Nelton Pérez recibiendo el Premio Alejo Carpentier (captura de pantalla)
Entrevista de Ángel Santiesteban-Prats
1- Tu abordaje en la escena literaria nacional ha sido, si se quiere, lenta pero concisa, como de quien no le interesa epatar dada su personalidad distinguida, pausada y educada al mejor estilo de un lord inglés –aunque lo cortés no quita lo valiente-, sin dejar de diseminar tu obra en el ámbito cultural; y una vez que se mira atrás se descubre tu callada y constante permanencia, por lo que cuentas en tu haber con varios libros y premios nacionales y foráneos que “encumbrados” escritores oficialistas de plantilla te envidiarían. Sin mucha bulla te has acercado y mantenido en el primer nivel; pero de esto hablaremos más adelante. Antes quiero que los lectores y yo conozcamos sobre tu niñez, allá en tu amado y natal pueblo de Manatí, en Las Tunas, y que una vez me llevaste a conocer, y el cual me pareció el plató para el rodaje de una película del oeste con aquellos caballos amarrados en las esquinas de las bellas casas de madera al estilo norteamericano, mientras sus jinetes bebían un puñetero ron casero, nombrado “hueso de tigre”, fantasmas que intentaban dar la espalda a la realidad y al esqueleto de lo que fuera el ingenio azucarero, símbolo de una quimera o el castigo moribundo de las utopías que, cada uno de los pobladores cargaban en sus hombros o en sus conciencias cansadas de sumar batallas perdidas. Ese “alcoholifan” agradecido les ayudaba a cada poblador a borrar sus frustraciones, a terminar de enterrar una vida definitivamente inalcanzable. Aquellos muertos vivientes de tu añorado pueblo, Nelton, bebían desaforados en inmenso silencio, salvo el sonido del viento jugueteando con el polvo de las calles sin asfaltar, remolinos de tierra de aquel mediodía en que te imaginé en tu escualidez de niño introvertido y triste que jugaba con lagartijas, envidiaba el vuelo de las aves, y conversaba con las plantas, sin que nadie lograra descifrar tu lenguaje y tus secretos que removían ya un extraordinario mundo de fantasías y de ficción dentro de ti. Luego comenzaste a convertirte en un fanático del fútbol, pues tu esmirriado cuerpo y piernas largas te abrieron la aceptación del espectro del mundo social que te rodeaba y tu inclusión, gracias a tu rendimiento deportivo, y que rompía con ese solitario mundo introvertido del niño imaginativo. Visto desde la distancia, ¿qué se te hizo consciente primero, el amor al fútbol o al arte?
Primero déjame decirte que la mayoría de las calles de Manatí tuvieron asfalto, pero ya el polvo, la tierra, lo han suplantado, así ha sido con el central y casi todo. El fútbol es lo primero que en mi tiempo un manatiense aprendía a amar. El fútbol es un arte también, una pasión.
2- ¿Hoy qué hubieses preferido ser, un destacado futbolista o el escritor que eres?
Equipo de Fútbol Verona, del interbarrios de Manatí 1992
Soy un escritor que puede fabular ser un futbolista, incluso mejor que el que fui o soñé ser.
3- Luego, ya en la adolescencia, tu familia emigró hacia la Isla de Pinos, ¿qué sentimientos dejaste atrás en aquel terruño: familia, amigos, amores, lugares de niño feliz?
Por experiencia propia, me consta que ese cambio de realidades en la adolescencia marca profundo, y la añoranza se convierte en una presencia indeseada que impertinente avisa que no perteneces al lugar donde te encuentras, máxime que detrás quedaba tu abuelo materno, a quien siempre le ofreciste un lugar especial que él se supo ganar con su cariño y atenciones.
Siempre regresaba en vacaciones, sin faltar siquiera un año. Volví a vivir en Manatí, junto a mi abuela Lila, tíos y primos, el abuelo Francisco y los amigos de mi infancia. Cuando regresé, sucedió que quienes comenzaron a irse de Manatí fueron ellos, los amigos, la gran estampida comenzó hacia 1992. Nunca se puede recuperar lo perdido, eso aprendí. Aún vivo entre dos lugares.
