Una de las cosas por las cuales Montevideo está entre mis ciudades favoritas es por que, como bien dije en una nota anterior, nunca, pero nunca deja de sorprenderme. La última grata sorpresa me la llevé en el último viaje, cuando en medio del calor agobiante en la Avenida 18 de Julio me encontré con el Museo de Historia del Arte, y seguido por mi sexto sentido y las ganas de ver algo de arte americano – pues de eso supuse que estaría integrada la colección permanente - entré.
Compré la entrada y atravesé el primer vestíbulo antes de meterme en la primera sala, pero al llegar allí me llamó la atención la magnitud de las salas y, cuando mi ojo hizo foco en lo que se me comenzaba a presentar ante la vista, no pude creer lo que veía. Sarcófagos con momias dentro, reconstrucciones antropológicas de seres que habitaron en otros tiempos, estatuas romanas, etruscas y griegas por doquier y otras tantas que pude ver en diferentes museos del mundo y que, a decir verdad, nunca hubiera imaginado encontrarme en Montevideo, por pura casualidad y huyendo del sopor de enero.
Anonadado por la numerosa cantidad de piezas que veía, me acerqué a uno de los guardas del museo y le pregunté por la naturaleza de las mismas, ya que si bien sospeché que eran copias o reproducciones de las originales, la duda me invadía, sobre todo teniendo en cuenta la excelente (y crean que no exagero cuando digo excelente) calidad respecto de las piezas que se encuentran diseminadas por el mundo.
A la respuesta positiva del guarda sobrevino la otra, que tenía que ver con quién o quienes habían sido los responsables de tamaña empresa y allí me informó que la mayoría eran reproducciones realizadas por profesionales en la materia y que en muchos casos, éstos les dedicaron buena parte de su tiempo hasta lograr el efecto alcanzado, que de más está decir, es superlativo.
El museo está ubicado en una amplísima planta baja y tanto las salas como las piezas que forman el recorrido, están ordenadas con un criterio cronológico, con lo cual se hace más entretenida la visita, además de que permite elaborar un relato imaginario de la evolución del hombre a través del arte, en diferentes épocas.
En el recorrido se encuentran:
Sala de Arte rupestre: se pueden ver estatuillas de las primeras figuras humanas de mujer, regordetas y sin rostro (quizás tal cual como las veía el hombre primitivo de entonces). Además, entre utensilios y algunas vasijas del paleolítico y elementos de guerra del neolítico, se puede apreciar una reproducción del arte rupestre tal cual como se llevó a cabo en el interior de las cuevas de Lascaux en Francia o de Altamira en España.
Sala de Arte Egipcio: allí hay una momia egipcia verdadera, una reconstrucción antropológica (y anatómica) del verdadero rostro de una mujer egipcia habitante del Bajo Imperio. A un costado, una serie de pequeñas esculturas mortuorias que oficiaban de cortejo para el soberano que viajaba hacia el otro mundo, se encuentran detrás de un vidrio, además de algunas máscaras funerarias hechas en madera y pintadas con matices de oro y lapislázuli.
Sala de Arte Mesopotámico: se exhibe una reproducción del Código de Hammurabi, un altorrelieve de la leona herida, una maqueta del Zigurat y algunas esculturas de las más icónicas de la cultura sumeria, entre las que sobresalen las manos de Gudari y del pequeño escriba de marfil.
Sala de Arte griego: desfilan las más conocidas estatuas de seres mitológicos así como una impresionante pared en la que se reprodujeron los diseños del laberinto del minotauro de la isla de Creta. También puede verse un interesante mural explicativo donde se introduce al visitante en los conceptos básicos del lenguaje arquitectónico y allí mismo se exhiben tres capiteles de columnas, cada una en un estilo diferente (dórico, jónico y corintio) para que puedan reconocerlos en posteriores obras que tengan la oportunidad de apreciar.
Sala de Arte romano: lo mejor de las esculturas que daban testimonio de la grandeza del imperio y una interesante maqueta del Coliseo romano tal cual se erigió en el siglo V antes de Cristo son lo más interesante de la sala. Entre ella y la sala de arte griego se pueden apreciar unas copias de colosos en tamaño natural iguales a los que reposan en los salones del Museo del Louvre ( y que ofician de pórtico principal a la sala contigua a la Victoria de Samotracia)
Sala de Arte precolombino: esa sala está dedicada a la exhibición de copias de estelas mayas, una cabeza bochica igual a la del Museo de Antropología de la Ciudad de México (nada más que la versión montevideana está hecha en fibrocemento y nada tiene que envidiarle a la original) así como una buena serie de pinturas religiosas de las culturas azteca e incas.
Sala de Arte barroco americano: quizás una de las más interesantes de todo el museo, ya que la mayoría de las piezas que se exhiben allí son auténticas y corresponden a autores que salieron de la importante Escuela Cuzqueña y que llevó al barroco americano a ser lo que fue. Así es como en las amplias paredes y las vitrinas excelentemente acondicionadas para la vista de los visitantes, pueden verse pinturas con motivos religiosos e incluso esculturas realizadas en madera y hechas bajo la modalidad de tallado, tan típicamente propagada en toda América durante el siglo XVIII.
Sala de Arte oriental: muy pequeña y ya casi sobre la salida del edificio atesora copias de lo más variopinto del arte del lejano oriente, sobresaliendo una escultura de la diosa Shiva (que sorprende por su parecido con el original), un elefante en simil cobre así como algunas escenas de la Bhaktivedanta realizadas en altorrelieves de piedra.
Por todo ello, el Museo de Historia del Arte de Montevideo es una verdadera joya en la zona sur de nuestro continente ya que brinda la posibilidad de ver en un par de horas, lo que costaría miles de dólares, cansancio y un buen tiempo para poder apreciar la cantidad de obras que allí conviven todas en un mismo espacio.
Las autoridades encargadas de la gestión de cultura de Montevideo deberían publicitarlo más y generar así una mayor llegada sobre todo para el público proveniente del exterior y que, muchas veces cree que, en esta zona del continente sólo podrán encontrarse con arte relacionado a la vida campestre o ligado al ámbito regionalista.
Pese a ser un museo de copias y reproducciones (salvo las piezas originales mencionadas anteriormente) el MuHAr de Montevideo está perfectamente a la altura de los mejores museos del mundo y por ello, bien merece la pena que todos lo conozcan y lo disfruten en su totalidad.