Aunque suelen ser los Strauss (Johann y Richard, sin parentesco entre ambos) los más evocados cuando se habla de la música clásica que acompaña las imágenes de esta obra maestra de Stanley Kubrick (toda vez que este descartó, pocas semanas antes del estreno, la partitura que había compuesto Alex North por encargo suyo para la película), esta no podría entenderse del mismo modo sin la música de György Ligeti y Aram Khachaturian.
En el caso de este último, armenio nacido en la Georgia soviética, el Adagio de su ballet Gayaneh, de 1942, confiere a las imágenes un aire de misterio, serenidad e insondable belleza.
