En los campos de cultivo europeos se expande una enorme cantidad de química sintética. Fungicidas, herbicidas, insecticidas y demás compuestos están echando a perder la tierra y el agua mientras ponen en serio peligro nuestra salud.
El modelo agrícola intensivo es el culpable de todo este desgaste.
Actualmente, como contrapartida a este mercado químico propio de la agricultura intensiva o industrial, muchos agricultores están escapando del modelo agrícola impuesto por las multinacionales agroquímicas por razones éticas, de salud y económicas.
Para pasar a un modelo agrícola libre de química, el primer paso que debe dar un agricultor es analizar el estado del suelo que posee. La tierra es la herramienta principal con la que cuenta el agricultor y su cuidado es clave para lograr sus objetivos productivos.
La tierra no necesita demasiados tratamientos ni tareas, basta entender la complejidad de su composición para adecuar los métodos. No se debe arar profundamente para no destruir la micro biología y por consiguiente su fertilidad.
Fomentar la bio diversidad en el huerto.
Un buen manto vegetal que cubra la tierra es el mejor protector. Una buena cobertura vegetal permite capturar nitrógeno y los minerales esenciales para la fertilización del suelo agrícola.
Otro aspecto importante para evitar el uso de la química es favorecer la presencia de insectos en el campo de cultivo. Para iniciar un ciclo virtuoso, muchos agricultores introducen pulgones en los cultivos para que atraigan las mariquitas, cuyas larvas se alimentan de insectos dañinos.
El medio se auto regula y el hombre no debe imponer sus tratamientos sobre un sistema que funciona naturalmente. Cuando el agricultor comprende como funciona la naturaleza no puede volver a un sistema de cultivo artificial.
Cero pesticidas en campos y jardines es posible y necesario.
Las manzanas cultivadas de forma intensiva reciben hasta 36 diferentes tratamientos anuales, la remolacha entre 16 y 18. Cuando se llevan a cabo estos tratamientos químicos, las moléculas pueden alcanzar otras plantaciones que no utilizan química.
Pasarse a la agricultura ecológica es una ventaja ya que se logran unos precios más justos por los productos cultivados. Una vez arrancada la producción, los agricultores ecológicos sienten algo parecido a la emancipación de la industria, recobran el control sobre sus cultivos y, en muchos casos (circuitos cortos), sobre la forma de comercializarlos.
La agricultura industrial es una trampa económica en la que caen muchos agricultores. En 2014, se vendieron un 16% más de productos fito sanitarios, una parte de los cuales (de un 13% a un 22%) son sospechosos de ser cancerígenos, mutagénicos y tóxicos para el aparato reproductor humano.
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