Revista Viajes

Mujeres: viajar después de los 35

Por Magiaenelcamino @magiaenelcamino
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Hace unas semanas me junté con Maru, una chica de 37 años que acaba de salir a la ruta a cumplir su sueño: junto con su novio están recorriendo América en una kombi (kombirutera). Así, se suman a muchos otros amigos viajeros que en estos momentos están dando vueltas por América, Europa, Asia, África y Oceanía.
Cuando uno se junta con viajeros habla de viajes, pide consejos, escucha anécdotas, cuenta experiencias y aumentan las ganas de estar lo antes posible en la ruta. Es como un virus contagioso. Pero con Maru, además de unirnos la profesión de periodistas, el gusto por la fotografía y el barrio, nos une la edad.
Este sencillo hecho hizo que en la conversación salgan otros temas y esos temas hace tiempo que me vienen dando vueltas en la cabeza, ya sea por artículos que leí en algunas webs o por comentarios que uno escucha “en el camino”. Hace tiempo que tenía ganas de escribir al respecto y acá estoy, sentadita frente a mi computadora tratando de escribir algo coherente, que se entienda, que responda a las preguntas que muchas mujeres me hacen por mail y que sea de utilidad para todas las mujeres de más 35 años que quieren cumplir su sueño de viajar.

Mujeres: viajar después de los 35

Cuando me refiero a “viajar” pienso en un viaje que vaya más allá de las vacaciones anuales, pienso en todas esas mujeres de más de 35 que se mueren de ganas de dejar todo, ponerse la mochila o llenar la maleta y salir por unos meses a conocer nuevos lugares y descubrir la magia del camino.

Hace unos meses, conversando con una chica polaca mientras disfrutábamos de un thali espectacular en un pueblito del norte de India, ella me decía que la edad no es impedimento para nada. Yo, con unos 18 años más que ella, le explicaba que para ciertas cosas sí es un impedimento, por ejemplo, le contaba que si tenés más de 30 o 35 no podés obtener becas de maestría en muchas universidades, no te dan una visa de work and holidays en Nueva Zelanda o Australia (tan de moda en los últimos años para jóvenes de países como Argentina o Chile), no podés presentarte a concursos para becas de estudio en otros países, tampoco te dan becas para intercambios culturales en las embajadas, ni recibís subsidios para realizar obras artísticas, entre otros impedimentos. La realidad es que cuando uno tiene menos de 30 las posibilidades para estudiar y trabajar en otros países son muchísimo más grandes que cuando superás la tercera década. Después de los 35 son casi nulas y, pasando los 40, no existen. Obviamente, alguno podrá encontrar excepciones, pero en general es así.

Pero volviendo a lo que nos interesa ahora, viajar es una de las cosas para las que no hay edad y eso es muy bueno. Lo que sí hay son “creencias, imposiciones, tradiciones sociales” que hacen que parezca más difícil tomar una decisión así después de los 35. En nuestras sociedades, se supone que a los 35-40 años ya tenés que tener tu carrera profesional desarrollada, tu departamento, tu auto y tus hijos y algún ahorro “por si pasa algo”. La frase “por si pasa algo” es una de las primeras que debemos desterrar de nuestro pensamiento y vocabulario. Crecer con esta idea y ver que tus viejos y tus amigos crecieron con la misma genera una especie de status quo del cual pareciera que no se puede salir. Todos los que intentan hacer algo diferente parecen “los locos” o la oveja negra de la familia. Escribo esto y me acuerdo de la película Three idiots (tres idiotas) sobre todo de la parte donde uno de los protagonistas le da una lección al profesor de cómo se debe enseñar qué es la ingeniería. Vale la pena mirarla.

El mundo cambió, las relaciones sociales cambiaron, la tecnología avanzó muchísimo y todo esto hace que las posibilidades de elegir otra forma de vida sin seguir con la tradición sean cada vez más mayores.
Así que volviendo a la idea de dejar el pasado para pensar en otro futuro es bueno saber que no es imposible a ninguna edad, aunque puede ser más difícil pasando los 35. Digo que es más difícil desde el punto de vista práctico: cuando hablamos de “dejar todo” no es lo mismo lo que uno deja a los 22 que a los 35 o 40, porque, posiblemente tenga más cosas para dejar después de los 35 (carrera profesional desarrollada, un trabajo que, le guste más o menos, es lo que le permite acceder a muchas cosas que quiere, su departamentito o un auto, etcétera). Así que acá estaría la primera gran traba para animarte a ir por tu sueño: “las cosas que tenés que dejar”. Sólo hay que pensar que son, simplemente, cosas materiales, que no nos dan la felicidad y que, posiblemente, recuperaremos (si es que queremos hacerlo) a nuestro regreso (si es que regresamos).