4- ¿Cómo luchaste contra esa nostalgia? ¿Te habrá fortalecido en tu carácter? ¿Esa melancolía habrá sido combustible a la hora de narrar frustración y dolor en tus personajes? Al final navegaste de una isla a otra mejor. ¿Qué encontraste en esa ciudad de Gerona, en la que me consta que el tiempo te ha enseñado a amar y que hoy sientes tan tuya como un pinero más?
Aprendí primero, de mis amigos de Manatí, lo que es la nostalgia; para mí, estar lejos de Manatí fue en ocasiones igual que si estuviera fuera de Cuba. Y así era, otra isla. Encontré cientos de africanos, árabes, centroamericanos por todos lados. Con ellos podía jugar fútbol en la playa, buen fútbol. A veces se asombraban de que un cubano pudiera jugar y pensar el fútbol tan cercano a ellos. Primero odiaba la isla, le llamaba en cartas a mis seres queridos, el islote; luego, el tiempo me hizo también un poco pinero, lo supe en un campeonato nacional de fútbol en Santa Clara, yo y el resto del equipo en el que la mayoría eran estudiantes africanos, echábamos de menos y con ferocidad el jugo de toronjas. Ahí comprendí que pertenecía ya un poco a esta isla, puede llamársele efecto Robinson Crusoe. Ahora, igual vivo aquí, y ya no tengo toronjas.
5- Sabemos que en ti desanda el poeta, que en esencia es lo que marca o guía tus escrituras, de ahí esas canciones que compones, además del lugar primordial que le entregas a tu obra narrativa, géneros que alternas en tu ámbito creativo. ¿Cuándo te comenzó esa necesidad de comunicarte a través del arte?
Yo recuerdo estar enamorado de una vecina cuando apenas tenía unos 3 años. Solía enamorarme mucho. Así que me dio por escribir poemas por culpa de una muchacha que estudiaba en mi escuela allá por 1987. Pero siempre que leía, imaginaba otro libro más propio. Lo mismo con las canciones, versionaba mucho en mi mente. Reescribía mi realidad con otra imaginada, fabulada.
6- ¿Quién pondera más en ti, el poeta o el narrador? Apenas asomaste en los espacios culturales ganaste varios eventos, entre ellos el Premio Nacional de los Talleres Literarios con el cuento “Un café en el París de entonces”, y que permitiera, gracias a la aceptación del texto, que comenzaras a ser visible por los Maestros, la crítica y los escritores contemporáneos. A mi entender, en ti vuelve a ocurrir algo que sucedió con nuestro querido, y que en paz descanse, Guillermito Vidal, que su obra y hasta su persona, exactamente como en ti, han sido “puentes” de generaciones. En el caso del Guille fue pasadera entre la generación de los ochenta, y la de los “novísimos”. Él jugueteaba, se paseaba entre ambas generaciones, puede que por su talento y simpatía. Quizás en ti, por tu especial talento y carácter que te hace de más edad, fuiste aceptado entre los “novísimos” sin recelos; pero en definitiva, la crítica es quien dispone, pues aunque no parezca de mucha importancia, la necesitan para sus estudios.
Recientemente, reconocí en el espacio televisivo de Entre libros, que me considero un narrador que hace apuntes poéticos, que a ratos escribe poesía. En lo de ser puente y “novísimo”, no sé. Tengo un amigo poeta y crítico que afirma que mis cuentos tienen más la impronta y la nostalgia de los cuentistas de los 80. Ahí quizá haya un puente con Guillermo. Yo, como te dije antes, soy un Robinson que escribe desde una isla que está dentro y fuera de otra, hay algo de muñeca matrioska. No sé clasificarme, pero hagamos recuento. Por mi “insilio”, comprendí que no pertenecía a grupo literario alguno. La Isla de Pinos es una tierra de poetas, hay pocos narradores. Me gusta creerme un narrador manatiense y un poeta pinero. Yo siempre estuve moviéndome entre Manatí y la Isla, de paso por La Habana. Mi aspiración fue ser del grupo del profesor Eduardo Heras León, que para mí era el equipo Brasil en el fútbol, que no siempre ganaba, pero que sí gustaba más. Una mezcla entre Hemingway y Cortázar, algo así. Un día, el chino Heras me dijo: “Ya puedes considerarte parte mi grupo”. Y fue el primer gran premio. Poco después, llegó el centro de formación literaria Onelio Jorge Cardoso, que, de grupo de elegidos, pasó a ser masivamente el Harvard de la narrativa cubana, con fans y detractores.
