Revista Psicología

Mujeres y hombres del mañana

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
Mujeres y hombres del mañana

Esta publicación pretende aportar algo a las celebraciones del 8 marzo, fecha de júbilo por las conquistas femeninas y de renovación de esfuerzos y voluntades para continuar avanzando. No hablaremos solo del género femenino, porque el cambio fundamental que necesitamos es cultural y en nuestra opinión, incluye a hombres y mujeres por igual.

Criar y educar con la mira puesta en no imponer nuestros códigos personales, es quizás lo más difícil del rol de madre y padre. Aunque los sentimos fruto de nuestra creación, los hijos avanzarán en el camino de ser cada vez más dueños de sus vidas y decisiones. Si los dotamos de independencia y autodeterminación, estaremos regalándoles actitudes esenciales para su bienestar psicológico.

Es indudable también, que los referentes que somos ante nuestros hijos, los tienden a modelar a ellos en menor o mayor medida. Es inevitable porque mucho antes de que los niños tengan conciencia de sí mismos, ya han empezado a aprender de nosotros, por imitación. Y más adelante cuando ya razonan suficientemente, nos ofrendan conductas que les exigimos, porque necesitan que les expresemos orgullo y reconocimiento. Si nos detenemos a pensar, es probable que muchas de las cuestiones que les pedimos a los niños, las aprendimos también de nuestros propios padres. Tendemos a validar las pautas de crianza que nos aplicaron, sin reflexionar acerca de si fueron buenas o malas prácticas. La educación de los hijos puede ser una experiencia muy enriquecedora, cuando nos lleva a reflexionar sobre nuestra infancia, nuestra historia de vida y a escoger con conciencia crítica, lo que creemos bueno, así como a desechar y no repetir lo que reconocemos como experiencias negativas de nosotros mismos.

En este sentido se enmarca la cultura en la que nos desarrollamos como adultos. Si vivimos en una sociedad donde aun predomina el machismo y los estereotipos de género, es posible que sin darnos cuenta, estemos determinando esos mismos aprendizajes en nuestros hijos: niñas y niños. Una buena parte de eso, como ya veníamos comentando, es casi imposible de evitar. Porque esos somos nosotros, es parte de nuestra identidad. Al interactuar madre y padre, ofrecen un modelo de relación del hombre y la mujer. Si hay igualdad y respeto, eso se trasmitirá, pero igual puede trasmitirse el empoderamiento masculino, la subordinación femenina, la violencia de género.

Sin embargo, allí donde comenzamos a preguntarnos a nosotros mismos, si eso que vivimos sería bueno para nuestros hijos, surgirán respuestas que de seguro van a orientar la educación a niveles superiores de desarrollo y más a tono con los tiempos en los que estarán viviendo estos hombres y mujeres del mañana. Si practicamos la reflexión crítica sobre nuestra propia existencia, es probable que también nos animemos a realizar cambios en nuestras vidas, o quizás no precisemos de ello. No es cuestión de modas pero ciertamente puede ser necesario crecer como adultos, para ser mejores madres y padres. Lo importante es tener claro que sin renunciar a quienes somos, ni dejar de sentirnos bien con nosotros mismos, tratemos de no trasmitir como exigencias educativas, determinados patrones ya reconocidos universalmente como perjudiciales.

Quizás Ud. fue una niña que solo pudo jugar a "las casitas" y vestirse de color rosado. Hoy puede que se encuentre sobrecargada de labores domésticas. Eso no debería impedir que le diga a su hija que no existen actividades masculinas o femeninas, ni en el juego ni en el mundo real. Ud. como niño quizás tuvo que reprimir muchas veces la tristeza, por aquello de que "los hombres no lloran". Pero hoy puede entender cuando su hijo varón tiene necesidad de expresar emociones negativas y cobijarlo con afecto, sin sentir que su virilidad se encuentra en juego. Puede además no ofenderse y sentirse orgulloso, de que su muchacho friegue o limpie, para dar su aporte a la vida familiar.

Ud. como mujer puede aprender y sentir que la estética es inherente a lo femenino y altamente valorada. Pero no resulta imprescindible llevarse siempre a la niña a la peluquería o al tratamiento de sus manos, para que vaya aprendiendo. Ya tendrá tiempo de decidir qué importancia le querrá dar a eso en su vida. Hay que tener claro también, que ponerle uñas acrílicas, vestirla con zapatos de tacones y ropas ceñidas que muestran su cuerpo infantil, no son para nada, pautas educativas necesarias y recordar que los hijos no son posesiones personales. La erotización de las niñas es también un modo de sometimiento femenino.

Si Ud. es una mujer que ha sentido el maltrato de un hombre, aunque no sepa vivir de otra manera, debería inculcarles a sus hijos, que de ninguna manera ningún ser humano tiene derecho a humillar a otro y que es algo que nunca deberían aceptar. Ud. estaría condenando a su hija si le dice... "eso nos toca a las mujeres". O estaría exhortando a su hijo varón a abusar de otras mujeres, si no le hace notar que lo que su padre hace, no está bien.

Lo que sabemos que no es bueno no debemos repetirlo, solo porque así nos criaron a nosotros.

Lo que son nuestros códigos y patrones personales, pero no cuestiones esenciales en la formación del niño, deberíamos dejarlo a la elección de los hijos según vayan madurando y no inculcarlo como valores.

Cuando educamos, no solo estamos delineando el futuro de hombres y mujeres, sino que, además, estamos marcando avances o retrocesos en la sociedad, la misma en la que vivirán nuestros hijos y nietos.


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