Estos días PP y PSOE recuperan los viejos géneros literarios de la picaresca y el esperpento. Si el PP, aunque no de manera exclusiva, ofrece todo un muestrario de pícaros, golfos y corruptos con innumerables episodios cargados de vileza y bellaquería, por usar términos de la época, el PSOE, para desbancar al incómodo secretario general aupado por la militancia y entregar el control del partido a sus oligarcas, monta un circo esperpéntico.
Se sabe que el sonido monocorde y repetitivo produce una respuesta tan mecánica como poco cerebral. La música de sonidos cortos e insistentes convierte al oyente en un autómata que se mueve al ritmo marcado por la charanga. Pues bien, hay quienes siguiendo esta secuencia, reiteran eslóganes y consignas con la intención de que la gente pierda la cordura y baile, sin ton ni son, el ritmo que ellos tocan. La vieja guardia del PSOE, aunque algunos sean jóvenes, ante la falta de proyecto y condicionado por su incapacidad para persuadir y convencer, prefiere seguir tocando el tam-tam a sus militantes y votantes.
Cuenta el periodista Jesús Maraña que al ser nombrado Pedro Sánchez, se escuchó decir a Susana Díaz: "Este chico no vale, pero nos vale ". Frase que define a la dirigente socialista y que sintetiza muy bien cómo funciona el aparato del partido. El problema surge cuando Sánchez se niega a ser marioneta y decide cortar amarras.
Lo que ha pasado, lo que está pasando en el PSOE, es un síntoma de algo que sobrepasa los límites de la organización interna de este partido. Es algo que, con mayor sutileza, sucede en nuestra sociedad cuando hay poderes empeñados en que todos dancemos al son de su música y permanezcamos atados por los hilos que ellos mueven. Cuentan para este empeño con numerosos e importantes medios de comunicación encargados de ayudar a encumbrar o desbancar a quienes tienen la osadía de bailar otras músicas.
El antídoto para evitar este control sería un colectivo social comprometido. Sólo una sociedad que no precisara de líderes ni salvapatrias, dificultaría el control social por parte de los grandes poderes. Nos ven como rebaño necesitado de guías para conducirnos por el camino adecuado. Nos inculcan la necesidad de liderazgos y nosotros aplaudimos sin sospechar que la simple aceptación de un líder supone el reconocimiento de incapacidad o pasividad por nuestra parte. Sin embargo, comparando estos tiempos con otros, se advierte la ausencia de líderes. ¿Esta carencia supone un problema? Si en una democracia los ciudadanos decidimos tener vacaciones cívicas y confiar ciegamente en la solvencia real o aparentada de nuestros representantes, entonces contribuiremos a un fraude y el concepto de democracia habría que redefinirlo. Toda democracia necesita de ciudadanos activos, que actúen como inspectores de sus representantes para determinar si cumplen con su cometido y proceder en consecuencia.
Volviendo a la música y a la política; la disonancia es una parte integral de la armonía. Sin conflicto ni tensión, la música carece de dinamismo y movimiento. A la democracia le ocurre algo parecido, se tambalea cuando no existe la necesaria tensión social. La falta de líderes es una oportunidad porque la solución no está en encontrar líderes heroicos que tengan todas las respuestas y nos prometan todas las soluciones. La solución está en cambiar nuestra actitud, nuestra conducta y nuestros valores.
Es lunes, escucho a Jacky Terrasson & Cécile McLorin Salvant:
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