Tras varias semanas ignorando deliberadamente 12 años de esclavitud en este espacio, más por rebeldía ante la "corrección" que impera hoy en Hollywood que por la cinta de Steve McQueen en sí (que sin estar siquiera entre las tres mejores del año es una obra notable), me mantengo firme en mi protesta silenciosa y voy cerrando el telón de las nominadas a Mejor Película con Nebraska, una conmovedora obra de arte de Alexander Payne, exitoso responsable de Entre copas o Los descendientes.
El virtuosismo colocando en su sitio una cámara, una superposición, un primer plano o un fundido en negro inteligente son elementos en este trabajo que resaltan la evidencia de que para que una película tome la carretera secundaria hacia lo artístico y preciosista, no es suficiente con rodarla en blanco y negro. Pero si encima, como es el caso y porque Nebraska y los mundanos personajes protagonistas son un escenario propicio para ello, la puesta en escena carece de color aportando así énfasis a lo dramático y anguloso de las relaciones humanas desde el costumbrismo más básico, mucho mejor: el resultado de la mezcla de ideas claras, buen guión y talento en el combinado dirección, fotografía y dirección artística es una joya sencilla y pura sobre lo difícil de las relaciones familiares que supera las anteriores (grandes) propuestas de este realizador. No en balde ha estado, sin premio, nominada a seis Oscar, incluidos el de película, dirección y varios de interpretación; y bien podría haber ganado cualquiera de ellos sin desentonar lo más mínimo.
Unos luminosos Bruce Dern y Will Forte (ambos en estado de gracia y sabiamente dirigidos) llevan gran parte del peso de esta evocadora obra, que coloca a un padre y un hijo con pasado de dificultades relacionales en un viaje surrealista hacia ninguna parte y a la vez en busca de aquello que está por encima de cualquier cosa y se había perdido. El pretexto es que en anciano progenitor, terco como una mula y con visibles síntomas de demencia, cree haber ganado un premio millonario debido a una afirmación publicitaria engañosa que recibe en su domicilio. Su hijo menor se verá emocionalmente obligado ante su insistencia a no privar a su padre de intentar cobrar la quimérica recompensa, y así aprovechar para hacer el intento de comprobar si es posible recuperar el tiempo perdido con un ser querido, si es cierto aquello de que, aunque sea por los pelos, nunca es tarde…
Junto a los protagonistas, Payne se rodea de un cuidado plantel de secundarios que hacen bueno el dicho de que una gran película se calibra por la categoría del trabajo de los que tienen menos minutos y aportan veracidad a la historia.
Estamos indudablemente ante una de las mejores películas de un año realmente bueno en su cosecha cinematográfica, lo cual supone un plus de mérito a este trabajo con estética "indie", reparto "indie" y presupuesto relativamente "indie" que más quisieran las grandes producciones españolas para sí. Absolutamente recomendable: conmovedora y deliciosa, con el único pero del exceso de pausa en la narración de ciertos momentos del metraje y que sin ello habría rozado la perfección.
Dirección: Alexander Payne. Duración: 114 min. Intérpretes: Bruce Dern (Woody Grant), Will Forte (David Grant), June Squibb (Kate Grant), Bob Odenkirk (Ross), Stacy Keach (Ed), Mary Louise Wilson (tía Martha), Rance Howard (tío Ray), Tim Driscoll (Bart). Guión: Bob Nelson. Producción: Tarquin Albert Berger y Ron Yerxa. Música: Mark Orton. Fotografía: Phedon Papamichael. Vestuario: Wendy Chuck. Montaje: Kevin Tent.