Revista América Latina

Mujeres que soñaban con su emancipación.

Publicado el 12 agosto 2012 por Jmartoranoster
Posted on 12 agosto, 2012 by

 

Mujeres que soñaban con su emancipación. JUDITH ORR (SOCIALIST REVIEW, REINO UNIDO) ENTREVISTA A SHEILA ROWBOTHAN - VIENTO SUR Una nueva generación está tomando el relevo en la lucha contra la opresión de las mujeres. Judith Orr entrevista a Sheila Rowbotham sobre su último libro a propósito de 100 años de lucha de las mujeres por su emancipación. Judith Orr: Su nuevo libro, Dreamers of a New Day, está centrado en el siglo pasado, ¿Qué te motivó a escribir sobre este periodo? Sheila Rowbotham- Este libro tiene una historia bastante larga. Cuando estaba escribiendo Century of Women trabajé y realicé un resumen sobre diferentes aspectos relacionados con la política y el trabajo de las mujeres durante ese período; sólo que el material que acumulé exigía una investigación má precisa que superaba los límites de aquel libro. Al principio me llamó mucho la atención el hecho de que las mujeres no sólo se planteaban transformar el trabajo de las mujeres sino también cambiar la producción. Esto me interesó. Luego pensé que no podía limitarme a hablar sólo del trabajo porque si se habla de las mujeres y el trabajo hay que hablar, también, del cuidado de los niños y de las tareas domésticas. Así que empecé a ampliar mi investigación hacia las facetas más personales para encontrar un sentido al modo de vida que se planteaban aquellas mujeres y sus diferentes actitudes hacia la sexualidad.

J. O. : Ha dicho que, sobre todo, quería contar historias de mujeres negras y trabajadoras.

S. R. :La gente interesada en la historia de las mujeres conoce a las grandes figuras; sobre todo a las que escribieron libros. Pero hubo mujeres que no escribieron libros sino artículos en la prensa. Entre ellas algunas mujeres obreras con conciencia política. Yo quería hablar de ellas. También existen mujeres afro-americanas bastante conocidas, pero yo quería incluir a gente menos conocida que sólo es citada de paso en otros libros.

Existían vínculos muy fuertes entre las estadounidenses y las británicas. La gente de hoy cuando piensa en vínculos internacionales piensa en Internet, pero aquellas mujeres se comunicaban a través de cartas, intercambiando revistas, leyendo los libros que escribían unas y otras y viajando. Es evidente que las mujeres de clase media podían viajar más, pero algunas mujeres obreras también viajaron como delegas de sindicatos; por ejemplo, un grupo de estas viajó a Bélgica para informarse sobre las clínicas materno-infantiles.

Las mujeres eran conscientes de la importancia de estos vínculos internacionales y perpetuaban los lazos a través de los viajes. Un ejemplo que no he incluido en el libro es el de Jane Adams, la mujer que fundó el centro de acogida para inmigrantes (Hull House) de Chicago. Es conocido que ella se inspiró en el Tynbee Hall (centro de atención para pobres) situado el Este de Londres que visitó cuando viajó a Gran Bretaña. En sus cartas posteriores escribió sobre reuniones de sindicalistas hacían la huelga de estibadores -corrían los años 80 del siglo XIX y conoció a Tom Mann. La gente veía a Jane Adams y su filantrópico trabajo social al margen del movimiento obrero británico, pero ella mantuvo reuniones con representantes de la sociedad Fabiana y con miembros de los sindicatos británicos. Estos vínculos eran realmente extraordinarios.

J. O. : Todo ello da una idea del filón que supuso aquella época en términos de actividad política, de ideas y de debates.

S. R. :Sí, aquellas mujeres eran capaces de enfrentarse a lo que fuera. Algunas querían humanizar el capitalismo y lucharon por introducir diseños ergonómicos en la industria o reducir las horas de trabajo. Otras, las anarquistas, se oponían totalmente al sistema y que no querían saber nada de lo que tuviera que ver con él; también estaban las trabajadoras que luchaban por la jornada laboral de 8 horas.

