Hacer propuestas de máximos y no dejar a los demás un espacio en el que moverse, hace fracasar toda negociación. En primer lugar porque las otras partes no tendrán ningún terreno en el que operar. En segundo lugar, porque tú ya pones todas tus cartas sobre la mesa sin conocer el nivel de exigencia del adversario (nunca sabrás si eres capaz de obtener más del otro). Es decir, en una negociación, plantear exigencias de máximos agota el recorrido propio y ajeno.
Más allá de que la gente proponga cosas que nos parezcan muy tontas/malvadas, contraproducentes o francamente mejorables, es decir, más allá de la cuestión que se debate, el propio debate necesita un mecanismo o protocolo. Ignorar este mecanismo puede hacer caer en saco roto tus magníficas propuestas. Igualmente ignorar que el adversario tiene una inclinación por su propuesta similar a la que tienes por la tuya, lo desdibuja a tus ojos y esa ignorancia tan solo puede aumentar la confusión (restar información).
Dicho esto, las negociaciones básicamente las podemos dividir en dos grandes grupos. Las de carácter cualitativo y las de carácter cuantitativo. En las de carácter cuantitativo se suele llegar a un punto medio. Si Paco pide 4 cosas y María 8 cosas, solemos pensar que 6 cosas es el punto medio ideal en el que los dos no están de acuerdo pero podrán ceder (los dos tienen la sensación de que el otro "pierde" lo mismo). Si María es espabilada y realmente lo que quería eran 7 cosas pero se sienta en la reunión y pide 8, entonces ella habrá "ganado" (si es muy espabilada no dejará que Paco piense que ella ha ganado, para dejar abierta la posibilidad de futuras negociaciones). Es decir, aquí la clave es la información que cada parte tenga.
Luego están las negociaciones de carácter cualitativo. Éstas no las entiendo porque en ellas no hay campo de juego común. Si Paco y María negocian sobre si su fábrica debe producir cocacola o hebillas no hay cocacolahebillas capaces de más o menos contentar a las dos partes y no dar la sensación de que nadie pierde más que el otro. En el mundo de los negocios o en el mundo de las decisiones técnicas, estos debates son menos frecuentes que en el mundo de la política (o de lo que entendemos en España por política). En los debates políticos veo más veces de las que me gustaría cómo cada uno habla de su libro. Creo que este diálogo de besugos es el responsable de tener al país produciendo como loco cocacolahebillas.
Bien, por una parte tenemos la dialéctica de estados (los estados no se comportan como personas) y por otra los debates cualitativos. En conjunto, estas cuestiones metapolíticas vienen a explicar por qué suceden cosas horribles en el mundo (también suceden cosas horribles por desastres naturales y porque la gente está pirada, pero me centro en la cuestión política). ¿No es acaso más sencillo y da menos dolores de cabeza dejar a un lado el debate cualitativo? El debate cualitativo, en política, suele implicar el uso de términos opacos, no manejables, metafísicos y de significado cambiante, que impiden cualquier debate. Supongo que porque aquí todos somos muy demócratas no podemos rechazar un debate, pero el caso es que estos debates no son debates. Bueno, debates a lo mejor sí, pero seguro que no son negociaciones. ¿Esperamos que el más guapo o quien mejor emplee la retórica venza? ¿Qué esperamos de este tipo de debates?
Pues lo que esperamos es reafirmar nuestras posiciones de partida. En el camino, derribamos puentes y atrincheramos las posiciones.
Apariencia de polarización
Muchos dimes y diretes sobre la polarización ideológica en España. Llevamos con esto desde que les dimos zapatilla a los franceses. Lo escrito anteriormente parece que puede causar polarización y enconamiento. Sin embargo, yo lo que veo es una polarización impostada, una apariencia de polarización. Nunca jamás en la historia hemos estado de acuerdo tantos en tantas cosas. Hoy existen enormes consensos en temas fundamentales. Puede que en parte sea porque se nos hurtan debates y en parte porque los temas fundamentales, críticos, vienen escritos desde Bruselas.
Entonces ¿a qué se debe la apariencia de polarización? A debates sobre asuntos cualitativos. En concreto a debates sobre asuntos cualitativos que afectan de forma directa a partes minoritarias de la población. Deshaucios, aborto, drogas, matrimonio entre personas del mismo sexo, inmigración, secesionismo, el IBI de la Iglesia... es en estos temas en los que la gente asume polos opuestos y atribuye sus posiciones a una u otra ideología siguiendo criterios arbitrarios (!). Sin embargo, en los temas que afectan a partes más grandes de la población, que sí pueden responder a tradiciones ideológicas diferentes, no hay polarización porque no hay debate: paro, pensiones, modelo energético, modelo de transportes, política fiscal, política europea...
Sin menospreciar que haya asuntos extremadamente importantes para unas pocas personas y sin negar que se pueda hablar de esos temas (todos formamos parte de varias minorías), llama la atención la cantidad de portadas que dedican a unos en detrimento de otros y el esfuerzo que dedican los partidos a establecer minuciosamente sus posiciones sobre los temas minoritarios. Dicen en Politikon que una minoría organizada suele ganar a una mayoría desorganizada, cosa que explicaría esto. Pero también ocurre que los debates enconados responden a infructuosas negociaciones de carácter cualitativo (un feto es una persona, un inmigrante no es un ciudadano, un canario no es un castellano, etc). Negociaciones en las que cada cual maneja los significados de las palabras que más le convienen.
De acuerdo, por mi podemos seguir hasta el fin de los días gastando tinta, bits y saliva, pero al menos ¿podemos hablar también de lo otro?
Hubo una época en que las prostitutas tenían que aprender poesía:
Por cierto, no sé quien es más burro, si el prostituto o quienes le responden.