La reciente condena (marzo de 2013) por un tribunal holandés de Yvonne Basedya, la jefa de una unidad de la milicia hutu que participó en el gran genocidio de 1994 en Ruanda, donde unos 800.000 tutsis, hombres y mujeres, fueron aniquilados, es un terrible acontecimiento iluminante de nuestras propias realidades, en concreto, de la norma legal exterminacionista y genocida por antonomasia hoy, la Ley de Violencia de Género.
Basedya, penada ahora con años de cárcel, fue alta autoridad de las milicias hutus, y no sólo ordenó asesinar a un gran número de hombres sino que además participó, como todas las jefas y jefes de los grupos genocidas, en la violación masiva de las mujeres tutsi, exterminadas después en su gran mayoría, de un modo asombrosamente sádico y cruel.
Las jefas de las bandas criminales ordenaron a sus subordinados y subordinadas que introdujeran estacas, hierros, botellas rotas y otros objetos en las vaginas de las féminas tutsis (también de las hutus que se oponían al genocidio), que les cortaran los pechos y finalmente ejecutaran. En los casos en que, forzadas por varones, quedaban embarazadas y llegaban a dar a luz, que fueron muy pocos, debido a que casi todas las féminas tutsis resultaron asesinadas y a que el acto de la violación solía realizarse con objetos (lo que permitía a mujeres violar a otras mujeres), mataban luego a los bebés.
Se admite como dato indudable que casi todas las tutsis fueron violadas, pero pocas, comparativamente, han sobrevivido, pues el 75% de la población tutsi de Ruanda murió en el genocidio.
Lo que debe ser enfatizado es la implicación de numerosas mujeres en las matanzas y violaciones. Además de Basedya se hizo atrozmente famosa, Pauline Nyiramasuhuko, ministra de Mujer y Familia en Ruanda, a la que se condenó por haber perpetrado unas 500.000 violaciones de féminas, como inductora, en el marco del genocidio de 1994. En total, fueron unas 20.000 mujeres las que tomaron parte activa en la carnicería, ejerciendo directamente la violencia, esto es, empuñando machetes, estacas u otros instrumentos para asesinar a otras mujeres, a varones y a niñas/niños, a menudo después de torturas atroces.
Pauline ordenaba estuprar a las mujeres tutsi y, al parecer, participó en tales actividades ella misma. Otra mujer que, según se cree, estuvo implicada en los orígenes del terror fue la primera ministra Agathe Uwlingiyimana, muerta luego. Lo indudable es que una porción conspicua de esas 20.000 féminas criminales participaron en el genocidio ruandés como jefas, estrategas y planificadoras, como incitadoras y organizadoras, además de como ejecutoras.
Hay que recordar que el “Manifiesto SCUM”, el libro de cabecera de casi todo el feminismo hoy y un documento nazi del principio al fin, plantea y propone realizar un genocidio similar al que tuvo lugar en Ruanda en 1994.
SCUM significa “para el exterminio de los hombres”. Pero no sólo (ni principalmente) de los hombres pues advierte que las “mujeres macho” serán igualmente exterminadas por feministas organizadas en bandas armadas similares a las que consumaron las matanzas en Ruanda, a las órdenes de Pauline, Ivonne, Agathe y otras mujeres que ahora están siendo juzgadas y condenadas.
Hay una ley histórica que se cumple inexorablemente: quienes predican un genocidio terminan o intentándolo realizar o incluso realizándolo del todo.
Dado que el “Manifiesto SCUM” llama a perpetrar una universal matanza de hombres y mujeres tal acontecimiento tendrá lugar si no se efectúa una enérgica movilización para evitarlo. Algún texto del feminismo machista y fascista español ha cuantificado ya el número de las víctimas demandadas, entre 200.000 y 2 millones de varones , a los que hay que sumar otras tantas “mujeres macho”, o sea, entre 4 millones y 400.000 víctimas.