J. O. : También escribe acerca de las contradicciones a las que tenían que hacer frente las mujeres obreras negras, especialmente en lo que respecta a su liberación sexual, donde su vigorosa sexualidad corresponderse con los prejuicios estereotipados en lugar de combatirlos.

S. R. :Sí, creo que realmente era una contradicción para aquellas mujeres. Hubo pocas mujeres negras que se plantearan cuestiones en torno a la sexualidad. Por ejemplo, hubo una que formó parte del grupo Heterodoxy en Greenwich Village. Pero para las mujeres jóvenes emancipadas de los años 20 la situación era penosa y muy complicada. En esos años hubo una idealización de todo lo que se consideraba “primitivo” y fueron presas de ese estereotipo. Aunque se trataba de verdaderas intelectuales, fueron encasilladas en él porque eran negras.

J. O. : Lo que resulta fascinante es que muchos de los temas que abordaron aquellas mujeres continúan siendo actuales: cambiar las mentalidades o cambiar la sociedad, cómo compatibilizar la vida laboral con la vida familiar, etc.

S. R. :Estoy convencida de que la gente que conozca esta historia se dará cuenta de la cantidad de temas que ya fueron tratados en aquella época. Por ejemplo, las mujeres Fabiana ya debatieron sobre la familia y el trabajo incluso antes de la Primera Guerra Mundial, si bien para las mujeres de la clase media británica de los años 20 la situación no era tan dura porque contaban con servicio doméstico.. En los EEUU, donde resultaba más complicado disponer de servicio doméstico, el impulso por reorganizar el trabajo doméstico fue mayor.

J. O. : ¿Qué tiene que ver todo esto con la familia actual?

S. R. :Yo diría que el colapso llega cuando se tienen niños , y creo que, también, cuando hay que cuidar a personas mayores. La presión sobre las mujeres para que abandonen su actividad laboral y se dediquen a esas tareas continúa siendo mucho más fuerte que sobre los hombres. Cierto que no es así para todo el mundo, porque no todas las mujeres pueden abandonar su trabajo, pero la presión sigue existiendo. El problema de cómo compatibilizar la conservación del empleo y la educación de los niños es difícil. Porque la posibilidad de poder vivir trabajando a tiempo parcial es muy pequeña. Hoy en día, si no tienes un trabajo a tiempo completo tu nivel de vida se reduce mucho. Aquellas ya comenzaron a tratar este dilema: cómo compatibilizar el trabajo y la maternidad..

Partían de la profunda convicción de que la responsabilidad del cuidado de los hijos no correspondía sólo a las madres. Incluso en aquella época, los albores del siglo XX, algunas mujeres ya plantearon que los padres debían de involucrarse en esa tarea. Incluso plantearon que la misma era una responsabilidad del conjunto de la sociedad. Es curioso, porque en lo que respecta a la educación, la gente acepta que sería muy raro que alguien que no tuviera hijos dijera: “No tengo hijos, por lo tanto no pago impuesto”. En la época thatcheriana hubo una gran ofensiva para afirmar que los hijos, de no importa qué edad, eran responsabilidad de cada cual y no una responsabilidad social. Si las mujeres no tuvieran hijos, cuando la población envejeciera no habría nadie para trabajar.

J. O. : Cita a Charlotte Perkins Gilman cuando dice que para las mujeres el vestido actúa como una “piel social”, una descripción brillante de cómo la ropa puede ser un factor significativo en la vida de las mujeres. Describe también el impacto de llevar pantalones que permitió a las mujeres andar en bicicleta. Esa obsesión en torno a la apariencia de las mujeres continúa en la actualidad.

