Participación política de las mujeres
La carrera para la obtención de derechos sociales, políticos o económicos para las mujeres ha sido larga. Son numerosas las coyunturas históricas de movilización y presión social o política que, ejercidas por los movimientos de mujeres, lograron la obtención de derechos políticos tan importantes como el voto. Quizá, este sea uno de los principales hitos del movimiento feminista, puesto que abrió directamente el mundo de la política a la incidencia femenina.
Si hacemos un recorrido en línea del tiempo, podremos darnos cuenta que la concesión a un derecho fundamental como el sufragio, sólo empezó a ser efectivo en algunos países del mundo a comienzos del siglo XX, no sin un amplio movimiento feminista previo. Este movimiento, que empezó en los Estados Unidos en 1848, con la primera convención por los derechos de las mujeres y se ratificó en Gran Bretaña en 1969 con la publicación de la obra La sujeción de la mujer, se extendió a lo largo de Europa y del resto del mundo durante las décadas posteriores.
Su influencia logró que paulatinamente, diversos países del mundo declararan el derecho universal al voto, algunos de los primeros en hacerlo fueron Nueva Zelanda, Australia, Reino Unido, Rusia, Estados Unidos, España, Francia, Suiza, entre otros. Pero no fue sino hasta 1948 con la Declaración Universal de los Derechos Humanos ratificada por las Naciones Unidas, que se declaró la libre participación femenina y masculina en los gobiernos nacionales y la elección de representantes.
¿Qué significó el sufragio universal?Al observar este recorrido en perspectiva, nos damos cuenta que en realidad no ha pasado ni un siglo desde que el derecho mínimo de participación política de las mujeres (el voto), fue reconocido. Esto sin duda, debe generar muchas suspicacias, porque de esta garantía se desprende la posibilidad de que, además de elegir, las mujeres puedan ser elegidas e incidir directamente la legislación y administración de los estados.
Para identificar cuál es la situación actual de participación de las mujeres, sobre todo en entornos de decisión, es decir, mujeres presidentas o primer ministro, así como la presencia de mujeres en los parlamentos, a continuación, haremos un breve zoom al estado de la cuestión y de paso dejar en claro algunos de los principales retos que persisten para la participación efectiva de las mujeres en política.
Participación política femenina ¿suficiente con votar?
No cabe duda que el reconocimiento del derecho al voto, primero en Europa y consecutivamente en el resto del mundo, fue un trampolín importante para el acceso de las mujeres a esferas de decisión y participación política. No obstante, es importante hacer una mirada crítica a lo que ha sido todo este proceso de inserción de la mujer en la esfera pública, pues no sólo ha bastado con poder votar. De hecho, enfrentar los esquemas hetero-patriarcales que rondan la política y las esferas de poder, ha sido quizás el principal obstáculo que incluso, hoy en día, siguen encontrando las mujeres alrededor del mundo.
A pesar de poder votar, el movimiento feminista se ha encontrado con que, saber elegir y votar no es suficiente. Históricamente los parlamentos y gobiernos han estado presididos únicamente por hombres, de ahí que, las agendas legislativas y los intereses defendidos, respondan en su mayoría, a una visión masculina y patriarcal de la realidad y los problemas sociales. Claramente, esto ha dejado de lado la inclusión de etnias, grupos sexualmente diversos, inmigrantes, amas de casa, y otros colectivos fuera de la agenda y, por ende, un contexto de desigualdad mundial latente que todavía está en deuda de subsanar. Así, hace ya unos años, planteaba la siguiente pregunta: Mujeres y Política, ¿incompatibles?
Incluso, en los casos en que se trata de mujeres que han logrado ser elegidas en parlamentos, o como presidentas y jefas de estado, los márgenes de incidencia desde una mirada no heteropatriarcal, aún siguen siendo escasos. Basta citar ejemplos icónicos como el de Margaret Tacher, primera ministra del Reino Unido entre 1979-1990. Aunque esta elección fue significativa y allanó camino para muchas más lideresas en el mundo, para nadie es un secreto que la "dama de hierro" gobernó rodeada de hombres y en gran medida para intereses que poco o nada se deslindaban del paradigma tradicional del hombre blanco, rico y educado.