Enseña bastante sobre la naturaleza del feminismo de Estado que considere como una ofensa el calificativo de “exterminacionista”, aunque el término “exterminio” aparece en el título de su obra más señera. No es, por tanto, ningún ultraje sino la constatación de su naturaleza a partir de lo que sobre sí mismo enuncia. Quien demanda un exterminio es genocida, y el genocidio es una actividad fascista. Por tanto, calificar al feminismo de exterminacionista, genocida y fascista no es afán de zaherir sino limitarse a repetir lo que aparece en el título de su obra guía, y mucho más en el interior de aquélla.
Dado que lo que aquél pretende es convertir a las mujeres en policías y verdugos al servicio del capitalismo, esto es, en ciegos instrumentos del poder, en fanatizados agentes de la razón de Estado y en neo-siervas del ente estatal, negándolas toda autonomía personal y colectiva, y haciéndolas vivir sometidas al completo a las instituciones, podemos calificarlo con fundamento de misógino.
La misoginia más mostrenca aparece en el feminismo de muchas maneras. Una, al exigir al Estado “leyes de protección de las mujeres”, asunto inicuo e ignominioso, pues presenta a las féminas como seres inferiores incapaces de cuidar de sí mismas que deben ser tuteladas por el ente estatal. Otro, porque busca someter a las mujeres a una dependencia férrea de los poderes masculinos en ejercicio.
En efecto, la Ley de Violencia de Género fue votada y promulgada (en 2005) por un parlamento en el que los hombres eran una amplia mayoría. El ideólogo principal de toda la operación es un varón, Miguel Lorente Acosta, al que el feminismo sediento de sangre sigue sumisamente. Los cuerpos policiales que supuestamente “protegen” a las mujeres están formados en un 80% por varones. El Ministerio de Igualdad, heredero y continuador de la Sección Femenina falangista, ahora forma parte del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, dirigido principalmente por hombres. La otra biblia del feminismo genocida, “El segundo sexo”, de Simone de Beauvoir, pone por escrito los planes y proyectos económicos de un hombre, el general De Gaulle, entonces jerarca del Estado francés empeñado en ganar “la batalla de la producción” para relanzar el colonialismo francés. El capitalismo, que supuestamente, “emancipa” a las mujeres por medio del trabajo asalariado, está formado en un 70% por varones. Y así sucesivamente.
Por un lado, el feminismo culpa a los hombres en general del patriarcado, exculpando de ese modo a quien lo ha realizado, el Estado, con la colaboración activa de las mujeres de las elites del poder. Por otro, hace a los varones con poder, a los que tienen toda la capacidad de mando en sus manos, a los déspotas y tiranos que nos aplastan y explotan, los “liberadores” de las féminas, por tanto los amos y señores de éstas. Los enemigos del feminismo son los hombres y las féminas de las clases trabajadoras y populares, que es a quienes desean exterminar.
Es de sentido común que la emancipación integral de las mujeres ha de ser tarea de las mujeres mismas, no algo supuestamente otorgado por el Estado, todavía masculino, patriarcal (ayer) y neopatriarcal (hoy) y por el capitalismo. El Estado es el que ha creado el patriarcado y el que luego lo ha perfeccionado, elevándolo a neopatriarcado, con la decisiva cooperación del feminismo exterminacionista. Por eso la liberación integral de las mujeres es parte del proyecto de revolución integral, dado que sólo una sociedad libre, sin ente estatal sobre todo, puede ser el marco político y social apropiado para que las mujeres de las clases populares vivan en libertad.
Considerando además que dicho “Manifiesto SCUM” mantiene el régimen capitalista y el sistema estatal podemos sostener que es una forma renovada de fascismo, al servicio de la clase burguesa, y directamente promovido por ella. Un libelo de tan ínfimo nivel como ese, mal elaborado peor construido y penosamente redactado, en el que sólo hay odio y deseos de matar, ha logrado la universal fama de que disfruta a partir de una difusión institucional persistente, en la que han estado implicados diversos Estados. Para comprender su génesis hay que hurgar en la vinculación de su supuesta autora, V. Solanas, con los servicios secretos de EEUU.