7- ¿Según la crítica literaria en dónde te ubican generacionalmente, en los “novísimos” o los “posnovísimos”?
Tal vez soy un “novísimo” tardío, y por ello, puedo parecer y ser un fuera de equipo. Eso me ocurrió una vez en el fútbol, estaba en dos categorías y a la vez en ninguna. No pertenecer también me viene de naturaleza. El aprendizaje de técnicas narrativas, mañas y suspicacias del oficio, se aprenden entre colegas, lecturas de obras universales, talleres literarios, pero sobre todo por aquello que Ernest Hemingway llamó “detector de mierda”, y que inferimos que no debe ser más que la intuición personal.
8- ¿Qué crees y quién, según tu apreciación, te haya ayudado al desenvolvimiento en la narrativa, que es el género al que has apostado tu propuesta como intelectual y artista en definitiva?
Guillermo Vidal, allá en uno de mis regresos a Manatí en 1991. Yo leí uno de mis primeros cuentos y él pasó un papelito a otros escritores. Leí nervioso, acabábamos de conocernos. Me pareció que se burlaba, luego leí que el papelito decía: Este tipo es escritor. Me dijo que leyera a tal y más cual escritor. Nunca se hizo el maestro, sino el amigo, bajaba hasta mí para aconsejarme o revisar mis cuentos. Él y Sacha fueron jurados de mi primer premio literario nacional. Sacha no me conocía aún, pero Guillermo y Alberto Garrido se pusieron más contentos que yo mismo. Sacha dijo maravillas de mi cuento que luego repitió un director de Cultura de visita en Manatí y eso sirvió para que una dirigente que vivía en mi barrio comenzara a saludarme y no pensara más que yo era un vago viajero, y hasta obtuve una plaza en la Casa de Cultura de Manatí. El premio, llevado al cambio de ese año de 1994, consistía en un dólar y veinte centavos. Pasé casi un mes mirando aquel cheque que no sabía si cobrar o guardarlo de recuerdo. Al final tuve que visitar el banco. Después, conocí a muchos escritores importantes para mi formación, ángeles que aún son de mi batallón. Pero cuando más hambre y escasez estábamos pasando en Las Tunas, allá por 1993, un día, Guillermo nos dijo a Alberto Garrido, Carlos Esquivel, y a mí, tal vez había otro que no recuerdo ahora, que mandáramos toda preocupación al carajo, que lo nuestro era escribir. Escribir con rabia o hambre, sin corriente eléctrica, sin papel, como fuera, pero siempre escribir. Apartar un momento las quejas y lamentos y escribir. Porque si no, qué seríamos. Y nosotros éramos escritores… Y ahí, como si pactáramos con su juramento, lo vimos comenzar a crecer como novelista hasta llegar a ser el más prolífico y premiado de Cuba. Y hasta hoy es un ejemplo…
9-Tu admiración hacia la literatura de Amir Valle y, por supuesto, a su generosidad constante de ayudar y enseñar a escritores noveles, dada su necesidad y capacidades pedagógicas y críticas que lleva en sus entrañas, te permitieron traspasar ese espacio delicado del alumno al amigo entrañable, y por eso se te abrieron las puertas de su casa y los brazos de su familia. Coméntame sobre su aporte a tu desempeño de escritor y el significado de contar con su leal amistad.
Yo fui invitado a un evento de narrativa en Santis Spíritu. Alcancé el último asiento de la guagua, junto a Amir y Alberto Guerra. No recuerdo quién me lo presentó; había escuchado su nombre a Guillermo. Sé que me pidió algo mío para ir leyendo durante el camino y le di mi mejor relato hasta ese momento, “El viaje”, una historia de balseros de como veinte páginas. Antes de que bajáramos en la autopista a comer, me miró y me dijo: ¿De dónde tú saliste? A mí me dio mucha gracia pues no hacía mucho, el profe Salvador Redonet, me había dicho: ¿Dónde tú estabas metido cuando yo hice la antología “Los últimos serán los primeros”? Creo que le dije a Amir: Chico, en Manatí y en Nueva Gerona. Me dio algunos consejos, pero desde ese día fue mi amigo. Lo visitaba en su apartamento y descubrí que escribía como un curiel en una buhardilla, más bien una mini barbacoa centrohabanera en la que apenas cabía sentado. Escribía con su oficio de periodista mientras masticaba palitos crudos de espaguetis. Recordé el cuartico solariego de Guillermo, sin baño y con barbacoa, y me dije con tristeza que no todos los escritores debían vivir tan reducidos. Luego, Amir volvió a casarse y fue a vivir en la calle Perseverancia, y eso era para mí fue todo un símbolo. Amir tenía en su computadora, clasificado y registrado, al guajiro narrador del lugar más recóndito de Cuba. Fue el más cercano colega que tuve en La Habana hasta que apareció otro escritor llamado Ángel Santiesteban-Prats, que siempre me pareció haber vivido en mi barrio manatiense y jugado en mí equipo de fútbol.
