Revista Cine

NACIDAS PARA SUFRIR (España, 2009)

Publicado el 08 junio 2011 por Manuelmarquez
NACIDAS PARA SUFRIR (España, 2009)Cine sencillo. Comedia amable, con un puntito de acidez (incluso mala baba, llegado el caso). Fijación por un mundo de pueblo, poco glamouroso, alejado de la sofisticación de lo urbano. Y una especial querencia por dirigir la mirada hacia un universo cerradamente femenino. Ésas son las claves bajo las cuales Miguel Albaladejo, un cineasta ya asentado y con un bagaje que empieza a adquirir un volumen respetable, manufactura su última propuesta, “Nacidas para sufrir”: un film de bajo vuelo, una comedia agridulce que, sin aspavientos ni estridencias, nos ofrece una historia a ras de tierra cuajada entre seres comunes, de ésos con los que convivimos a diario sin que su peripecia personal merezca mayores atenciones de nuestra parte.
Y nos la ofrece con la suavidad, buen pulso y cariño con que, incluso en aquellos casos en que se ha adentrado en historias más “bizarras”, por llamarlas de alguna manera (como podía ser el caso de “Cachorro”, o “Rencor”), acostumbra a desenvolverse Albaladejo, un director alérgico a los golpes de efecto y que siempre prefiere dejar que sus historias se desarrollen sobre el despliegue pausado y bien contado de episodios que se encadenan en un proceso ordenado, carente de cualquier alarde o extravagancia formales, y donde se fía más el enganche emocional del espectador al trabajo interpretativo y a la enjundia de los diálogos que a otros aspectos más impactantes.
“Nacidas para sufrir” es la historia de una relación sui generis, la que se entabla entre Flora, una solterona irredenta, sacrificada, bastante chapada a la antigua y un tanto rácana, y Purita, su asistenta, una chica simple, trabajadora hasta la extenuación y de mundo tan limitado como sus entendederas. Dos personajes que se desenvuelven en un pequeño pueblo de la España profunda, en el que su vulnerabilidad solo se expone a un peligro cierto ante amenazas externas (en un principio, las sobrinas de Flora, interesadas en que ésta abandone su casa –y a Purita-; más adelante, la reaparecida madre de Purita –un obstáculo entre ésta y su interesada bienhechora—), situación ante la que Flora decide buscar un “blindaje” bastante particular (y del que no daré detalles, por respeto a todo aquel que desee ver la película sin que le haya sido excesivamente destripada).
Esa historia, tan simple, tan de andar por casa, nos la ofrece el bueno de Albaladejo con un despliegue argumental bien trabado, en el que hay cabida para episodios más y menos cómicos , y en el que siempre hay contrapunto para el tono que el relato va adoptando, de forma que siempre aparece un punto de humor en las situaciones más duras, igual que surge el matiz acre, incluso siniestro, en aquellos pasajes más cómicos. Hábil jugada, en ese terreno, la del director alicantino, que consigue, de esa forma, que la trama se mantenga en un equilibrio tonal permanente, aunque en él predomine, inequívocamente, la pauta amable, simpática.
Tan hábil como la de rodearse de un conjunto de actrices —la mayoría de ellas, presencias habituales en la filmografía previa del director (desde su musa, Mariola Fuentes, hasta su hermana, Geli Albaladejo, pasando por Marta Fernández Muro o una magnífica Malena Alterio)— de nivel más que notable, con especial mención para las dos protagonistas. PetraMartínez, veterana curtida en mil y una batallas televisivas y cinematográficas, compone una Flora comedida, casi hierática, y no por ello carente de una emoción contenida que se transmite en miradas penetrantes, silencios adustos y llantos callados de una forma magistral; y, para darle la réplica, como esa Purita que de puro simple raya en lo celestial, también lo borda, a tono con su nivel habitual, esa Adriana Ozores a la que su perfil de anti-estrella impide que se le suelan reconocer sus enormes méritos, que aquí pone una vez más en la palestra, componiendo un nada fácil personaje con una solvencia que para sí quisieran algunas de nuestras divas internacionales más celebradas.
La de “Nacidas para sufrir” constituye, pues, y en suma, una experiencia cinematográfica tan grata como apetecible, que, ciertamente, no deslumbra, pero deja un regusto a cine hecho con cercanía y sensibilidad, que no resulta demasiado abundante, ni en nuestro cine ni en ningún otro, y que, aunque solo fuera por ello, ya merecería la gratitud del espectador hacia su autor. Un Miguel Albaladejo que, lejos de esos relumbrones hacia los que ha ido derivando el cine de otro autor con el que siempre ha cabido encontrarle ciertas coincidencias (el manchego Pedro Almodóvar), sigue manteniendo, cuál guardián de las esencias, una fidelidad a ultranza hacia su particular mirada: bien está que así sea, mientras que la siga proyectando con la misma ilusión...
* APUNTE DEL DÍA: supongo que ya era hora: las reseñas dedicadas a pelis españolas irán agrupadas bajo una nueva etiqueta, "Cine español". Qué menos...
* Cine español I.-

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