Revista Arte
Uno piensa siempre en Madrid y Barcelona como las ciudades de la modernidad, donde encontrar el arte más vanguardista, más atrevido, y sin embargo, cuando Zóbel tuvo que elegir un lugar para crear el Museo Nacional de Arte abstracto no se fijó en niguna de ellas, sino en una pequeña y acogedora Cuenca que, en sus casas colgadas, albergaría la mejor colección de arte no figurativo.
Fue realmente su amigo Gustavo Torner quien le sugirió este emplazamiento y junto con Gerardo Rueda crearon en 1966 este maravilloso museo. Siempre teniendo en cuenta la calidad antes de la cantidad se fueron recogiendo obras de los grandes artistas abstractos españoles que aún en España no tenían un lugar para ellos. Los integrantes del grupo El Paso (Saura, Feito, Millares, Serrano y Canogar) forman un núcleo principal junto con la gran cantidad de obra del mismo Zóbel y otros artistas como Chillida, Sempere, Viola, Tàpies, Oteiza,... que configuran un recorrido por el arte abstracto nacional.
Aunque Zóbel, Torner y Rueda fueron sus fundadores, en 1980 es finalmente la Fundación Juan March la que se hace cargo de la colección por donación del propio Zóbel.
Merece la pena destacar además el trabajo de adaptación arquitectónica que llevaron a cabo los arquitectos Fernando Barja y Francisco León Meler, consiguiendo el equilibrio perfecto entre contenido y continente, entre las antiguas vigas de madera de la techumbre y la abstracción moderna del arte.
En un emplazamiento singular, ir a este museo no sólo es una cita obligada para los amantes del arte, sino además un plato de buen gusto para todo aquél que se acerque a la ciudad de Cuenca, desde dónde además tendrá entre obra y obra unas preciosas vistas de los alrededores de la ciudad.