Esta comedia con Alberto Sordi, primera película de Fellini tras la cámara en solitario, marca además su encuentro con el compositor Nino Rota, junto al que escribía algunas de las páginas más memorables de las relaciones entre películas y música. Su primera colaboración es ya una declaración de intenciones, banda sonora de aire circense que ilustra el concepto del cine que manejaba el director italiano, “mezcla de partido de fútbol y de burdel”.