En realidad, el genocidio feminista ya está en marcha en su primera etapa. La Ley de Violencia de Género, que ahora aplica con la mayor decisión el gobierno de la derecha, del PP, está inspirada en el “Manifiesto SCUM” y está apoyada por todas las fuerzas institucionales, desde la izquierda a la Iglesia, pasando por el anarquismo de Estado y por el conjunto del progresismo. Hay que recordar que la Ley fue aprobada con la totalidad de los votos de la totalidad de los partidos, lo que prueba que representa de forma perfecta los intereses estratégicos más fundamentales del ente estatal y la clase burguesa en esta materia.
Esta unión entre la derecha española, sociológicamente continuadora del fascismo español, y el feminismo exterminacionista pone los pelos de punta.
Según los datos aportados por las instituciones, desde junio de 2005 hasta diciembre de 2009 se han registrado 824.000 procedimientos penales contra varones, en aplicación de aquella Ley. Si se admite que en 2010-2012 el número de los enjuiciados se ha mantenido en cifras similares tendremos que en torno a ¡1.300.000 hombres han sido ya víctimas de dicha norma! Lo cierto es que las prisiones rebosan de varones encarcelados por aplicación de esa Ley. Ya está constituido, pues, el Estado policial feminista, primera etapa hacia la instauración del Estado genocida y exterminacionista feminista.
Un hecho para la reflexión es que esos datos se ocultan a la opinión pública, pues jamás se exponen, y quienes se atreven a hacerlo son linchadas y linchados. Tal ocultamiento indica que algo muy grave, gravísimo al ser similar a lo de Ruanda, se está preparando en las alturas en relación a todo esto.
No nos dejemos engañar por la propaganda institucional: las víctimas principales de esa Ley neo-franquista son, de muchas maneras, las mujeres. Por eso están ya en la primera fila de la lucha contra ella. Pero en cualquier momento del futuro puede darse el salto a formas superiores y más masivas de violencia, que es lo que pasó en Ruanda, donde la matanza de 1994 fue preparada desde mucho antes, quizá desde los años 70 del siglo XX.
Es necesario, por tanto, excluir ya ahora de la vida social, política y cultural a: 1) quienes apoyen el “Manifiesto SCUM”, 2) quienes no lo critiquen y repudien como lo que es, un texto nazi que incita al genocidio con el odio sexista, 3) quienes lo critiquen de forma parcial, secundaria o dubitativa, 4) quienes nieguen que se dirige principalmente contra las mujeres, siendo por tanto la expresión máxima de misoginia hoy, 5) quienes lo hayan apoyado en el pasado y no manifiesten el arrepentimiento suficiente, estado de ánimo que ha de incluir pedir perdón públicamente, 6) quienes den respaldo a la Ley de Violencia de Género, esto es, al Estado policial feminista, exterminacionista y ultra-machista, 7) quienes reciban subvenciones o tengan relación con el Ministerio de Igualdad o cualquier otro organismo estatal, en particular con las llamadas Cátedras de Género (vanguardia en la elaboración y difusión del feminismo genocida), o con las Fundaciones empresariales que financian al feminismo, 8) a quienes argumenten que los hombres en general son enemigos de las mujeres, sirviéndose de la ideología victimista, que en sí misma es genocida, pues crea a quienes, en relación con Ruanda, alguien ha denominado “mujeres asesinas”.
El feminismo no exterminacionista, no misógino y no fascista, que se plantea la lucha anticapitalista y la revolución social integral, está particularmente obligado a repudiar el “Manifiesto SCUM”, a descartar de su seno a toda y todo nazi-feminista y a denunciar el exterminacionismo sexista que se nos viene encima.
En el genocidio de Ruanda las bandas asesinas organizadas por el Estado, en ocasiones mandadas por mujeres, mataban a los hombres tutsi pero a las mujeres antes de asesinarlas las violaban y mutilaban, de manera que el trato recibido por éstas era mucho peor. En el feminismo nazi encontramos asimismo un odio especial hacia las mujeres que condenaron su actividad homicida. El libro de Mónica G. Álvarez, “Guardianas nazis. El lado femenino del mal”, muestra lo mismo: mujeres del régimen nazi, una parte de ellas lesbianas, concentradas en la violación, tortura y formas horribles de asesinato de mujeres . Esto es: mujeres que violan y matan a mujeres.