Ángel Santiesteban en una de las presentaciones del libro Dichosos los que lloran, Premio Casa de las Américas 2006, junto al escritor Nelton Pérez
(cortesía OtroLunes)
Amir Valle fue primero amigo, luego, profesor en el Centro Onelio Jorge Cardoso, pero ya para ese entonces, yo era junto a Alberto Garrido y, también Guillermo, los amigos preferidos de Bertha, su esposa. Y eso ya era ser familia, familia literaria y cuasi siciliana. Con Amir, y gracias a él también, di mi primer viaje de escritor, a Brasil. Cuando se fue, (y ya un poco antes, yo pasaba mucho tiempo de visita en casa del tal Ángel que te digo), La Habana se me quedó un poco vacía. Suelo escribirle semanalmente, pero ya esa ausencia es de largos años. Cuando un amigo se va… Bien, no voy a cantarte esa canción aquí, la he tarareado demasiadas veces. Pienso que pronto nos veremos para abrazarnos fuerte.
10- Como muchos escritores no provienes de una educación académica literaria. Recuerdo que una vez Amir Valle afirmara que “la única carrera universitaria que ayudaba al escritor es la lectura individual” Visto así, ¿de cuáles libros y autores nacionales y universales te alimentaste?
Podría darte una lista interminable de amigos, de colegas generación y clásicos como Hemingway, Julio Cortázar, Milán Kundera y muchos otros más. Pero hay un libro que me hizo comprender a lágrima viva, desde mis vísceras y el tuétano de mis huesos, que yo soy escritor y quiero escribir un libro así de bueno: “El vino del estío”, de Ray Bradbury. Ese es mi libro, ese pueblo es mi Manatí, con todos sus grandes personajes, visto desde el adolescente que siempre me acompaña. Y muchos otros libros y autores, soy malo haciendo listados. Las historias de mis abuelas y mi abuelo son aún mi mejor archivo.
11- En ti existe una proyección investigativa que te lleva a la necesidad de ser testigo de los hechos históricos que te marcan, por ello, el conjunto de relatos y viñetas “Apuntes de Josué 1994” –que después de varios años de asegurarte su publicación, año tras año, aún continúas esperando esa promesa de los funcionarios de la editorial “Letras Cubanas”- , marca una etapa nacional, exactamente la estampida humana que ocurrió en 1994, cuando los cubanos se lanzaron en balsas y en todo lo que prometiera flotar, para cruzar el estrecho de la Florida y alcanzar una vida mejor en los Estados Unidos. En tu libro plasmaste esa agonía de los jóvenes que se marchaban y el sufrimiento familiar ante la incertidumbre de los suyos, donde miles quedaron sepultados en sus aguas. ¿Qué nivel de compromiso con tu tiempo y los tuyos te imbrican en sus realidades? ¿Recoger en tu libro esas desgracias humanas es una postura que nace del dolor o simplemente es tu olfato de advertir una excelente historia? ¿Esa espera de la publicación, luego de aceptar algunas censuras, que sentimiento te provoca?
