Revista Religión
Dios le dijo a Israel: “Ustedes no Me creyeron cuando les dije que no tenían nada que temer, que yo pelearía por ustedes. Olvidaron por complete que yo los crie como criaturas y cuide de ustedes. Nunca confiaron en Mí, aunque fui delante de ustedes, les di una nube para refugiarlos del sol ardiente, les di fuego en la noche para alumbrar su camino y darles consuelo en la noche oscura. Pero, ustedes dieron oído a sus dudas, me difamaron, y me hicieron ver como mentiroso” (ver Deuteronomio 1:27-35).
Puedes ser salvo, lleno del Espíritu y caminar en santidad delante de Dios, y aun así, ser culpable de incredulidad. Puedes pensar: “Yo no tengo incredulidad alguna”. Pero, ¿te molestas cuando las cosas van mal? ¿Temes fallarle a Dios? ¿Estás ansioso, temeroso del futuro?”
El creyente que tiene una fe incondicional en la promesa de Dios disfruta de completo reposo. ¿Qué caracteriza este reposo? Una confianza plena y absoluta en la Palabra de Dios y una dependencia total en su fidelidad a dicha Palabra. De hecho, el reposo es la evidencia de la fe.
Puedes preguntarte: ¿Cómo es que el corazón de un creyente se endurece en incredulidad? Vemos una ilustración impactante en Marcos 6. Los discípulos estaban en un bote camino a Betsaida, navegando en la oscuridad. De pronto, Jesús aparece, caminando sobre las aguas. Los doce pensaron que era un fantasma y temblaron de miedo. Pero Cristo les aseguró: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” (Marcos 6:50). Entonces Él entró al bote y cesó el viento.
El siguiente versículo dice todo acerca de los corazones de los discípulos en ese momento: “…y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban. Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones” (6:51-52). (El significado griego de “endurecidos” es: “Una incredulidad dura como piedra, ciega y terca”). Se nos recuerda que estos acababan de experimentar un increíble milagro. Ellos habían visto a Jesús alimentando a cinco mil personas con sólo 5 panes y dos peces y Él usó a los doce para hacerlo. Cuando Marcos nos dice que los discípulos “no habían entendido” este milagro, Él quiere decir: “Ellos no habían llegado a comprenderlo”.
El endurecimiento llega cuando retiramos la parte “sobre” de la palabra “sobrenatural”. Estos hombres no tuvieron la fe para creer lo que acababan de ver a Jesús hacer. En el lapso de veinticuatro horas, ellos habían descartado Su alimentación milagrosa como si fuera una especia evento natural. Ellos aún tenían dudas sobre el poder sobrenatural de Cristo.
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