Franco ganó la guerra también porque cerca de 600.000 mujeres se afiliaron a la Sección Femenina de Falange Española, desde donde realizaron una contribución decisiva a la victoria del fascismo . Recordemos que el grupo fascista más eficaz que trabajó al favor de Franco clandestinamente en la España republicana entre 1936 y 1939 fue Auxilio Azul, formado exclusivamente por mujeres de ideología fascista, 6.000 de ellas. Sin las féminas fascistas, cientos de miles, Franco habría sido derrotado . Ayer las mujeres fascistas salvaron al capitalismo, hoy las mujeres feministas se proponen hacer al menos otro tanto, aunque para ello tengan que perpetrar una carnicería como la que hizo el fascismo español antaño.
La lucha contra el feminismo genocida es un capítulo de la lucha de las féminas por su emancipación integral, contra el patriarcado y el neopatriarcado.
Quienes se manifiestan incrédulos ante lo expuesto deberían estudiar más el caso de Ruanda. Desde hacía mucho un cierto número de jerarcas hutus, mujeres y varones, estaban predicando el exterminio de los tutsis, pero durante años y años eso quedó en palabras, dejando de lado incidentes graves pero esporádicos, en 1963, 1990 y 1993. Súbitamente, la situación explotó en abril de 1994. En menos de cuatro meses, un tiempo asombrosamente breve, el genocidio fue realizado… y 800.000 personas fueron muertas de manera horrible, a golpes de estacas, machetes, herramientas de filo y piedras, con aterradoras mutilaciones y dejando a las y los moribundos desangrarse en el suelo, sobre todo a las mujeres violadas, o con los pechos cortados. Violadas, torturadas y mutiladas en un cierto número de casos por otras mujeres, unas 20.000 féminas asesinas y atormentadoras.
La fase previa a la carnicería fue lo que quienes han estudiado la historia contemporánea de Ruanda denominan “demonización de los tutsis por los hutus”. En efecto. Similarmente, hoy existe una demonización de los hombres de las clases populares, que lleva a efecto el Estado en primer lugar, y luego esa emanación del Estado que son los grupos feministas. Por ejemplo, el preámbulo de la Ley de Violencia de Género presenta a los varones de las clases populares como violadores, maltratadores y agresores naturales de las mujeres, como seres no-humanos que necesitan ser eliminados con los procedimientos que haga falta. Por tanto, el genocidio está ya planteado, anunciado, justificado y demandado, sólo falta realizarlo al completo. Es el Estado quien lo promueve y azuza, como sucedió en Ruanda.
El victimismo construye las y los mejores verdugos. Los hutus fueron adoctrinados en la idea de ser víctimas de los tutsi, y eso llevó a muchos de ellas y ellos a convertirse en despiadados verdugos. Los nazis presentaron al pueblo alemán como víctima de los judíos, los bolcheviques y el tratado de Versalles, y de ahí salieron las y los verdugos de los campos de exterminio. El feminismo presenta a las mujeres como víctimas de los hombres y de esa monstruosa mentira saldrá, si no lo evitamos, un genocidio de hombres y féminas de las clases populares. Las mujeres, en realidad, son víctimas del Estado, y del capitalismo, y de quien está subvencionado por el dinero de uno y otro, esto es, el 90% del feminismo.
El feminismo misógino y fascista es el enemigo número uno de las mujeres hoy, al ser agente del Estado y del capital, por tanto, el vehículo decisivo del nuevo machismo y el nuevo patriarcado feminicida-genocida.
Los sucesos de Ruanda no fueron, en puridad, un conflicto entre etnias, pues muchos hutus se negaron a participar en la matanza de tutsis (sien do muertos por ello) y algunos tutsis colaboraron con las bandas hutus de asesinas y asesinos. Fue un procedimiento para mantener el poder del Estado y el capitalismo en Ruanda en una situación de crisis extrema de las estructuras de dominación. En ella las elites del poder tomaron la decisión de, ante una situación social y política grave, lanzar a una parte del pueblo contra la otra , escenificando una espeluznante guerra civil entre la gente modesta para apuntalar su dictadura política y económica.
