El documental de Diego Marcone se proyectará en el Gaumont el jueves 28 a las 16 y el miércoles 3 a las 21:15.
Con la proyección de Exilio de Rithy Panh, arranca hoy a las 19 el tercer Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires, FIDBA, que se extenderá hasta el 10 de agosto en cuatro salas de nuestra ciudad. De la variada selección de películas programadas, Espectadores recomienda especialmente Raídos, opera prima de Diego Marcone que cosechó cinco distinciones en la edición más reciente del BAFICI: una mención especial por parte del jurado de la competencia oficial argentina, el premio de la Asociación de Cronistas Cinematográficos Argentinos, el premio de la Sociedad Argentina de Editores Audiovisuales, el premio de la Asociación Argentina de Editores Audiovisuales y el premio del público.
Durante o al término de la proyección del film, algunos espectadores se acordarán de Ramón Puerta y de Gerónimo Momo Venegas, concretamente de las denuncias judiciales que en 2015 recayeron sobre el ex gobernador de Misiones y propietario de yerbatales por trata laboral y explotación de menores, y sobre el secretario general de la UATRE por el delito de coacción contra afiliados al Sindicato Argentino de Trabajadores Horticultores y Agrarios. Es que este documental gira en torno a las familias de tareferos (cosecheros de hojas de yerba mate) que cuando la crisis de los años ’90 se trasladaron a la periferia de la localidad misionera de Montecarlo, y hoy siguen trabajando y viviendo en condiciones históricamente precarias.
El de Marcone es un trabajo enorme por dos razones fundamentales. La primera: a juzgar por la variedad y el grado de intimidad de los registros obtenidos, el realizador compartió mucho tiempo -al menos un año- con los tareferos. La segunda: el retrato de estos compatriotas da cuenta de una porción de realidad nacional irreductible a nuestro presente, ni siquiera a los veinticinco años que transcurrieron desde los tiempos de expulsión y exclusión menemistas.
La secuencia de los nenes jugando con las grandes bolsas recolectoras, cargándolas sobre las espaldas como hacen sus padres e hicieron sus abuelos, ilustra la envergadura del daño que los Puerta y los Venegas provocan con la colaboración de un Estado cómplice, pusilánime y/o ausente. De los jóvenes filmados, uno solo puede escapar al círculo vicioso que se reproduce de generación en generación.
A mil kilómetros de distancia, los espectadores porteños nos enteramos de datos escandalosos. Por ejemplo, que los tareferos cobran a lo sumo 50 pesos por cada cien kilos de hojas recolectadas cuando el paquete de un kilo de yerba cuesta 35 pesos. También asistimos al pago del jornal: desde el interior de un auto, el emisario del patrón les entrega el dinero con el debido descuento de deudas contraídas, presumiblemente en el almacén propiedad del mismo explotador.
La película de Marcone comparte con Yatasto de Hermes Paralluelo y con Qu ‘ils reposent en révolte de Sylvain George el respeto por las personas retratadas: chicos cartoneros en el film del realizador catalán; inmigrantes ilegales en el largometraje del documentalista francés. Por otra parte, parece dedicarle algunas de sus imágenes al chamamé de Héctor y Félix Chávez, que el Chango Spasiuk musicalizó años atrás.
Para botón de muestra, vale transcribir las siguientes estrofas:
Empapado de sudor
o tiritando de frío
cargás el baita raído
del sino que Dios te dio.Terminó la zafra,
nada ha cambiado,
seguís igual
con tu carayá.
Reviro y cocido hasta la carpida
de un mandiocal
o algún maizal”.