Revista Solidaridad

Mujeres etíopes contra la mutilación

Por Iñaki Iñaki Alegria @InyakiAlegria

Mujeres etíopes contra la mutilación

Mujeres etíopes contra la mutilación

Estaba en la calle con un grupo de niños en los que se incluían chicos y chicas. Esto sucedía en las afueras de Addis Abeba, hoy en día desconozco el lugar. Allí se practicaba tanto la mutilación genital femenina como la circuncisión. Al principio no podía entender lo que sucedía, me entró miedo, estábamos forzados estar en esa fila, era una cola larguísima, en esa fila estábamos yo y mis dos hermanos. Yo tenía cuatro años, mi hermano pequeño tendría entre dos o tres años y mi hermano mayor cinco puede que dos años más que yo. En la cola, mi hermano mayor estaba enfrente de mí.

Ya me estaba poniendo súper inquieta y tenía un miedo aún mayor que antes. A nuestro alrededor, teníamos gente mayor que nos controlaban sin quitarnos los ojos de encima.

En ese momento quería salir, me puse bastante nerviosa porque llevábamos bastante rato de pie sin movernos del mismo lugar, miraba a los lados y no veía a nadie sonreír o que estuviera feliz así que empecé a sospechar que algo malo estaba sucediendo. Oía a niños sollozar pero aún no encajaba las razones hasta que la cola se acortaba, y yo daba unos pasos más hacia adelante. Tampoco nos permitían sacar la cabeza para mirar, eran demasiado exigentes, teníamos que ponernos de manera correcta como si estuviéramos en el ejército.

Como no nos dejaban ver, al oír los lloros, quise distraerme hablando con otros niños, en un momento pensé que sería el fin de mi vida, pensé que nos querían matar…cuando fue el turno de mi hermano mayor… dos personas mayores le sujetaron para que no se escapase, (utilizaban el mismo utensilio para todos los niños, con el que cortaba un trozo de de piel de su pene). Mi hermano mayor empezó a chillar… le quise ayudar pero casi me quedé paralizada al ver una parte de su pene caer en el suelo, casi me desmayo. Me dolió ver a mi hermano chillar y sufrir de dolor. Me puse aún más nerviosa cuando ya era mi turno, miré a todos los lados con rapidez, una y otra vez hasta encontrar una solución para salir, no sé, si fue porque los mayores se habían distraído con algo pero encontré la forma de salir del peligro. Empecé a correr sin mirar hacia ningún sitio, no podía quedarme quieta, corría y corría pero no podía con lo que había visto, tenía que huir. Me sentí atrapada, no sé cómo encontré un sitio tranquilo en el que nada malo sucediera, por fin podía respirar de nuevo. Esto se quedó grabado en mi mente, me traumaticé.

He tardado años en saber realmente de qué se trataba y en las consecuencias que la mutilación genital femenina produce en nuestros cuerpos.

Recuerdo la muerte de mi madre como si fuera ayer, no sé con exactitud el tipo de mutilación genital femenina que tuvo porque nunca me habló del tema, supongo que era demasiado pequeña para entenderlo pero sé que eso fue un infierno para ella, murió al tratar de dar a luz a su cuarto hijo, no sé si mi padre tuvo la circuncisión pero mi madre sí que fue mutilada. Ahora vendrá la pregunta de ¿cómo lo sé? Pues porque todos los niños teníamos que tenerlo, era obligatorio, “era parte de nuestra cultura” nadie podía escapar porque era rechazada por toda la sociedad, no me cabe la menor duda que ella fue mutilada. A través de su mirada la veía sufrir. A veces intentaba poner buena cara. No solía sonreír pero siempre me transmitía algo su mirada. Su mirada lo decía todo. Veía su cara de sufrimiento. Recuerdo, que mi madre era extremadamente joven para ser madre pero era muy buena madre, no tuvo la misma suerte que yo, la adopción.

Me dio en adopción para que tuviera una vida mejor, y así fue.

por Júlia Bekelech Tamayo


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