“Apuntes de Josué 1994″, va a salir al fin para finales de 2015 o la feria de libro 2016, vuelvo a confiar. Llevo confiado casi once años, pero ya existe un contrato firmado. Es un libro que salió por Ediciones Coliseo, El Escorial, en Madrid en 2001. Creo que saldrá, sí. Es un libro que sufrí escribirlo, lo tenía dentro de mi cabeza dándome vueltas, removiéndome las entrañas. Lo escribí desde el dolor. Un día iba a comprar un pasaje de barco en La Víbora, y me senté en un parquecito a escribir unas pequeñas viñetas que salían solas de mi cabeza, como si estuviera en trance. Recuerdo que esa misma tarde se las mostré a Amir Valle y le agradaron. Yo estaba saturado del tema de los balseros, quería escribir de otra cosa. Creí que aquel libro que me salía como dictado sería lo último de ese tema, pondría final a aquello. Utilicé cartas, anécdotas de amigos y familiares, cuentos que escuché cerca de mí y todo fue un ajiaco. Amir lo considera una “cuentinovela” que abarca esos episodios de manera casi totalizadora. He publicado algunos cuentos por separados. Sé que mi olfato ha estado ahí, pero es un libro que hice desde mi “insilio”, creyendo mi cama una balsa y poniéndome en cada cubano que hizo este viaje suicida. Por ello lo llamé “Apuntes…”, me propuse no adentrarme ni desarrollar mucho cada historia. Hay algunos de cuatro líneas que son como una trompada en la quijada. Me gusta imaginar que son ventanas abiertas al lector y que este le pone el relieve y los personajes que yo solo puse en siluetas. Toda familia cubana tiene un miembro o conocido que vivió o murió en estas travesías. Siempre pienso en algo que leí: que leyendo a Balzac uno aprendía mejor la historia de Francia. Un libro realista siempre debe ser así de sincero con su época. Mi compromiso, si es que tengo alguno, es con mi época, testimoniar con un pedacito de mi verdad que es solo un fragmento de la totalidad. De eso que no se hablaba ni en la prensa… pero yo no me lo impuse. Fue mi circunstancia, mi pan amargo de cada día. Lo genial sería que al cabo de cien años sirviera no solo como noticia… Esperar también es provechoso, el escritor ha de ser como un buen vinatero en eso de añejar.
12- Recientemente has ganado el premio nacional más codiciado, respetado y mejor remunerado, el “Alejo Carpentier”, con tu novela “Infidente”, una mirada ficcionada de la estadía en la Isla de Pinos del más grande de los cubanos “José Martí”, luego de su salida del presidio político y a la espera de su deportación, y que muy poco existe en documentos, testimonios, y hasta en los apuntes del Apóstol, que –extrañamente y por desgracia– no recogiera como acostumbraba. Por varios años te diste a la tarea de estudiar con pasión su obra, su lenguaje y sensibilidad para ficcionar esa etapa histórica, y luego de leérmela sé que respetaste al máximo y con delicadeza sus sentimientos, forma de pensar y entender su tiempo. De alguna manera nadie mejor que tú, aparte de tu talento, para tener esa impresión cuando coincidiste en juventud, y en el trayecto desde Batabanó hasta la entrada en el río de Gerona, y encontrarte con una ciudad desconocida que por alguna razón fueron impuestas, en tu caso por tus padres y en los de José Martí por el régimen colonial. Ambos percibieron los mismos sentimientos ante lo desconocido, y ese rencor de abandonar un ámbito de costumbres y amores. Para aumentar esa complicidad, comenzaste a vivir muy cerca de la finca “El Abra”, donde residiera el Maestro, y que tuvieras que presenciar tras cada amanecer y percibieras los mismos olores a hierba húmeda, a la tierra después de la lluvia, a ver la misma salida del sol y su caída, los atardeceres; para aumentar tu sensibilidad, allí creció tu hija Camila, y que inevitablemente por todo y cada una de esas consecuencias, volcaste magistralmente en la novela, al punto que las cartas que supuestamente escribe José Martí, fueran creídas de su autoría por los excelentes intelectuales integrantes del jurado, cuando en realidad son invenciones tuyas. ¿Todas o algunas de estas elucubraciones que nunca te he comentado, se acercan a tu entender, a las causas que te provocaron el embarazo del magma de lo que a posteriori fuera la novela? ¿Cuáles sentimientos te conllevaron a tal escritura?