¿Y los hijos?

Después, inevitablemente, aparece el tema de la maternidad. Esto lo hablamos con Maru y muchas chicas me escribieron mails consultando sobre el tema porque no se animaban a cumplir su sueño, precisamente, por los hijos. Y acá otra vez aparece el “fantasma” de las imposiciones sociales. ¿Y que hay de malo si una no quisiera tener hijos? ¿O si decide tenerlos más tarde, sobre el final de las posibilidades? ¿O si decide que prefiere adoptar más adelante? Además, si se van de viaje por unos meses o unos años… ¿quién dijo que no pueden tener un hijo en el camino? ¿O cuando regresen? Cuando uno tiene veintipico el tema de los hijos casi no aparece en escena porque una sabe que, biológicamente, tiene más de 10-15 años para preocuparse por eso. En cambio, cuando una ya pasa los 35 sabe que los años biológicos que le quedan son muchos menos. Es verdad que hay mujeres que tienen hijos después de los 40, pero la realidad es que los riesgos son mayores.

¿Y si ya tienen hijos? Yo pienso que hay dos opciones. Una es esperar a que los chicos crezcan y cumplir el sueño del “viaje largo” cuando ustedes sean más grandes. No hay edades para viajar o para cumplir sueños, así que si se aguantan la ansiedad, es un buen proyecto a futuro. Nosotros nos hemos cruzado en el camino con parejas de 58 y 60 años recorriendo Mongolia en bicicleta o parejas más grandes viajando por sudamérica. La contra es que inevitablemente con la edad nos vamos “aburguesando”, como decimos cuando hablamos con algunos viajeros. Cuanto más pasan los años aguantás menos cosas, por ejemplo, si ahora podés dormir en el suelo dos o tres noches, a lo mejor en 15 años necesitás sí o sí un colchón.

Y la otra opción es… ¡viajar con los chicos! Existen muchas familias viajeras que andan dando vueltas por el mundo. Algunas deciden dejar todo y trabajan en el camino, otras realizan viajes más cortos y están asentados en algún país. En la actualidad, muchos padres optan por la educación “en casa” y no en una institución y, además, consideran que viajar es la mejor manera de enseñarles a sus hijos a descubrir, entender y moverse en el mundo.

Mujeres: viajar después de los 35

¿Y el dinero?

Y por último aparece el tema del dinero. Con respecto a esto puedo decirles que tomar la decisión de cambiar el estilo de vida o de largarse a viajar por el mundo el tiempo que sea incluye, también, cambiar la visión sobre muchas cosas y una de esas cosas es el dinero. Debemos cambiar el “chip” consumista que nos impone la sociedad capitalista en la que vivimos y, si bien no vamos a dejar de consumir porque ya es como innato al ser humano, podemos seleccionar mejor qué consumimos o, lo que es lo mismo, decidir mejor en qué gastamos el dinero. Si en vez de comprarnos ropa todos los meses, de ir a la peluquería, de adquirir el último teléfono “inteligente”, de comer de vez en cuando en restaurantes, de ir a tomar muchos cafés, de comprarnos cremas, maquillaje, champúes caros y bijouteri, guardamos ese dinero en un sobre o cajón… les puedo asegurar que se sorprenderían con lo que ahorran.

Como ejemplo, puedo contarles que hace más de tres años que no me compro ropa (lo nuevo que tengo es algún regalo de cumpleaños o navidad), no uso cremas hace más de dos años (me acaban de regalar la que voy a usar en los próximos meses), ni maquillaje (le acabo de pedir a mi cuñada que me preste para el casamiento que tengo en abril). ¿Y saben qué descubrí? Que se puede vivir perfectamente igual.

