Revista Arquitectura
Ayer, 30 de octubre, hubo una interesante charla de Juan Navarro Baldeweg en la Fundación Juan March de Madrid. Se tituló Autobiografía Intelectual. Le acompañó el historiador y crítico Francisco Calvo Serraller.
Este blog me mandó como corresponsal a la velada, pero con la cicatería que caracteriza a su administrador y editor, no me proveyó de aparatos de grabación, ni siquiera de una libreta y un boli. (No digo ya una moleskine y un montblanc: Un simple bloc con Homer Simpson en la portada y un bolígrafo de Repuestos Peláez me habrían valido).
Digo esto porque los argumentos de Navarro Baldeweg son sutiles, incluso evanescentes, y hay que tener cuidado y referirlos con precisión. Yo apenas diré de memoria las tres ideas de partida que dijo al principio de su discurso, y de las que sale todo lo demás. Esas ideas las diré tal como las entendí, simplificando y caricaturizando como suelo hacer; lo cual, si habitualmente es injusto, en este caso es especialmente desafortunado, porque Navarro hila muy fino.
Dijo que, puesto que se trataba de su Autobiografía Intelectual, hablaría de los temas que siempre le han obsesionado, y de cómo fueron surgiendo y transformándose a lo largo de su vida, y que de arquitectura hablaría, por tanto, muy poco. (Pero, tal como defiende este blog, estuvo hablando de arquitectura todo el tiempo, porque todo es arquitectura).
Proyectó en la pantalla el cuadro La Cagigona, del pintor cántabro Agustín de Riancho.
Y nos contó un episodio de cuando él tenía unos cuatro años de edad:
Estaba veraneando con su familia, y se internó en un bosque de robles, buscando y recogiendo bellotas, con las que hacía figuras y juguetitos. (Quiero pensar que no se perdió solo en el bosque, sino que tan solo se separó un poco de sus padres).
Con las bellotas en las manos, uniéndolas, relacionándolas, pensándolas, etc, se ensimismó. Se abstrajo de tal manera que durante un rato no sabía dónde estaba, o no le importaba, o, en definitiva, no estaba en ningún sitio. (Tal vez, seguro, sus padres le estaban viendo todo el tiempo, pero él estaba disuelto en el ambiente, fundido con la naturaleza, perdido en sí mismo y en el espacio unitario).
De prontó escuchó su nombre. Sus padres le llamaban y él se oyó llamar. De repente había oscurecido. De repente se había roto la unidad. Tuvo clara y vívida conciencia de que por una parte estaba él (despertó del hechizo, le llamaban, se sintió a sí mismo individualizado, sintió su cuerpo, tuvo nítida consciencia de sí) y por otra parte estaba lo otro (el bosque de robles, la oscuridad, el espacio, "el mundo").
Dijo que aún sentía ese momento y esa sensación, y que el arte, y en definitiva toda su trayectoria, era un intento de recuperar esa fusión con el mundo, ese ensimismamiento en la naturaleza, esa integración que borra los límites propios y la propia conciencia.
Eso explica todo su afán disperso, sus variadas actividades, sus instalaciones, sus displays, su arquitectura y su pensamiento: El arte como necesidad de disolución del yo en lo otro.
Después puso en la pantalla la acuarela Casting 'A Rise', de Winslow Homer.
Y nos habló de su relación con la naturaleza, de la pesca, de que su madre pescó hasta muy mayor... Y de que en esta acuarela el pescador está lanzando el hilo (que da una sacudida como un latigazo en el centro del cuadro).
Nos dijo que uno lanza el hilo y espera a que un pez pique, y que entonces el pescador siente que hay otra vida al otro extremo del hilo, y se siente unido y comunicado con ella.
Un pescador en un extremo de la caña, y un pez al otro extremo. Una vibración de vida a cada lado, y una unión inefable.
Y nos dijo que sentía que el arte era justo eso: Lanzar la caña, lanzar la obra, lanzar las preguntas... esperando sentir lo que hay al otro lado. (También aquí el arte se ve como lo que sirve para unir el yo con lo otro).
Hay en esta visión un afán de trascendentalismo y de metafísica. El arte sirve para conocer la naturaleza y para interactuar con ella. Sirve para comprender el universo.
Respecto a la arquitectura (y él empezó a estudiar dibujo, pintura y grabado antes que arquitectura), para él es una especie de conclusión. Todo tiende a la arquitectura porque la arquitectura es toda ella física y naturaleza.
(Creo que aquí se entiende la Naturaleza no del modo de Frank Lloyd Wright, por ejemplo, que también la veneraba y la escribía siempre con mayúscula, sino como Lo Que Hay, es decir, como el Universo o tal vez, por seguir con lo que he dicho antes, como Lo Otro).
Repito que todo esto son elucubraciones mías a tenor de lo que creo que entendí de entre lo que dijo Navarro Baldeweg.
Es decir, que la arquitectura está sometida a la gravedad, a la temperatura, a la luz, etc. A todos los condicionantes físicos, y tiene que responder ante todos ellos. También quiero entender que esto no es solo la justificación práctica de la arquitectura (solidez, temperatura, luz, calidad del aire...), sino su esencial razón de ser, su justificación ontológica.
Lo dejo así, tan solo insinuado. Él no habló mucho más de arquitectura (¿o lo estuvo haciendo todo el tiempo?).
