Por Eloy González
Ha vuelto a ganar Nadal el Roland Garros como si nada, como si fuera cosa fácil. Lleva así como 11 desde que lo ganó por primera vez en 2005. Talmente parece que algunas cosas están hechas para nosotros y de nadie más. Nadal es el Roland Garros y al revés.
Digo como si fuera fácil porque no lo es en absoluto. Es dificilísimo ganar un torneo de esas características y más aun 11 veces. No solo está la presión de la historia de la misma competición, de jugar en sus míticas pistas, de los focos mediáticos o del número de rondas que tienes que ganar para llegar a la final. También está el hecho de que son partidos al mejor de 5 sets (es un Grand Slam), lo que te exige aun más esfuerzo físico y mental.
Nadal es un tipo rocoso, sin mucha sonrisa, austero, directo, que puede resultar hasta antipático (no en vano es mallorquín y eso se da mucho) pero al menos es sincero, se moja y dice claramente lo que piensa en la inmensa mayoría de las veces. En el “tema español”, lo dice claro también. Cuando dijo que “habría que votar”, ya la lió de nuevo.
“Habría que votar” porque supongo que el gobierno salido de la moción (muy legal pero poco legítima), no le gusta nada. No solo porque Sánchez recibió apoyos de todos los partidos nacionalistas, separatistas, antiespañoles mejor dicho. También está la cuestión de los ministros y de sus calidades y habilidades. Cada día que pasa nos afianza en la idea de que no vamos bien.
El primero que dio la nota fue el tal Màxim Huerta, un tío con pinta de zascandil, el de los tuits guarros con tacos y de mal gusto, el que “odiaba el deporte, verlo y practicarlo y que no tenía ni idea ni quería tenerla”. Pero luego como le hicieron ministro, dice que “voy a mimar el deporte”. La conversión de Saulo.
En España, también es verdad, no se lleva mucho la llamada “meritocracia” y menos aun, si eres progre. El tema no es tanto poner al mejor. El tema es poner a alguien que quede bien en la foto. Màxim queda muy bien en la cuota gay (encima con algo de pluma), en la cuota de los del Barça y de paso, en la cuota de hacer el ridículo (muy del gusto socialista). Con los gobiernos Zapo, ya tuvimos cumplida cuenta.
Meritxell, la Batet, también queda muy bien la foto, con ese pelo años 80 y sonrisa belga o bretona. Personalmente me parece una chica muy plástica, muy fotogénica y con bastante atractivo, la verdad. Pero hasta ahí.
Lo malo empieza cuando sabes que es PSC puro y duro, mano derecha o izquierda de Iceta. Que sea la nueva ministra de “Política Territorial y Función Pública” y del PSC, o sea, una catalanista de libro, nos chirría y mucho. Como un tren de mercancías frenando, como un zorro cuidando gallinas, por ahí va. El PSC, ese partido clasista de la burguesía progre catalana que atrajo en su día la mayoría del voto inmigrante del cinturón rojo de Barcelona para convertirlos en meros asimilados sin voz al prusés, no puede ser un buen cuidador del patio patrio. No.
Luego está Borrell, de apellido de Conde de Barcelona del s. X, el renacido, el hijo pródigo. Hombre que dio mucho que hablar sobre todo en el post-felipismo. El preferido de las bases (como ahora Sánchez) y no tanto del aparato. Protagonista de aquel bochornoso caso de las primarias del PSOE de 1998, de “las gano y luego me obligan a dimitir para que se presente otro a las elecciones y que luego dimita en la noche electoral”.
Ahora como ministro de Exteriores dice que “hay que mejorar la imagen de España en el exterior, que está muy desprestigiada por culpa del prusés”. No sé yo al final. Borrell es verdad, que es una persona muy válida, preparada y con un verbo florido pero me da a mí que por su condición de catalán (del interior, encima) se va a achantar cuando no habría que hacerlo. Por de pronto, ya ha retirado eso de “hay que desinfectar Cataluña” cuando Anita Pastor de la Sexta le llamó al orden. Pero bueno, ojalá me equivoque.
Todo muy diferente al rocoso e impenetrable Rafael Nadal, que ése sí levanta pasiones y ampollas. Habla una frase de política y le sale el típico ganapán podemita llamándole “pasabolas”…