Continuamos hablando de neurociencia en ¡Ciencinante! Si hace unas semanas os contábamos uno poco de historia sobre la >corea de Huntington en España, hoy nos toca hablar de la más popular de las enfermedades neurológicas, el mal de Alzheimer.
Brenda Hanna-Pladdy, investigadora de la EMORY UNIVERSITY de Atlanta (EE UU) y su equipo han llevado a cabo un interesante estudio, publicado por Frontiers in Human Neurosciencies, en el que relacionan funciones cognitivas con determinados factores producidos por un determinado estilo de vida. Y el estilo de vida elegido en su estudio ha sido el de un músico.
Muchas de las funciones cognitivas estudiadas se procesan en la corteza cerebral (Ilustración: Sara Campos Miranda)
Así, mediante este estudio, la Dra Hanna-Pladdy y compañía han comparado una serie de funciones cognitivas de un grupo de personas con formación musical frente a un grupo de personas sin esta formación, obteniendo resultados relevantes que nos muestran que una formación musical hace que muchos de estos procesos, como la memoria fonológica, la fluidez verbal, la memoria inmediata o la destreza motora, se realicen de una forma más eficaz por parte de personas con una educación musical. Incluso, se demostró que, en el caso de la memoria verbal, la adquisición temprana de habilidades musicales mejoraba los resultados de estas pruebas. Incluso, se llegó a tener resultados positivos para casos de personas que habían mejorado su cognición mediante el aprendizaje tardío de formación musical.
Pero, ¿cómo se relaciona esto con el Alzheimer? Como la propia Dra. Hanna-Pladdy nos comenta, con una educación musical el envejecimiento natural del cerebro y los efectos de este,causadas por enfermedades neurodegenerativas como la enfermedad de Alzheimer puede ser retrasado o disminuido.
Como vemos tocar un instrumento o cantar no solo puede ser divertido, sino que además, nuestro cerebro nos lo agradecerá. Así que elegid un instrumento, sacudíos la pereza que da repasar las notas que tocábamos en el colegio con la flauta dulce, y démosle una alegría a nuestro cerebro, y, con suerte, a nuestros oídos, que no hay mejor remedio que la prevención.