S. R. : No se trataba tanto de enfatizar sobre la forma en la que se representaba el cuerpo en aquella época, sino de la conciencia que tenían de que las mujeres estaban obligadas a vestir ropa que les impedía moverse. Hubo diferentes reacciones: algunas decían que lo que había que hacer era pasar del tema, otras no se preocupan por su apariencia y otras reclamaban una vestimenta racional. También había quien encontraba todo esto bastante severo y tenía una idea romántica en torno a crear una imagen más natural. Por ejemplo, en los años 20 hubo gente que realizaba exhibiciones de baile libre con túnicas griegas.

Después hubo mujeres que creían que para enfatizar el cambio de la posición de las mujeres, lo que había que hacer era portar sombreros muy elegantes y vestían ropa muy convencional. Así pues, hubo toda una serie de puntos de vista diferentes sobre cómo abordar la imagen de las mujeres. La apariencia constituyó siempre un elemento importante, fuera cual fuera la estrategia adoptada.

Para muchas mujeres de la clase trabajadora la ropa elegante era un símbolo de orgullo. Entre ellas se encontraban las operadores de teléfono en los EEUU; mujeres jóvenes, muy militantes, con buenos salarios. En una ocasión formaron parte de un piquete para impedir la entrada de esquiroles en un hotel de lujo, con vestidos llamativos. También recuerdo que en la huelga de tipógrafos en Gran Bretaña, las mujeres de las comunidades mineras se horrorizaron al ver que las mujeres (las feministas) que apoyaban a los tipógrafos portaban grandes tacones. ¡Las mujeres de las comunidades mineras con toda una experiencia piquetera afirmaban que las otras portaban una indumentaria equivocada!

J. O. : Parece que algunos estereotipos no han cambiado. El libro relata la historia de las mujeres de hace un siglo que, como rebeldes, se quejan de ser retratadas como “asexuadas y trastornadas”. ¿Cree que para las jóvenes de hoy el feminismo tiene aún esas connotaciones?

S. R. : Me acuerdo de la época en la que estaba en la universidad. Antes de que existiera un movimiento de mujeres teníamos un estereotipo completamente hostil sobre las feministas. Por supuesto que no sabíamos nada de lo que las feministas pensaban en torno a su emancipación. Nunca imaginé que pudiera haber personas haciendo campañas a favor del control de la natalidad, sobre la sexualidad o planteando que los bebés se podían cuidar de otra manera. Desconocía absolutamente que pudiera existir algún interés en preocuparse por cómo vivir la vida.

J. O. : Su libro ha sido publicado justo cuanto renace el interés por la liberación de las mujeres y contra los estereotipos sexistas. ¿Cuál es su experiencia sobre lo que se conoce como el “nuevo feminismo”?

S. R. : Cuando estaba escribiendo el libro sentí como si el interés por el feminismo hubiera caído en picado, así que no podía saber si el libro tendría un gran eco, pero siempre tuve la esperanza que las generaciones futuras podrían interesarse en él.

Hace dos años me día cuenta que entre mi alumnado, mayoritariamente femenino en torno a los veinte años, había de nuevo interés por hablar sobre el feminismo. Unos años antes, si bien esta gente estaba interesadas en las cuestiones de género en relación a otros temas, no podría decir que eran feministas. La gente se identifica con el feminismo lo hace de forma muy conscientemente.

J. O. : Un ejemplo de este interés es Mujeres, la serie de tres documentales emitidos el mes pasado por la BBC-Four . Meacuerdo cuando usted dijo lo mucho que le encantaba ir a las manifestaciones y Germine Greer dijo que ella ¡las odiaba”!

S. R. : Cuando descubrí este tipo de mujeres anarquistas individualistas en los EEUU me pareció que el radicalismo de Germaine es algo más que radicalismo; que es una desconfianza dura, tenaz, hacia la política. La situación ideal es cuando las personas individuales pueden trabajar en armonía en un grupo que actúa de forma común y cooperativa.

