Ya casi no piden ni contratan escritores a granel, porque a granel ya casi no hay.
Necesitaba esto. No es sólo la responsabilidad de darle de comer al blog, sino el impulso de sacar cosas de mí que se reafirman o se diluyen o trascienden al escribirlas; es como un ritual donde me proyecto y termino aceptándome, invocándome o transformándome…
Usualmente, cuando me identifico con algo, sea causa, idea, música, costumbre, posibilidad, lo que sea, lo absorbo apasionadamente, lo disfruto, lo expreso, tratando de vivirlo íntegra y totalmente, hasta el punto de casi perderme en eso y es cuando empieza mi regulación interna, y yo mismo incorporo ese algo a mi bagaje personal y no sóy más una etiqueta de persona, sino una persona que expresa desde lo más profundo una flexible y cálida afinidad con algo.
Me he pasado de la total idealización de la vida y comodidad, un tanto bruscamente pero progresivo, a pensar más en mi fortalecimiento interno y externo, a invertir esfuerzos y energía en la supervivencia básica, a sólo procurar lo necesario y priorizar mi tiempo a lo esencial, a las relaciones cercanas, a la convivencia familiar en la comunión más perfecta que nuestras diferencias y ocupaciones nos permite; a lanzarme de lleno al mundo, a tratar de ser más espontáneo, proactivo y abierto a la vida, y no encasillarme. A recibir y tratar de ser recibido y, en la medida de mi aún limitado paradigma, dar.
Puedo ser muy proselitista a la hora de hallar algo que me inspira y tratar de vivir sólo bajo las normas esperadas bajo ciertas líneas de conducta e ideología, y mostrar mi rechazo absoluto ante los demás, volverme incluso prepotente cuando me llevan la contraria. Siempre tendía a inflarme apenas se me reconocía un cambio, ya sea neutral o digno de admiración, como mi inteligencia. Podía ser muy arrogante; por eso, desde temprana edad, traté mejor de reprimirme al máximo, aunque igualmente sufría. Opté por la modestia, y tratar de que mis virtudes, las que fueran, fueran sólo ejemplo viviente y de provecho personal o social, o al menos que molestasen o perjudicasen a alguien lo menos posible. Eso explica mucho de mi tolerancia y ganas de escuchar y aprender, y no tanto de enseñar (aunque reconozco que, si me lo propusiera con verdadero dominio de mì mismo y sincero liderazgo, podría hacerlo muy bien. Y estoy en eso).
Elegí guiarme lo más posible hacia el Open Source y el Creative Commons Optando por Linux (Debian, Ubuntu y Android en especial) y buscando vbandas que de preferencia ofrezcan música libre por Internet y apoyando a las que me gusten. Al principio tiraba mucha carrilla a quienes copiaban CD’s de Windows, sin embargo apoyaba la compartición P2P de música; qué puedo decir, si seguramente el sistema desde el que escribo en el cybercafé es un XP pirata, y al pagar apoyo que siga esto, y al escuchar MP3 seguro sigo alimentando las redes de intercambio. Lo último me parece bien, compartir cultura; lo seguyndo me parece ahora más un asunto de libertad y seguridad (no compares lo modificable y legible del código abierto con un sistema privativo. Fácil.)
Si escogí ser al principio vegan, coqueteando con lo raw y el frutarianismo, fue porque todas las ventajas visibles y lo que representa para muchos no consumir animales: vas contra una parte del sistema que no me gustó nunca, que es la violencia y el especismo, y el constante envenenamiento a través de sus productos a nosostros mismos; porque es màs saludable y económico (y el que sea algo más barato siempre me puede; soy naturalmente un estóico ahorrador, así me educaron a pesar de muchos ejemplos contrarios); es pacifista, es menos contaminante y lo considero mucho màs adaptado a nuestra anatomía. Y es considerar a los animales como lo que somos: hermanos de reino. No quiero que se derrame sangre de seres que no pidieron ser comidos, que sienten tan parecido a mí.
También por eso trato de comprar local, artesanal o socialmente responsable, para tratar de no apoyar el abuso sobre los de mi misma especie. O tratar de fabricar cosas de uso diario y personal por mí mismo. Digo, sería muy estúpido defender a los demás animales y no ver por los míos, así como es desconsiderado siquiera preguntarse de dónde vino el filete que cenas mientras trabajas por la paz mundial.