Muerte de un aviador
"Con determinación y constancia, el obispo ascendió hasta atravesar las nubes que parecían nubes de algodón. Subió y subió hasta que el aeródromo allí abajo parecía un retazo del estampado de una gran colcha terrestre medio oculta tras jirones de humo de tabaco."
Fragmento de Muerte de un aviador de Christopher St. Jonh SpriggSiruela inauguró este año una preciosa colección de clásicos policíacos cuyos títulos seleccionados se corresponden con autores bastante desconocidos (al menos para mí) de principios del siglo XX y de gran maestría literaria, que puede que el tiempo haya enterrado su fama, pero no desde luego su talento.
Muy entusiasmada quise leer Muerte de un aviador de Christopher St. John Sprigg, pseudónimo de Christopher Caudwell, un intrépido escritor que murió en combate en España como miembro del Batallón Británico de la Brigadas Internacionales luchando a favor de la República. Muerte de un aviador nos cuenta la curiosa historia del Club Aéreo Baston, donde uno de sus más experimentados instructores de vuelo, George Furnace, fallece en un accidente aéreo a la vista de todos. Un obispo australiano, el doctor Marriott, de permiso en Inglaterra para aprender a volar, será quien levante la liebre y advierta de que quizá el accidente no fue tal. Dos policías se podrán tras la pista de una trama mucho más compleja y enrevesada de lo que podría haberse supuesto en un principio. ¿Se trata de un accidente? ¿Un suicidio o, tal vez, un asesinato? ¿Qué clase de criminales podrían haberlo perpetrado? Lo que queda claro, es que nadie en el Club Aéreo Baston está libre de sospecha.Lo diré en pocas palabras: la lectura de Muerte de un aviador me ha encantado y ha supuesto un soplo de aire fresco entre mis lecturas que, en los últimos tiempos, se habían vuelto algo monotemáticas. Mientras leía me imagina que estaba asistiendo a una película clásica del estilo de El hombre que sabía demasiado o La ventana indiscreta, ambas protagonizadas por James Stewart. Me imaginaba al doctor Marriott como Gregory Peck o a Lady Laura como Audrey Hepburn.
Dejando al margen mis desvaríos cinéfilos y literarios, recalcaré que Muerte de un aviador me ha encantado por su trama inteligente, sus divertidos y agudos personajes y por su excelente calidad narrativa. Se trata de una historia muy sencilla, pero narrada de un modo exquisito que te engancha. Es una obra muy elegante y entretenida que, como decía arriba, me ha trasportado a otro tiempo donde la calidad primaba sobre otros aspectos más visuales o sensacionalistas.Es de las que te hace pensar y estrujarte los sesos pensado en quién pudo hacer qué y por qué. En más de una ocasión, me quede reflexionando sobre quién podía parecerme más culpable y el móvil que podía tener. Era como jugar a una versión mejorada del Cluedo.Empecemos con el doctor Marriott, un obispo australiano de mediana edad, sencillo, inteligente y educado que, basándose en sus escasos conocimientos médicos, descubre una incongruencia en las conclusiones del doctor Bastable. Luego está Sally Sackbut, directora e instructora del Aeroclub Baston, muy directa y sin pelos en la lengua, que queda horrorizada con los terribles sucesos que golpean al club. Su único defecto, que pone muy nervioso al doctor Marriott en sus clases de vuelo, porque va más lento de lo que le gustaría siguiendo sus indicaciones.Lady Laura, la guapísima aristócrata y experimentada piloto, que con más de un admirador en el club, en nada encaja con el estereotipo de la típica dama frágil de noble cuna. Se dedica a disfrutar de su gran pasión: los aviones y las competiciones aéreas.El inspector de policía de Baston, Creighton, que se toma muy en serio las dudas del obispo y comienza una intricada investigación con ayuda del inspector Bray de Scotland Yard. Una investigación que les llevará desde la pequeña localidad de Baston a cruzar el Canal de La Mancha hasta París.
Luego estaría Tommy Vane (el peor estudiante del club), Lady Crumbles (una aburrida e irritante, a la vez que divertido personaje), el veterano instructor Randall, Gaunlett y su prospero negocio de aereotaxis o el mecánico Ness.El final de Muerte de un aviador es increíble, no deja ningún cabo suelto y cumplió con mis expectativas dejándome un muy buen sabor de boca. Es curioso, por la sinopsis pensé que la trama detectivesca recaería en el perspicaz obispo pero, en verdad, la investigación recae en los avispados inspectores de policía Creighton y Bray, aunque Marriott resulta decisivo.El autor demuestra tener muchos conocimientos sobre aviación, y cuanto escribe rezuma su amor y entusiasmo por éste nuevo modo de transporte que marcó un antes y un después y que, hoy día, seguimos percibiendo sus beneficios.
Muerte de un aviador no es sólo una gran novela, que os insto a no perderos, sino también goza de una encuadernación de gran calidad, en pasta dura y muy cuidada que ha hecho, si cabe, más placentera mi experiencia lectora. Su portada, más idónea imposible. Además, sus páginas huelen al inconfundible olor del papel que despierta mis sentidos arácnidos de lectora. Perdonad, vuelvo a desvariar.Le agradezco muchísimo a Siruela que me haya permitido leer Muerte de un aviador de Christopher St. John Sprigg, lo he disfrutado muchísimo y os lo recomiendo como una lectura (si esto fuera Convenzeme de Mercedes Milá, le daría la Z verde sin dudarlo un segundo). Para abrir boca, os recomiendo también que nos os perdáis los otros dos títulos de esta genial colección: Un hombre muerto de Ngaio Marsh y Muerte en la rectoría de Michael Innes.
Título: Muerte de un aviadorAutor: Christopher St. John SpriggGénero: Novela policíacaEditorial: Ediciones SiruelaFormato: Papel y DigitalPáginas: 248Precio: 18,95 € (Papel) y 9,99 € (Digital)ISBN: 978-84-16854-00-4
Argumento: George Furnace, prestigioso instructor de vuelo en el Aero Club Baston, muere en el acto cuando su avión se estrella en la campiña inglesa. Aunque aquellos que lo conocían están desconcertados, pues era un excelente piloto y el aparato estaba en perfecto estado, la instrucción forense archiva el caso con el veredicto de muerte accidental. Pero un inesperado visitante, el australiano Edwin Marriott, obispo de Cootamundra, que ha llegado al club para aprender a pilotar y poder así ejercer su ministerio en las zonas más remotas de su diócesis, sospecha que la verdadera historia es algo más complicada: podría tratarse de un suicidio o incluso de un asesinato. Junto con el inspector Bray, de Scotland Yard, el intrépido ministro tratará a toda costa de desenmascarar la verdad.