La operación exterminacionista fue organizada desde el Estado, desde el Ministerio del Interior en concreto, y realizada por el ejército, la policía, las milicias hutus (conocidas como “interahamwe”) y las bandas de mujeres y varones que se incorporaron a la carnicería. Las y los asesinos cumplían órdenes emanadas “de arriba”, no fue una operación espontánea, ni mucho menos. Un testimonio estremecedor de la agresividad extremada de una parte de muchas féminas se expresa en que “las mujeres (hutu) competían entre sí en ferocidad hacia las mujeres y los niños tutsis… había hombres que demostraron ser más compasivos hacia los tutsis que sus esposas”.
Aquí vemos que las supuestamente víctimas sempiternas, inermes y dolientes, las mujeres, fueron verdugos implacables, desmintiendo la dogmática feminista, lo que no es difícil, al ser una mentira casi del principio al fin. El “detalle” del particular encarnizamiento con los niños y niñas seguramente gustará muchísimo al feminismo, dado que los presenta como enemigos fundamentales de la mujer…
En la crisis general en que se están sumiendo las sociedades europeas el azuzar los enfrentamientos entre hombres y mujeres es ya (y será mucho más en el futuro) una estrategia fundamental del capitalismo. Su agente, el feminismo misógino y subvencionado, ha creado una ideología de la guerra civil entre los sexos, que se realizará prácticamente en cuanto se den las condiciones políticas apropiadas.
Ese guerracivilismo feminista, machista y fascista delinea un enfrentamiento social aterrador, por un lado el aparato estatal (ejército, policía, milicias fascistas laicas y religiosas, etc.) y el feminismo, por otro las mujeres y los hombres de las clases populares, que serán el blanco de todo tipo de sevicias. Como en 1936, pero esta vez en vez de escuadras de Falange con bandas feministas armadas por el Estado. Todo ello, en esencia, será, muy probablemente, similar a los sucesos de Ruanda.
Europa, y sobre todo “España”, se están adentrando en una crisis global sin salida bajo el actual sistema, por cuanto su origen último está en los grandes cambios económicos y políticos que han tenido lugar en el mundo en los últimos decenios. Puede haber una recuperación parcial de la desastrosa situación actual pero lo que no va a darse ya nunca más es una sociedad de la abundancia, el consumo y el bienestar zoológico. Todo lo contrario. Europa, en especial sus países más débiles, seguirá degradándose, empobreciéndose, desintegrándose paso a paso durante decenios, hasta hacerse el nuevo Tercer Mundo.
Ante tal perspectiva, una de las bazas que el sistema de dominación más cuidadosamente está preparando, y que terminará usando (si el pueblo/pueblos no lo impide) dado que lleva gastados muchos millones de euros en ella desde hace bastantes años, es la del enfrentamiento entre hombres y mujeres, atizado por el feminismo exterminacionista.
La “guerra de los sexos” es el remedio ahora más apreciado por las élites del poder para lidiar con el agravamiento de la tensión entre opresores y oprimidos, con el reforzamiento de la lucha de clases que van a darse en los próximos años y decenios. Si en Ruanda la respuesta estatal y capitalista a los problemas sociales fue el odio racial en “España” está siendo el odio sexista, principalmente feministamachista.
Con el feminismo misógino y genocida, el capitalismo espera superar airosamente futuras situaciones difíciles, o incluso extremas. Por eso le subvenciona hoy desde el Ministerio de Igualdad (en realidad una mixtura de los Ministerios de Defensa, Interior y Trabajo) con particular devoción, además del chorro de euros que le llega desde las Fundaciones de las grandes empresas multinacionales, para enfrentar y dividir a las mujeres y a los hombres ahora y para, si fuese necesario, organizar una guerra civil entre ellos y ellas en el futuro, similar a la guerra-carnicería entre tutsis y hutus en Ruanda en 1994.