Es en esos momentos cuando me he sentido muy feliz, cuando las personas individualmente deciden de forma consciente ir a una manifestación porque es algo en lo que creen y a través de la manifestación consiguen conectar con otros que piensan lo mismo. No se trata de supeditarse a un propósito colectivo de forma autoritaria, sino de tener la capacidad de moverse entre la decisión individual y la actividad solidaria con otra gente.

Me acuerdo de la primera Conferencia por la Liberación de las Mujeres en Ruskin. Acudieron cerca de 500 personas, algo totalmente inesperado, sorprendente. De repente descubrimos que éramos algo más que pequeños grupitos, que éramos unos cuentos cientos. Al año siguiente organizamos un marcha y estuvimos miles.

Siempre constituye un misterio saber por qué el movimiento tiene estos flujos. Por mucho que se estudie la historia y se trate de entender los movimientos sociales, siempre es difícil de conseguir ver por qué unas pequeñas redes de activistas, súbitamente, pueden convertirse en algo grande.

J. O. : Una pregunta que no fue planteada en el documental fue el de las clases sociales; no hubo debate sobre el impacto de los conflictos de clase en su estudio sobre la opresión de las mujeres.

S. R. : Existe una verdadera dificultad porque el tema de clases es un tema tabú. La gente no quiere hablar de clases sociales. Es un tema que se ignora justo cuando las desigualdades han aumentado como nunca desde 1979. Creo que las posibilidades de la liberación de las mujeres son mejores en una sociedad igualitaria que ponga el acento en el trabajo cooperativo y en la previsión social. Este tipo de sociedad no supone ninguna garantía para la libertad y la emancipación de las mujeres pero, ciertamente, nos sitúa en un contexto mejor para trabajar que una sociedad basada en las desigualdades y en el marcado y la competencia.

Algunas mujeres fueron capaces de mejorar un poco su situación en la década de los 80 porque accedieron a puestos de trabajo en mandos intermedios en el sector de servicios y venta al por menor; es decir, hubo posibilidades de mejora para las mujeres dentro del capitalismo. Pero para las mujeres que trabajaban en los servicios sociales, la situación fue de mal en peor y vieron como cómo se degradaba su situación y se reducían sus salarios.

J. O. : ¿Cual es el legado de aquellas soñadoras de hace 100 años?

S. R. : Hay varios legados. Las mujeres mas individualistas tuvieron la voluntad de desafiar los convencionalismos y las mujeres que luchaban por una sociedad más justa tenían una visión más social.

Por ejemplo, había gente que decía que la maternidad no era sólo responsabilidad de las madres, que era importante que la sociedad asumiera la responsabilidad del cuidado de los niños. A partir de ahí se llega a una visión de la sociedad basada en las necesidades humanas. Por lo tanto en la critica de género sobre la organización cotidiana de la vida existía un cuestionamiento económico profundo.

Aportaron una energía asombrosa y la convicción de que era posible cambiar la sociedad. Las americanas en particular, escribieron novelas utópicas; eran muy capaces para imaginar todo tipo de cosas. Espero que las mujeres jóvenes comiencen a hacerlo de nuevo, porque creo que el cambio en la vida de las mujeres no sólo afecta a los hombres sino al conjunto de la organización del trabajo y del consumo. Cuando se empieza a poner en cuestión cuestiones simples como la forma en la que están representadas las mujeres, el cambio social es mucho más profundo de lo que la gente cree.

15/04/ 2010

http://www.socialistreview.org.uk/i…

Sheila Rowbotham es Honorary Research Fellow in Sociology en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Manchester y profesora invitada en la Escuela de Sociología, Política y Estudios Internacionales de la Universidad de Bristol. Tambien pertenece a la Royal Society of Arts

El libro de Sheila Rowbotham, Dreamers of a New Day: Women Who Invented the Twentieth Century ha sido publicado por Verso (http://www.versobooks.com)

Publicado por Género con Clase

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