Revista Cine
"Elvis Presley, que estás en los cielos..."
Aparte de ser un icono musical, uno de los mitos universales del siglo XX ha sido, es, y será Elvis Aaron Presley, más conocido por Elvis Presley (o Elvis a secas), considerado como el Rey del Rock and Roll y admirado por alocadas fans, e imitado, antes y después de su muerte, por incontables devotos. En 1989, Jim Jarmusch, el director de cine independiente por antonomasia de las dos últimas décadas, escribió y dirigió Mystery Train, una película de vidas cruzadas dividida en tres historias paralelas que ocurren en Memphis (Tennessee, Estados Unidos), en la que la figura de Elvis es omnipresente. Jarmusch deja su imprenta con un ritmo bastante pausado y unos personajes difíciles de catalogar, cuyas situaciones y diálogos tienen un punto de humor que es lo más destacable de la película.
En el primer relato, titulado "Lejos de Yokohama", los protagonistas son dos japoneses, Jun (Masatoshi Nagase) y Mitzuko (Youki Kudoh), que llegan en tren a Memphis para ver el Estudio Sun, de donde surgieron músicos como Carl Perkins, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison o el mismo Elvis Presley, y también para ir de visita a Graceland, la casa-mansión de El Rey. En el siguiente relato, titulado "Un fantasma", la protagonista es Luisa (Nicoletta Braschi), una italiana a la que se le ha muerto el marido y no puede partir para Roma debido a un contratiempo del avión en el que iba a viajar. Más tarde conocerá a una mujer llamada Dee Dee (Elizabeth Bracco) que no parará de hablar en todo momento. En el último relato, titulado "Perdidos en el espacio", los protagonistas son tres tipos: Johnny (Joe Strummer), al que llaman también Elvis, Will Robinson (Rick Aviles) y Charlie (Steve Buscemi), que después de un suceso, que marcará un antes y un después en sus vidas, acabarán totalmente borrachos. El punto de unión de las tres historias es un hotel de mala muerte al que van a parar todos los personajes por alguna causa que otra, regentado por un recepcionista (Screamin' Jay Hawkins, que fue cantante en la vida real) y un botones (Cinqué Lee), que son una pareja también bastante peculiar.
Con todo lo dicho, hay que decir que, en general, el ritmo lento del desarrollo de la película es idóneo para los relatos que se plantea Jarmusch, pero sí que en algunos momentos de las tres historias está a punto de hacerse pesado. Aunque a Jarmusch talento no le falta y siempre tiene un as guardado en la manga, como se puede ver claramente en la historia más floja, "Un fantasma", en la que Nicoletta Braschi, una mujer con la que Jarmusch ya había trabajado en Bajo el peso de la ley (1986), no brilla precisamente por su gran interpretación (y si no, vean La vida es bella, con su marido Roberto Begnini), pero a mi parecer Jarmusch sabe utilizar su inexpresividad para dar más personalidad a su personaje. Hay que resaltar el momento en que ella llama por teléfono a Roma desde el aeropuerto gritando en italiano, o cuando se le caen en la entrada del hotel todas las revistas que ha comprado después de que le incitara a ello el dueño de la librería. También, la última historia va mejorando mientras va avanzando la acción, sobre todo gracias a la gran interpretación de los tres protagonistas cuando están bastante borrachos, con un buen Joe Strummer, cantante y guitarrista de la banda mítica The Clash, un buen acompañante Rick Aviles (más conocido por su papel en Ghost, de 1990) y un siempre eficaz Steve Buscemi.
Pero hay que hacer un punto y aparte en el relato crucial de la película, el de la pareja japonesa, cuyo papel es estelar. Son dos personajes para recordar; ambos son tal para cual, no están de acuerdo en casi nada. Además, él es un joven que está siempre serio y aunque ella le pregunta por qué siempre pone esa cara, él le contesta con una frase brillante: "Soy muy feliz, así es mi cara". De ahí, que ella intente hacerle reír en una escena muy cómica en la que le mira con tres diferentes caretos. Aunque la escena que sobresale por encima de todas es la que ella compara el rostro de Elvis con un Rey del Medio Oriente de la Antigüedad, con el mismo Buda, con la Estatua de la Libertad y con la misma Madonna.
En definitiva, Jarmusch consigue una película casi redonda, acompañada de una buena fotografía y una conveniente banda sonora, en la que tiene muy claro desde el primer minuto hasta el último, sin utilizar casi primeros planos y optando con bastantes planos generales en la primera historia.
"Una película llena de humor inteligente, con tres historias que hay que saborearlas paso a paso, de las que destaca la pareja japonesa de la primera, que están absolutamente brillantes"
critica Mystery Train