Nelton Pérez recibiendo el Premio Alejo Carpentier
Creo que sí, tienes razón en todos esos supuestos que creíste ver cuando leíste “Infidente”. La historia del siglo XIX cubano me apasiona. Creo ahí están las claves de todo lo que ha vivido esta bendita isla de Cuba, de Pinos… Yo había escrito un cuento corto en 1996. Salió publicado, y años después volví a reescribirlo pues me pareció malo… así que lo reescribí mucho, y llegó a ser relato, y luego novela. Cada día era más inconforme y consciente de que no conocía ni un poco a aquel joven Martí ni su época. Leí, entre muchos libros, uno de Raymundo Cabrera, el padre de Lidia Cabrera, su libro “Mis buenos tiempos”, un capítulo dedicado a Isla de Pinos donde él, también joven, estuvo deportado tan solo un año antes que Martí. Y lo otro fue fabular, leer, conversar, polemizar con historiadores amigos, creerme aquel joven por momentos y crear una ficción de esos dos meses y cinco días que vivió acá en finca El Abra. Reescribí como nunca antes lo había hecho, fue duro, pero placentero… fue meterme en camisa de once varas, lo sé. A Martí se le idolatra como a un santo. Pero mi reto fue intentar verlo como un muchacho desconocido y quebrado físicamente, pero tan grande que su alma no cabía ya dentro de sí. Pero un muchacho… Lo otro, fue la Nueva Gerona de 1870 y sus personajes de entonces, reales o inventados, las costumbres y olores. Mezclar algo de todo para ver qué lograba con mi imaginación. Eso es “Infidente”, una novela de ficción que colabora con la realidad. Una realidad de la que no se sabe mucho… Así que me la inventé a partir de supuestos, algunos anclados en verdades.
13- Una película excelente, que ha marcado el acontecer cultural del país ha sido la del director Fernando Pérez, “El ojo de canario”, basada en la casi desconocida niñez de José Martí hasta sus días de presidio en plena juventud. Como buen arte, ha tenido una gran mayoría de apoyo y una minoría de detractores que no comparten la visión del cineasta. Esto se debe a que cada cubano tiene a su José Martí, lo que ha provocado que históricamente pocos escritores se hayan atrevido a crear con su excelsa figura, y menos capaces de ficcionarlo. ¿Tuviste algún resentimiento o temores a la hora de abordarlo?
Tuve y tengo varios temores… soy un atrevido, un provocador. Pero ese es mi Martí… el que me inventé y soñé mientras aprendía un poco de él, su familia y su época. A veces, cuando pienso en que Fernando y yo somos Pérez, quiero imaginar que en nuestros antepasados somos medios primos de Leonor, y eso nos justifica a meternos con la familia. Leonor fue vidente con su hijo, creo que avizoró, y la vida le dio la razón, cuán grande le quedaba aquel hijo a su familia y al país que soñó fundar.
14- ¿Has pensado que tu novela también podría traer a esos detractores en un intento de calumniarla?
Sí, ya me lo han advertido. Pero esos críticos tan puros que se horrorizaron cuando vieron en la película de Fernando a un adolescente masturbándose, no entienden nada. Yo siempre veo a Martí como un poeta antes que todo. Un seductor, un alucinado que no sabe qué hacer con tanto verbo y palabras, un joven enamoradizo. El patriota está fundado encima de esos cimientos humanos y su sensibilidad artística… quien lo vea diferente, es de temer, creo que es un ciego, un repetidor de frases que vive como un religioso de la Biblia o el Corán, pero sin fe y no un verdadero Martiano. Hay mucho fariseo…
15- Tu novela precisamente retoma el final de la película: su encarcelamiento luego del “perdón” que le concediera el Gobernador General, gracias a los ruegos de doña Leonor Pérez y la mediación de algunos amigos hacendados de don Mariano Martí. ¿A partir de la exhibición de esta película, te brindó algún ánimo a tu escritura, o ya de antemano poseías un borrador de tu novela?
Cuando la película salió, mi novela era aún un relato de un centenar de páginas. El film de Fernando me ayudó a visualizar La Habana de finales del siglo XIX, un poco la época y sus gentes…
16- Aunque Fernando Pérez ha declarado públicamente que no tiene el ánimo de volver a tocar el tema martiano, sería una bendición para la cultura nacional y universal, que tu novela le despertara esa necesidad y le brindara el posible guión para su próxima producción fílmica. Ojalá que sí, roguemos porque suceda.
