La condición de la mujer, en el mundo occidental, en pleno siglo XXI es difícil. Ya, ya sé que hace años era mucho peor, o al menos, las mujeres vivían más esclavas de sus propios anhelos que ahora, ya que por no poder, no podían ni votar. Pero la rueda en la que hemos entrado las mujeres actuales es bastante traidora. Ahora podemos votar, podemos ir a la escuela e incluso a la universidad sin que piensen de nosotras que casi, casi somos brujas, podemos trabajar fuera de casa, llevar pantalones y hasta corbata. Y, sin embargo, la sensación de atadura que sentimos aquellas que además de trabajar dentro de casa, trabajamos fuera y somos madres amantísimas, o lo intentamos con todas nuestras fuerzas, es... Descorazonadora.
Podríais pensar que esta descripción es, cuanto menos, egoísta y que muestra que detrás de esta palabras hay una persona, mujer para más inri, que sólo se mira su ombligo y el de los de su misma costilla. Nada más lejos. Estas palabras no pretenden, en absoluto, ser una queja de mi condición de madre y trabajadora, fuera y dentro de casa, porque tengo la inteligencia justa como para saber que, y más en los tiempos que corren, soy una privilegiada. Estas líneas son un grito a la sociedad, al monstruo en el que nos hallamos todos inmersos, el gigante de la modernidad y el progreso que no ha hecho otra cosa que... Vendernos la moto.
Así es, nos la han vendido hasta con el casco de verano y el de invierno, y con todos los accesorios posibles. Porque estudiar, votar, poder decidir, trabajar fuera y dentro y, además, ser madres e incluso esposas, mola, mola "que te cagas" (y perdón por la ordinariez). La historia es que cuando fuimos adquiriendo funciones, mejorando nuestra condición como personas en términos de igualdad, nadie nos dio un manual en el que se explicara cómo narices se exime una de ese sentimiento extremo de responsabilidad, de esa condición de agenda electrónica que padecemos y que nos lleva a estar haciendo tres cosas a la vez y pensando en una cuarta, y a veces quinta.
Nos sorprendemos de las noticias que hablan sobre el estrés actual, de los sustos mayúsculos en cuanto a salud, pero es que, chicas, ¿os habéis dado cuenta del ritmo que llevamos? ¡Es de locos! O de locas. Y eso, hablo por mí, a pesar de tener la suerte de contar con una pareja a nuestro lado que no colabora, sino que "hace", exactamente igual que nosotras. El tema es que, genéticamente, o así lo creo yo (y cada vez más), las mujeres estamos programadas para llevar el peso en cuanto a hogar e hijos se refiere; y, lo hagamos en mayor o menor medida, en función de a quien tengamos al lado, la sensación de "no llego a todo - tengo que llegar a todo - ¿estaré haciéndolo bien?..." etc, etc, etc... No nos la quita nadie. Parece que vivimos con el agua al cuello, y que en muchas ocasiones no podemos ni respirar, tal cual. En el momento suena la alarma de buena mañana, no nos permitimos caer ni un segundo: niños, casa, trabajo, casa, niños, más casa y así, hasta entrar en bucle, que se hagan las 23:00 y dejarte caer en el sofá o en la cama con ningún tipo de ganas tan siquiera de hablar, y esto un día tras otro. ¡Como para que venga tu pareja y te tire los trastos! Le tiras un escupitajo al ojo como poco. Y aquí, señoras, otro punto más a ese suma y sigue de responsabilidad extrema y de culpa máxima, porque ni siquiera servimos para un ratito de sexo, hablando en plata. Pero ¿cómo? ¿Cómo puede ser eso? Después de haber levantado el cuerpo de la cama a las 6:30, haber vestido a los niños, haber preparado almuerzos, habernos duchado y arreglado en 20 minutos, chapa y pintura incluídas, haber cargado con la troupe al cole, discusiones de por medio incluídas por el abrigo, la mochila y demás, habernos dejado la piel en el curro, haber comido en quince minutos, haber seguido trabajando, haber recogido a los niños, no haber parado en tooooda la tarde con ellos, duchas, cenas, lavadoras, preparativos para el día siguiente, faena que te has llevado a casa... Lo que no entiendo es como lo que menos nos apetece es ponernos en plan 9 semanas y media. ¡Qué raras somos, leñe!
Lo peor es que aún tenemos ratos de lucidez máxima, en los que nos preguntamos cómo es posible que dejemos ciertas cosas al margen, en vez de preguntarnos cómo narices seguimos cuerdas y no salimos corriendo billete en mano a la primera de cambio. Bueno, teniendo en cuenta que estamos fisiológica y genéticamente programadas para ser madres... Echad cuentas solitos. De aquí no se mueve ni Perry. Antes huyen ellos que nosotras; y cuando esto ocurre, se nos recrimine o no que los teníamos abandonados, aún seguimos preguntándonos en qué habremos fallado, qué habremos hecho mal o qué nos habrá faltado por dar. No nenas, LO DAMOS TODO, EN EXCESO, GENEROSAMENTE Y SIN LÍMITES. Pero... NO SOMOS PERFECTAS. Ni deberíamos intentar serlo, ni pretenderlo, ni creernos que así debe ser. Somos madres, trabajadoras fuera de casa, trabajadoras dentro de casa, esposas... Y nos olvidamos de que, ante todo y sobre todo, SOMOS MUJERES, personas, cuerpos y almas con límites y necesidades. Y necesitamos PARAR, RESPIRAR PROFUNDO, MIRAR AL CIELO SIN LÍMITE DE TIEMPO, REÍR HASTA LLORAR, CANTAR A GRITOS, CORRER MONTAÑA ARRIBA, MOJARNOS CON LA LLUVIA, BEBER TÉ E HINCHARNOS A CHOCOLATE (tranquilos, lo del sexo y demás es leyenda urbana, tomamos chocolate porque nos gusta y punto)... Necesitamos que esta sociedad hipócrita nos considere ante todo como personas, reconozca nuestra labor a todos los niveles y deje de exigirnos vivir encasilladas en este papel de mujeres modernas que llegan a todo y pueden con todo. Dejadnos vivir de manera más normal, sin tanto estereotipo, sin tanta gilipollez de tallas y cuerpos perfectos antes y después de parir, que somos de carne y hueso, no de plástico. Tenemos corazón, y nos lo estáis haciendo trizas con tanta frivolidad. Dejadnos SER. Sin más. Cada una a su manera y con sus maneras.
Las mujeres del siglo XXI seguimos siendo esclavas de la falta de valores, la ausencia de empatía, los cánones absurdos, los convencionalismos, las modas, los clichés y los estereotipos... Y lo peor, encima NOS LO CREEMOS.
¿Pues sabéis qué? Que YO NO SOY PLUSCUAMPERFECTA. NI QUIERO SERLO. ¿Vosotras?
CON M DE MAMÁ y P de PLUSCUAMPERFECTAS