Leo con satisfacción el comentario en Facebook del buen amigo Jorge Latorre --magnífico e ilustre profesor en las materias de la comunicación audiovisual—, afirmando con hondo sentido que la Navidad es, entre otras muchas más cosas, el tiempo de “volver a los paraísos perdidos de la infancia y de la juventud”.Y ello se lo sugiere no solamente la visión del árbol navideño plantado en la plaza de su pueblo, sino acariciar (casi estrujar) entre sus manos una cunita de madera que acoge un diminuto Niñito Jesús, que fue de su abuela. Tiernos recuerdos, a la vez que emocionantes, y que sirven para experimentar conmigo mismo, y por supuesto con los lectores (que para eso se publica) las emociones y sentimientos de los tiempos
navideños.Solamente disiento cariñosamente de Jorge Latorre (y en parte) en un matiz: la Navidad será “paraísos perdidos” para algunos o para bastantes, pero no para todos, ni mucho menos. Porque Navidad sigue siendo actualmente tiempo de afectos y emociones, especialmente entre los miembros de la familia. Porque Navidad continúa siendo tiempo de montar el “Belén”, con los hijos pequeños o tal vez con los nietos en la ayuda.Porque Navidad sigue siendo momento de reflexión y de convivencia, con celebraciones que abarcan desde las delicias gastronómicas hasta las experiencias festivas. Porque Navidad es, en fin (y no solamente), tiempo de amor y de paz, ya que en él se rememora, revive, la venida al mundo de un Niño que trajo el mensaje del amor, de la armonía, de la convivencia, del perdón. Está llegando la Navidad y sin darnos cuenta estamos mezclando los recuerdos de la infancia, cuando esperábamos las “estrenas” de nuestros padres, abuelos, padrinos y allegados; estamos mezclándolos con la nostalgia de los seres allegados que ya nos dejaron; vamos a celebrar las festividades con los presentes pero también con los ausentes, y a tratar de introducir de nuevo en nuestras vidas y en nuestra diaria convivencia un mensaje de amor, de afecto, de comprensión. Está llegando la Navidad y nos va invadiendo la alegría de las celebraciones, adobada de las nostalgias de aquellos tiempos que pasaron pero que nos resistimos a olvidar y más a perder.Está llegando la Navidad para que una vez más la humanidad aparte (o al menos lo intente) la envidia, la prepotencia, el ansia de poder, la corrupción, la violencia, el odio, que ellos sí deben enviarse a los “infiernos perdidos” del pasado. Y, en fin, con la Navidad se imponen estas
reflexiones (no ajenas al sentido religioso de las fiestas), que humildemente pero con todo afecto quiero transmitir a los lectores, con el deseo de que rescaten y vivan en presente sus personales “paraísos perdidos”.¡Feliz Navidad!
LOS CAMPANILLEROS
https://youtu.be/FXn24oKB1co
En la noche de la Nochebuenabajo las estrellas por la madrugá,los pastores con sus campanillas adoran al Niño que ha nacido ya,y con devoción...
Van sonando zambombas, panderos,cantándole coplas al niño de Dios.
En los pueblos de mi Andalucía los campanilleros por la madrugá,me despiertan con sus campanillas y con sus guitarras me hacen llorar.y empiezo a cantar....
y al oírme todos los pajarillos que están en la ramase echan a volar
En la noche de la Nochebuenabajo las estrellas por la madrugá,los pastores con sus campanillas adoran al Niño que ha nacido ya,y con devoción...
Van sonando zambombas, panderos,cantándole coplas al niño de Dios.
SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA
Revista Opinión
Navidad: Volviendo a paraísos perdidos de la infancia y de la juventud
Publicado el 12 diciembre 2015 por SalpebuSus últimos artículos
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