Revista Cultura y Ocio
La situación en España
Primera parte: 1568-1610
El tiempo que las relaciones entre España y Japón van a durar, será de una extraordinaria complejidad interna. Entre 1568 y 1618, España va a verse azuzada por sus enemigos.
En Francia, el repentino asesinato de Enrique III extingue la dinastía Valois en medio de un país desgarrado entre el luteranismo hugonote y el catolicismo. Le va a suceder Enrique IV, un Borbón. Un hombre inteligente y astuto, pero sobre todo, un hombre que odiaba España.
Felipe II, que apoyaba el partido católico que representaba la utópica opción de que su hija fuera reina, mantuvo el conflicto, a pesar de que el Borbón, siendo protestante, estaba dispuesto a doblegarse ante las peticiones católicas, de hecho, se convertiría al catolicismo poco después. La guerra, se saldó con el agotamiento de ambas potencias, en 1598, y la paz de Vervins.
Pero la Paz no detendría el encono entre los países. España, por boca del valido duque de Lerma pretendía a toda costa una alianza con Francia, que supliera los continuos hostigamientos ingleses, que se venían produciendo desde que Isabel I accediera al trono, pero sobre todo, desde que se mandó la famosa Armada Invencible. Esta afrenta naval generó un rencor profundo, que se manifestó en múltiples operaciones de represalia por parte de ambos bandos. El incidente más cercano, de hecho, fue el ataque de Las Palmas por corsarios ingleses en 1599.
El plan de Lerma consistía en un matrimonio entre los hijos de los monarcas, francés y español. Pero el plan de Enrique, era bien diferente.
Rápidamente el rey galo se alineó con las potencias protestantes, engañó al papa Clemente III, incitó a la rebelión de los moriscos aragoneses, intentó apropiarse de las posesiones en el Camino Español (que conectaba el norte y el sur del imperio) es decir Alsacia, Lorena, Franco COndado... Intentó aliarse con Venecia, rival de Génova que era aliada española desde que Francisco I embaucara a Andrea Doria, gran almirante con el rescate de los prisioneros de guerra. La alianza pretendía junto con Toscana, bloquear el sur del Caino Español accediendo al Milanesado.
Pero la cosa no quedaba ahí. Junto con su hombre fuerte, Sully, se decidió a desarrollar una política matrimonial que acabara para siempre con las posesiones imperiales que España tenía en Europa. Quería casar al príncipe con la hija del duque de Lorena, cloqueando la parte norte del Camino, al hacerse con la Lorena. a una de sus hijas la casaría con el futuro Jacobo I para garantizarse el apoyo inglés en las guerras contra el Milanesado. Por último, casaría a la última de sus hijas con el duque de Saboya, garantizándose el paso por la frontera alpina y piamontesa que le granjeaba acceso directo al Milanesado. De ahí a Flandes.
El asesinato del rey Enrique a manos de Ravailles fue un auténtico golpe de suerte para la pervivencia de la monarquía y e valido. Muere en 1610 el monarca galo, cuando pretendía dar un duro golpe contra España atacando Italia.
Pronto moriría también Isabel I y accedería al trono Jacobo I, un hombre que no tenía ningún motivo de quea contra los españoles. Un hombre con quien se hablaría de paz, sobre todo porque el embajador español en la corte, Diego Acuña acabaría con controlar los hilos de la política inglesa, impidiendo entre otras cosas que los principales nobles protestantes accedieran a los más altos puestos y deshaciendo el equipo de gobierno que Isabel I le legaba.
En 1609 para más inri, el partido de Jean Oldenbarneveldt gana al resto de facciones políticas en Holanda. Los españoles no están dispuestos a otorgar la independencia de iure, sobre todo por motivos religiosos y porque legalmente no podían hacerlo. Eran sus súbditos y una concesión de ese tipo, podría perfectamente, acabar con la unión de territorios que integraban la corona hispánica. Pero los holandeses eran comerciantes natos y la guerra no les beneficiaba. España tampoco podía mantenerla. Así el archiduque Alberto, hombre razonable, decidió buscar un tregua, que duraría 12 años.
Desde España, creyeron que era obra divina, y así prosiguieron con una política expansionista imprudente, que repercutiría a nuestros protagonistas en Filipinas y que sin duda descuidaría las fronteras internas, dotando a los jesuitas portugueses de un motivo insuperable para poner la zancadilla a los españoles en Asia: la búsqueda de su independencia.
La paz que se fraguaría a partir de entonces era simulada, fingida. España agotaba sus recursos económicos al tiempo que el resto de naciones gestaban sus alianzas para el futuro, pero eso, en una segunda parte....