Artículo Narrativo No.008 – 19 de Octubre de 2021
Por Aldana Muñoz*
A mí el monoteísmo siempre me ha parecido un aburrimiento. A la hora de amenizar la fe, agradezco los intentos católicos de generar un santoral extenso y superpoblado, con santos y vírgenes de todo y para todo, como intentó explicar atropelladamente Almodóvar a los americanos, cuando le dieron un Óscar. Sin embargo, el panteón de los antiguos griegos resulta bastante más entretenido. Y no lo digo sólo por las debilidades y vicios humanos que presentan dichos dioses y figuras mitológicas (adentrarse en la mitología griega es como ver un culebrón venezolano), sino porque en ellos encontramos el origen de muchas palabras, tradiciones y costumbres que han llegado hasta nuestros días, aunque sea travestidas o ligeramente adulteradas. Todo este rollo viene a cuento de la princesa Clítoris.
Para algunos estudiosos de la mitología helénica, Clítoris fue una princesa del reino de los mirmidones que era tan pequeña, tan pequeña, que Zeus tuvo que transformarse en hormiga para poseerla (una de las mayores aficiones del papi chulo del Olimpo griego). Para otros expertos, esta teoría es una simple tomadura de pelo y refleja las ganas de quedarse con el personal por parte de algunos cantamañanas, posiblemente seguidores de la serie de dibujos animados ‘Ulises (la primera toma de contacto con el politeísmo que tuvimos muchos niños). Sea como sea, llama la atención que los mirmidones fueran hormigas que Zeus metamorfoseó en hombres para repoblar Tesalia y que, al igual que su princesa, eran de complexión menuda pero muy fuertes. Vamos, como un clítoris. Chiquito, pero matón
.En el clítoris convergen más de 8000
terminaciones nerviosas. Más que en cualquier otro órgano o parte del cuerpo humano. Teniendo en cuenta que todo ese entramado nervioso (dos veces mayor que el del pene) no participa en ninguna función orgánica más que la que tiene, proporcionar un inmenso placer y grandes sonrisas, no es de extrañar que muchas organizaciones místico-religiosas a lo largo de la Historia hayan intentado ignorarlo o, en el peor de los casos, extirparlo. Se calcula que entre 100 y 140 millones de niñas y mujeres en todo el mundo han sufrido una mutilación genital. La más habitual es la clitoridectomía, es decir, la extirpación total o parcial del clítoris. Como consecuencia de esta barbaridad, muchas niñas mueren a causa de infecciones y hemorragias. Las que no, quedan incapacitadas físicamente para experimentar sensaciones placenteras derivadas de la actividad sexual para el resto de su vida. La mayoría de estas mutilaciones se producen en países del área subsahariana de África, de religión musulmana o animista, aunque hay que decir que ninguna práctica religiosa tiene el ‘copyright©’ de semejante burrada.Algunas sectas fundamentalistas cristianas en Estados Unidos también la practican. Eso sí, en un quirófano. ¿Qué tiene el clítoris que pone tan nerviosos a algunos? Sobre todo su inmenso poder a la hora de proporcionar placer. No hay que olvidar que la mayoría de las mujeres llegan al orgasmo mediante su estimulación. Esto ha llevado a muchos a identificar a la también llamada campanilla o placer de Venus con el pene. Dicha comparación es incorrecta, aunque algunos sólo la utilicen como chascarrillo recurrente a la hora de cabrear a una feminista militante. Aunque el clítoris también aumenta de tamaño durante el acto sexual y se corresponde con el pene en su desarrollo embrionario, en su interior no se encuentra la uretra. Simplemente es un manojo de nervios más espectacular que Belén Esteban en un plató de televisión. Y en cuanto al tamaño, uno de los temas estrella cuando hablamos de los genitales, más de uno se llevaría una sorpresa si supiera que algunos clítoris son más grandes que un pene. Sólo una décima parte del clítoris está a la vista, recubierto parcialmente por los labios menores. En total, se calcula que mide unos 10 centímetros de promedio. No suele ser habitual, pero se dan casos de mujeres cuya porción visible de clítoris llega a medir más de seis centímetros. O sea, más que lo que les cuelga a algunos entre las piernas. En muchos de estos casos se trata de una simple cuestión natural, aunque el uso de esteroides, como los que utilizan las atletas para aumentar la masa y la fuerza muscular, puede ocasionar este exagerado desarrollo como efecto secundario.
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