(La Fundación Juan March publicará en breve, en su página web, la grabación de esta charla, por lo que podréis escucharla y desfacer los entuertos de mis torticeras interpretaciones).
Este blog me mandó como corresponsal a la velada, pero con la cicatería que caracteriza a su administrador y editor, no me proveyó de aparatos de grabación, ni siquiera de una libreta y un boli. (No digo ya una moleskine y un montblanc: Un simple bloc con Homer Simpson en la portada y un bolígrafo de Repuestos Peláez me habrían valido).
Digo esto porque los argumentos de Navarro Baldeweg son sutiles, incluso evanescentes, y hay que tener cuidado y referirlos con precisión. Yo apenas diré de memoria las tres ideas de partida que dijo al principio de su discurso, y de las que sale todo lo demás. Esas ideas las diré tal como las entendí, simplificando y caricaturizando como suelo hacer; lo cual, si habitualmente es injusto, en este caso es especialmente desafortunado, porque Navarro hila muy fino.
Dijo que, puesto que se trataba de su Autobiografía Intelectual, hablaría de los temas que siempre le han obsesionado, y de cómo fueron surgiendo y transformándose a lo largo de su vida, y que de arquitectura hablaría, por tanto, muy poco. (Pero, tal como defiende este blog, estuvo hablando de arquitectura todo el tiempo, porque todo es arquitectura).
Proyectó en la pantalla el cuadro La Cagigona, del pintor cántabro Agustín de Riancho.
Y nos contó un episodio de cuando él tenía unos cuatro años de edad:
Estaba veraneando con su familia, y se internó en un bosque de robles, buscando y recogiendo bellotas, con las que hacía figuras y juguetitos. (Quiero pensar que no se perdió solo en el bosque, sino que tan solo se separó un poco de sus padres).
Con las bellotas en las manos, uniéndolas, relacionándolas, pensándolas, etc, se ensimismó. Se abstrajo de tal manera que durante un rato no sabía dónde estaba, o no le importaba, o, en definitiva, no estaba en ningún sitio. (Tal vez, seguro, sus padres le estaban viendo todo el tiempo, pero él estaba disuelto en el ambiente, fundido con la naturaleza, perdido en sí mismo y en el espacio unitario).
De prontó escuchó su nombre. Sus padres le llamaban y él se oyó llamar. De repente había oscurecido. De repente se había roto la unidad. Tuvo clara y vívida conciencia de que por una parte estaba él (despertó del hechizo, le llamaban, se sintió a sí mismo individualizado, sintió su cuerpo, tuvo nítida consciencia de sí) y por otra parte estaba lo otro (el bosque de robles, la oscuridad, el espacio, "el mundo").
Dijo que aún sentía ese momento y esa sensación, y que el arte, y en definitiva toda su trayectoria, era un intento de recuperar esa fusión con el mundo, ese ensimismamiento en la naturaleza, esa integración que borra los límites propios y la propia conciencia.
Eso explica todo su afán disperso, sus variadas actividades, sus instalaciones, sus displays, su arquitectura y su pensamiento: El arte como necesidad de disolución del yo en lo otro.
Después puso en la pantalla la acuarela Casting 'A Rise', de Winslow Homer.
Y nos habló de su relación con la naturaleza, de la pesca, de que su madre pescó hasta muy mayor... Y de que en esta acuarela el pescador está lanzando el hilo (que da una sacudida como un latigazo en el centro del cuadro).
Nos dijo que uno lanza el hilo y espera a que un pez pique, y que entonces el pescador siente que hay otra vida al otro extremo del hilo, y se siente unido y comunicado con ella.
Un pescador en un extremo de la caña, y un pez al otro extremo. Una vibración de vida a cada lado, y una unión inefable.
Y nos dijo que sentía que el arte era justo eso: Lanzar la caña, lanzar la obra, lanzar las preguntas... esperando sentir lo que hay al otro lado. (También aquí el arte se ve como lo que sirve para unir el yo con lo otro).
Hay en esta visión un afán de trascendentalismo y de metafísica. El arte sirve para conocer la naturaleza y para interactuar con ella. Sirve para comprender el universo.
Respecto a la arquitectura (y él empezó a estudiar dibujo, pintura y grabado antes que arquitectura), para él es una especie de conclusión. Todo tiende a la arquitectura porque la arquitectura es toda ella física y naturaleza.
(Creo que aquí se entiende la Naturaleza no del modo de Frank Lloyd Wright, por ejemplo, que también la veneraba y la escribía siempre con mayúscula, sino como Lo Que Hay, es decir, como el Universo o tal vez, por seguir con lo que he dicho antes, como Lo Otro).
Repito que todo esto son elucubraciones mías a tenor de lo que creo que entendí de entre lo que dijo Navarro Baldeweg.
Es decir, que la arquitectura está sometida a la gravedad, a la temperatura, a la luz, etc. A todos los condicionantes físicos, y tiene que responder ante todos ellos. También quiero entender que esto no es solo la justificación práctica de la arquitectura (solidez, temperatura, luz, calidad del aire...), sino su esencial razón de ser, su justificación ontológica.
Lo dejo así, tan solo insinuado. Él no habló mucho más de arquitectura (¿o lo estuvo haciendo todo el tiempo?).
(La Fundación Juan March publicará en breve, en su página web, la grabación de esta charla, por lo que podréis escucharla y desfacer los entuertos de mis torticeras interpretaciones).