Una vez en el camino existen muchas maneras de viajar barato, que hemos ido contando en muchos relatos en este blog: desde utilizar alguna red de viajeros, como couchsurfing, comer en los puestos callejeros por menos de un dólar, caminar mucho o sólo viajar en transportes públicos, hacer dedo, buscar en las webs de compartir auto, hasta no pagar todas las entradas de lo que “hay que ver” y ser mucho más selectivos. A veces, lo más lindo de un lugar no es el museo o el castillo, sino quedarnos horas conversando con un vendedor o con un abuelo que disfruta de su descanso al atardecer.

También, siempre se pueden encontrar posibilidades para ganar dinero durante el viaje: ya sea realizando alguna actividad artística (como la magia), vendiendo algún producto propio o ajeno (fotos, artesanías) o consiguiendo trabajos temporarios en un lugar con el único objetivo de seguir viaje más adelante. Existen muchos viajeros que han decidido como forma de vida trabajar unos meses en un lugar y viajar los restantes hasta que sea necesario parar nuevamente para ahorrar y seguir camino.

Y por último, existen profesiones, como la escritura, la edición, la fotografía o la programación de sistemas que pueden realizarse desde cualquier lugar del mundo con una computadora y conexión a Internet. Entonces, si alguna de ustedes tiene estas profesiones pueden cambiar la oficina por la playa o la montaña y trabajar desde allí.

Además, como siempre decimos “la necesidad es la madre de todos los inventos”, por lo tanto algo se nos va a ocurrir en el camino para no pasar hambre. Obviamente que la única forma de lograrlo es hacer un click en nuestras cabezas y cambiar nuestras prioridades.

¿Por qué cuento todo esto?

Porque cada vez me escriben o me cruzo con más mujeres mayores de 35 años que no están contentas con lo que hacen o tienen y sienten la necesidad de cumplir ese sueño que muchas personas tienen desde chicos: viajar por el mundo. A eso se suma que en los últimos 10 años, cada vez más personas se largan a cumplir este sueño de dejar la rutina citadina y pasar a una rutina viajera. Cuando uno ve que cada vez más gente lo hace es lógico que empiecen a surgir esas preguntas como ¿Y por qué no? ¿Y si lo hago? Y yo les pregunto a ustedes: ¿y por qué no?

Es sólo el primer paso, es tomar la decisión, es entender que lo material no siempre nos hace felices, que podemos buscar otras opciones de vida, sobre todo esto último: no creer que la única manera de vivir es estar en una oficina 9 horas por día, completar una carrera universitaria, viajar dos horas en colectivo para llegar al trabajo, comprarte un auto, un televisor gigante, un teléfono inteligente o lo último de la moda y veranear 15 días al año. ¡Ojo! Que no se malinterprete, no digo que esa vida esté mal, al contrario, sé de muchas personas que están felices con sus trabajos, con sus familias y con sus rutinas. O por lo menos no se plantean si están mal o bien.
Lo que digo es que ese es el modelo que nos impusieron como el único válido para progresar en la vida y ser feliz. Y eso es lo que no comparto. No es la única manera de vivir. Hay muchas opciones. Sin necesidad de salir de viaje, hay muchas opciones de vida que no se parecen a esa, sobre todo ahora con las nuevas tecnologías.

Pero no me quiero ir de nuevo de tema… volvamos a los viajes. Viajar puede ser una elección de vida, que como todas, tiene lo bueno y lo malo.
Y si simplemente quieren cumplir ese sueño de viajar por más tiempo de lo que les imponen las vacaciones… háganlo! Puede sonar como un cliché, pero hay una sola vida y debemos vivirla como queremos. Siempre empezamos nuestras presentaciones del proyecto mágico hablando de los sueños y terminamos con esta frase de una de las canciones más lindas de Joaquín Sabina: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió”. Si quieren algo, vayan por eso que quieren. No esperen “el momento justo”, ese momento nunca llegará…

A todas las potenciales mujeres viajeras les regalo estas dos canciones:

La vuelta al mundo, Calle 13 (con fotos de algunos de nuestros viajes por el mundo)

Las horas perdidas, de Zamabayoni (él la escribió en relación con la pareja, pero creo que gran parte de la letra se puede relacionar con lo que dice, o intenta decir, este post).

¡¡Buen viaje, amigas!!

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