Revista Arte
Busco su voz en los pasillos de mi memoria y la persigo en el armario de los ecos perdidos, pero nada, no la encuentro. Nunca pensé en lo esencial que era para mí su presencia. Mi caprichosa ansiedad, teñida de falsete, no se resigna y explora entre los ecos navideños que ve en las caras de los niños, pero nada, ahí tampoco está. ¿Por qué se habrá marchado? Añoro su voz, y ansío no perderla dentro del cajón de mis mejores recuerdos. No quiero pensar que es una trovadora a la fuga, efímera como las canciones que interpreta y fugaz como el hálito de mi corazón cuando la escucha. Busco entre las melodías olvidadas que ella me devuelve con alegría y repaso siluetas, imágenes y nombres que sólo se hacen presentes con su presencia, pero nada, es pertinaz en su ausencia. «Quizá esté lejos», pienso, repartiendo la magia de su voz entre oídos agradecidos y rodeada de miradas que la recuerdan, que al menos una vez al año, debe compartir su muda amistad con aquellos que de verdad la necesitan. Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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