Leo esta misma mañana de puño y letra de José Antonio Ritoré en La regla de William historias de esperanza que resucitan gracias a Internet, cuatro historias que hablan de muerte (escondida tantas veces en nuestra sociedad, como el sufrimiento, y que no dejan de ser la otra cara de la moneda…), de vida y, por encima de todo, de ESPERANZA y que os recomiendo encarecidamente que leáis. Son las historias de:
- Paloma y Kai,
- Mayra, su hijo Abraham y su ginecóloga Regina Cárdenas,
- Raúl y su partida de póquer contra la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) e
- Iván y su mensaje a quienes padecen cáncer de pulmón y esperan un trasplante.
La misma esperanza, basada en el amor y la dignidad, que brota de las siguientes palabras que siguen resonando más de cuatro décadas después desde el corazón de ese continente que seguimos creyendo que tiene poco que ofrecernos, África:
Desearía encender una vela y ponerla en la cumbre del monte Kilimanjaro para que ilumine hasta más allá de nuestras fronteras, dando esperanza a los que están desesperados, poniendo amor donde hay odio, y dignidad donde antes sólo había humillación. No podemos, a diferencia de otros países, enviar cohetes a la luna. Sin embargo, podemos enviar cohetes de amor y esperanza a todos los seres humanos, nuestros prójimos, dondequiera que se encuentren.
Julius Nyerere (1922-1999), discurso en 1959