Con esta contundente frase comienza la exposición de Andrea Nacach (Buenos Aires, 1975) que permanece abierta hasta el 3 de junio en la galería Tatiana Kourochkina (Barcelona).
La muestra recoge los últimos trabajos de esta argentina asentada en Barcelona. Obras de diferentes formatos: fotografías, libro-objeto, vídeo, etc. organizadas bajo cinco ejes temáticos: el paso del tiempo, la desaparición de la memoria íntima y social, el desplazamiento y sus pérdidas, los diversos imaginarios familiares y, la casa convertida en receptáculo para la identidad.
Una de las obras más sorprendentes de la exposición es 'Paloma', 2001. Un total de 31 pequeñas cajas de metacrilato rellenas de distintas especias que emiten olores diferentes, que producen una sinfonía olfativa casi imperceptible la cual rememora la respiración como forma para aprehender el mundo. En la parte superior de cada caja aparece un fotograma impreso en papel fílmico transparente, donde se reproduce la secuencia completa del nacimiento de una niña. El último fotograma recoge una advertencia casi absurda, extraída del packaging de una bañera infantil, que nos incita a pensar de qué manera cuidamos a los niños y qué responsabilidades adquirimos con ellos.
También destaca 'Familia', 2002-2006. Un libro-objeto que reflexiona acerca de las estructuras familiares y sus códigos de comunicación, sobre la fragilidad de sus vínculos cambiantes, tenues y a veces incomprensibles. Reúne una serie de fotografías de los años setenta y algunas instantáneas actuales, todas ellas atravesadas por un troquel en forma de cruz. Al lado de cada imagen aparece un texto que narra, a partir de breves pensamientos, la progresiva enfermedad de una persona y las emociones que este hecho suscita. Y 'Familia II', 2007. Dispone dentro de un metacrilato los restos del libro-objeto.
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