Sólo un año antes de la gran matanza de 1994, ningún observador hubiera creído que las cosas iban a llegar hasta donde llegaron en Ruanda, a una ciega explosión de aborrecimiento, revanchismo, sed de sangre y montañas de cadáveres pavorosamente mutilados, que no se detuvo ante ninguna atrocidad, en especial contra las mujeres.
Examinemos hasta dónde ha llegado ya la preparación de un probable genocidio sexista en “España”. Está la persistente campaña mediática contra los varones heterosexuales de las clases populares, que no cesa jamás, y que les presenta, a todos ellos (sin son de las clases populares, pues el feminismo hace de los varones de las elites los amos “naturales” de las mujeres), como violadores y agresores sin remedio. Tenemos la Ley de Violencia de Género, que es un ensayo general de exterminacionismo. Con ella, decenas de miles de mujeres han presentando denuncias falsas (a mi juicio el 90%, como mínimo, lo son), se han apropiado de dinero y bienes de sus maridos o parejas y se han hecho íntimas de los cuerpos policiales, con los que se tratan a diario, y a los que ayudan como confidentes, chivatas e informantes. Asimismo, el feminismo genocida no se toma descanso en exhortar a las féminas a denunciar a los varones, presentando a los cuerpos represivos como aliados naturales de la mujer contra “la violencia de género” .
Por tanto, están ya constituidas varias de las condiciones para el genocidio. Hay una ideología demonizadora activísima, que difunden todos los días todos los medios de comunicación, estatales y empresariales. Se han creado los grupos para llevar a efecto las detenciones y ejecuciones, y una tupida red de informantes coopera con las fuerzas policiales. Ya han sido reprimidos y encarcelados ¡más de un millón de hombres!, en lo que es un exitoso ensayo general. El bloque policía-bandas feministas existe ya y está legitimado para intervenir. Sólo faltan que se den dos condiciones, una crisis social extremadamente aguda y las órdenes para iniciar la matanza, que llegarían desde las alturas del poder del Estado.
Hay algo más, no menos terrible. Todas las fuerzas políticas y sociales están de acuerdo con el feminismo exterminacionista, desde el franquismo renovado del PP hasta la mayoría del movimiento anarquista. La izquierda toda es entusiasta del feminismo fascista, sin ni siquiera tomarse la molestia en explicar a sus ingenuos votantes, ellas y ellos, cómo es posible que, en este asunto, derecha e izquierda coincidan rigurosamente.
Lo expuesto, por desgracia, no es una historia de ficción, no es una pesadilla, es un proyecto urdido en las alturas del poder que se va realizando paso a paso. Quienes predican genocidios terminan realizándolos… a menos que se les haga frente con la máxima determinación e inteligencia desde ahora.
Existe, probablemente, otra salida, utilizar el creciente desprestigio del feminismo liquidacionista para reafirmar el proyecto y programa de emancipación integral de las mujeres en el contexto de la idea y estrategia de revolución integral, que se propone eliminar el capitalismo y poner fin a la dictadura del Estado, las dos fuentes de genocidio y de misoginia. La pelota está en el tejado.
En efecto, una salida positiva a la difícil situación en que estamos está favorecida por la crisis del feminismo exterminacionista y machista, cada vez menos creíble, por la movilización popular contra la Ley de Violencia de Género, que avanza lenta pero continuadamente, por la desintegración de los pilares del feminismo, el PSOE y el diario El País, por la ridícula situación en que se encuentra el feminismo ahora, al depender del gobierno del PP, la derecha española íntima de las jerarquías de la Iglesia, por la creciente tendencia del feminismo a valerse de la violencia y la agresión (lo que manifiesta a las claras su naturaleza fascista), por la bancarrota estratégica de la izquierda en general, y sobre todo porque muchas mujeres están entendiendo algo decisivo: que viene un genocidio planeado y realizado en “beneficio de las mujeres” del cual las mujeres son ya y serán más en el futuro las principales víctimas.
Félix Rodrigo Mora