Cuando echo un ojo a las estadísticas, y especialmente a las palabras de búsqueda que los han conducido hasta aquí, me doy cuenta de que entre los lectores que se acercan a este blog hay de todo. No voy a hacer ahora un recuento de ellos, pero hay un tipo de lector que al principio me dejaba algo perplejo, al cual, con el paso de los años, he empezado a comprender y a apreciar especialmente. Me refiero a aquél que utiliza la dirección de correo ([email protected]) y no la casilla de comentarios para opinar, para ponerse en contacto conmigo. Quiere comunicarme cosas sobre el blog, pero de forma privada. Por los motivos que sean, no quiere que esa comunicación sea vista por los demás. Confieso que no sólo no me molesta, sino que me engorda el ego, ya que por lo general sus misivas no contienen críticas al contenido de una entrada, sino inmerecidas alabanzas o incluso propuestas originales para enriquecer la bitácora.
Conozco casos de blogueros que, al no recibir comentarios públicos a sus escritos, se lo toman como algo personal y entran en una suerte de depresión creativa e incluso deciden cerrar el blog. Creo, sinceramente, que esas personas lo abrieron siguiendo motivos equivocados. Si hacen ustedes un recorrido por las entradas de Literatura en los talones se encontrarán con decenas de ellas desnudas, sin un sólo comentario, circunstancia que jamás produjo ni una pequeña mella en mi intención de continuarlo. Por supuesto, escribo para que me lean, pero la popularidad, como Scarlett a Rett en aquella inmortal escena, siempre me ha importado un comino. Algún día, cuando me encuentre inspirado, intentaré hacer inventario de todo lo bueno que me ha proporcionado este espacio a lo largo de sus ya casi siete años de vida, que ha sido mucho más de lo que yo en un principio esperaba.
Volviendo a esos misteriosos y queridos lectores, uno me recordaba el otro día, tras leer la entrada relacionada con los videojuegos, que aún quedaban espacios por tocar, que, por ejemplo, jamás había dedicado mención alguna a la fotografía. Otro se sorprendía al encontrarse inesperadamente en el ciberespacio con Música en los talones, la hermana pequeña de este blog. Es cierto que, aunque hace ya tiempo que integré el enlace en la columna lateral, jamás he hecho una sola mención al canal de youtube. La razón de ello es que en realidad no me parece un complemento, sino un ente independiente que cree en su día por motivos en algunos aspectos menos ambiciosos a los que dieron origen a Literatura en los talones. Sí, una de las listas de reproducción está dedicada a este blog, y en ella pueden encontrar interesantes entrevistas, coloquios y presentaciones de carácter literario, pero el alma del canal no lo constituye la literatura, sino la música.
Pero vamos al asunto, porque esta es una de esas ocasiones en las que mato dos pájaros de un tiro. Si bien las maravillosas músicas con las que he elaborado los pocos vídeos de propio cuño que he ido subiendo al canal proceden de fuentes totalmente ajenas, de autores más o menos conocidos, las imágenes me han sido cedidas en algunos casos por amigos, fotógrafos que, a pesar de mi exiguo conocimiento en la materia, me parecen auténticos maestros. Bajo las hipnóticas y relajantes músicas de Paul Lawler o Tim Story es un auténtico gozo disfrutar de las imágenes captadas por admirados compañeros como Arturo Villarrubia o Loren González.
Vayan esta entrada y la belleza de este vídeo en respuesta y homenaje a mis queridos escritores misteriosos.