De hecho, un panorama similar se sigue replicando hoy en día, pues, aunque cada vez son más las mujeres elegidas para cargos de poder significativo, las barreras legislativas, ideológicas, o los intereses privados hegemónicamente masculinos siguen imperando. En este sentido, organismos como ONU Mujeres advierten sobre la persistencia de una brecha de género importante en el mundo, que debe ser superada para hablar de una verdadera democracia y gobernanza. Pese a esto, es importante mostrar cuáles son los avances hasta ahora en materia de participación política de la mujer, a continuación, presentamos algunas cifras.
Mujeres que ocupan cargos de gobierno
La participación y el liderazgo femenino son uno de los temas centrales de la agenda 2030 y Objetivos de Desarrollo Sostenible. Pese a esto, las cifras actuales, obtenidas de organismos como ONU Mujeres, demuestran que la representación de las mujeres es insuficiente en todos los niveles de incidencia política en el mundo.
De los 196 territorios que componen el planeta y de los 193 que conforman la ONU, para el año 2022, sólo 28 de ellos son presididos por mujeres. De esta cifra, sólo 17 son jefas de gobierno, y el resto, ocupan el cargo de índole más simbólica como jefas de estado. Según el organismo mencionado, de mantenerse este ritmo, la igualdad de género sólo podría alcanzarse dentro de unos 130 años.
En cuanto a su participación al interior de los gobiernos, se observa que sólo el 21% de quienes han ocupado cargos ministeriales son mujeres y sólo en 14 países se puede hablar de gabinetes paritarios. Es decir, que un 50% o más es administrado por mujeres, cifra que sólo aumenta un 0,52% anualmente y que, de mantenerse este crecimiento, la paridad de género sólo podrá alcanzarse para 2077.
Mujeres en parlamentos
En cuanto a la participación en los órganos legislativos, encontramos que sólo el 25% de los escaños son ocupados por mujeres. Porcentaje que ha aumentado en un 11% desde 1995. Sólo en cuatro países puede hablarse de un parlamento igualitario con un 50% o más de representación femenina, esto es, países como Cuba, Ruanda, Bolivia y los Emiratos Árabes Unidos. Mientras tanto, en otros 19 países de regiones como América Latina y el Caribe, o algunos países africanos y asiáticos, la cuota supera el 40%. La representación más baja en los órganos legislativos la tienen los Estados insulares del pacífico, África del Norte, Asia Occidental y Oceanía, donde está por debajo del 6% en el primer caso y menos del 17% en el resto de zonas geográficas. De continuar con este panorama, la igualdad en esta esfera de participación se podrá alcanzar sólo hasta 2063.
Retos que persisten y soluciones
Sin desconocer o menospreciar los avances, tanto la historia como el panorama actual sólo apuntan a algo: las mujeres siguen estando bastante marginadas de la esfera política en todo el mundo. Claramente aún persisten dos tipos de brechas que imposibilitan un acceso mayor y más rápido del género femenino a esferas de poder político, y representativo, sin hablar de otros ámbitos como el económico, científico o académico.
La primera de esas brechas tiene que ver con las barreras estructurales generadas por leyes e instituciones que siguen restringiendo el acceso a cargos de representación popular. Y la segunda con la brecha educativa o de generación de capacidades, lo cual implica que las mujeres siguen teniendo menos acceso que los hombres a contar con la educación, contactos y recursos para convertirse en líderes en igualdad de condiciones. Ambas brechas, sumado a prácticas, estereotipos y actitudes de género, hacen que las mujeres sigan estando marginadas y tengan pocas herramientas para superar dichos obstáculos, lo que sigue reforzando una baja incidencia en la política y la gestión de lo público.
De igual manera, y ese es un tema a tratar en profundidad en otro post, ocurre en el mundo empresarial, y.. ¿Cómo no? en el publicitario, por citar un ejemplo que me molestó hace mucho tiempo: No peleamos por el color rosa y el castillo de princesa. Peleamos por la igualdad.
Teniendo presente todo lo anterior, es claro que aún urge por promover transformaciones estructurales, no sólo en el ámbito político, sino educativo, cultural y social en general. Sólo de esto dependerá que las barreras más grandes, asociadas con actitudes, ideas, prejuicios y estereotipos de género cambien realmente, y que las condiciones legislativas o políticas, ya dadas en algunos casos, se hagan realmente efectivas. Pues de nada sirve que las mujeres puedan ser elegidas, si para hacerlo tienen que barrer con tantos obstáculos, o al lograrlo, gobernar siga siendo un asunto hegemónico masculino.