuniones a través de su propia red social en la que pueden participar todos sus amiguetes y sobre todo dejar libres las calles y las plazas que siempre han sido de los librepensadores y no de las mentes alienadas y retrógradas, ya que éstas últimas están más seguras en sus palacios y templos de reunión.
De todas formas me queda la gran inquietud del por qué de este tipo de actividades supuestamente dirigidas a la juventud, en un país donde sólo el 10% de los jóvenes se declara practicante y casi el 50% se desvinculan por completo de religiones. Los jóvenes tienen muy claro que las instituciones religiosas son las menos democráticas y las más machistas; que junto con la clase política son las más desprestigiadas ya que se ocupan de cuestiones que nada tienen que ver con el mundo real y que la religión debería ser un asunto privado sin apenas incidencia en otros aspectos de la vida como la política, la familia, la educación o la sexualidad. Veo en los medios mucha bulla, mucha algarabía, pero estoy seguro de que en la vida real no hay ninguna coherencia con lo que allí se predica.