Fernando estuvo en Nueva Gerona hace unos años y fue llevado por amigos míos a la finca El Abra. Allí me contaron que dijo que de haber estado antes, su film hubiese tal vez acabado allí. Mi novela comienza allí… Allí le hablaron de mi novela a Fernando, y luego, me lo presentaron a la salida del cine principal de Nueva Gerona, del que queda acá, y él me dio su teléfono y email, me insistió en que le mandara mi novela o relato. Fue muy atento. Yo hasta perdí ese teléfono, creo que se lo di a una actriz que andaba asediándolo con ambiciones de trabajar con él. Ahí me propuse reescribir mi novela, y lo hice por lo menos diez veces más. Hasta que llegó 2015 y casi no la envío por falta de papel y de donde imprimir. Logré hacerlo con la ayuda de unos jóvenes escritores y amigos de la AHS pinera y el fotógrafo y artista plástico Jaime Prendes que, casualmente, ahora trabaja en la fotografía fija de los últimos films de Fernando Pérez.
17- ¿Has pensado alguna posibilidad al respecto?
Sí, lo he pensado. El mismo Jaime Prendes que me imprimió en su casa las copias para el concurso, me ha pedido hacer otra copia para regalarla a Fernando. Cuando salga de la imprenta mi novela, una será sin dudas para Fernando y espero que le guste.
18- Tu novela, algunos años distan de su publicación, de “El enigma y el deseo”, tiene un pasaje erótico a partir de una descripción casi filosófica que haces sobre los dedos de los pies de las mujeres que te ha reportado una serie de fans, y hasta algunas damas te han confesado que te esconden sus pies por temor a que les descubras algunos rasgos sexuales que les ruboriza. Sabemos también que provocó una positiva acogida. ¿Cómo autor qué te ha reportado esa publicación? ¿Existe alguna experiencia en particular que desees compartir?
“El enigma y el deseo”, novela que tú y Amir también leyeron en manuscrito, fue mi primera novela publicada. Algunos se escandalizaron, pero fue muy leída. Aún encuentro mucha gente que la disfrutó y me conoce por ella. De todas las presentaciones que tuvo en ferias del libro, recuerdo la de la ciudad de Camagüey, donde unas mujeres bellísimas me pidieron que les mostrara yo mi dedo gordo del pie para ellas clasificarme a mí. Esas mismas jóvenes confesaron que sus dedos de los pies habían sido objeto de fetichismo, que fueron acosadas muchas veces por culpa de su dedo gordo. Fue una presentación inolvidable. Aquel día, vi en los ojos hermosos de aquellas mujeres, que me creían el personaje de mi novela. Algo similar ocurrió luego en Puerto Padre…
19- ¿En cuál género narrativo te sientes más cómodo a la hora de enfrentar la terrorífica hoja en blanco: novela o cuento?
En la novela. La novela me permite crear un cosmos, un todo. El cuento, aunque escribí muchos, nunca quedé satisfecho. Ahora mismo me es casi imposible escribir un cuento, me desbordo, voy a por más siempre.
20- Tu dominio del lenguaje, a veces lo comparé con la fuerza de un caudaloso río, y muchos maestros te aconsejaron recoger las bridas de ese “caballo” que en ocasiones se te desbocaba. Finalmente, creo que lograste manipular ese volcán que parecía incontrolable escupiendo hermosas y profundas frases, hasta ir logrando eso que llaman “oficio”, y en suma, el difícil equilibrio del “estilo”. Creo que estás cursando tu madurez como escritor y que reveladores libros nos concederán tu futura trayectoria. ¿Qué temas y género estas abordando en este momento? ¿Cuáles libros duermen en tu gaveta? ¿Algún proyecto elucubrándose?
A la poesía, a esos apuntes, como yo prefiero llamarle a mis poemas, siempre vuelvo después de algún dolor o decepción que me hacen descubrir que estoy vivo. También me ha dado mucho placer en los últimos años escribir literatura infantojuvenil a partir de mis recuerdos y experiencias con mis hijas. Ellas son las culpables de que mis aventuras infantiles ahora sean también libros que escribí para ellas. Y de que sus travesuras y ocurrencias yo las convierta y re fabule en nuestras historias. Además de esto, tengo 6 novelas durmiendo, vuelvo sobre ellas, alguna ha ido ya a concursos y nada aún. Tengo muchos proyectos de libros… ahora que vivo alucinado por el siglo XIX, deseo ser deslumbrado por una nueva novela que arranque allá y venga hasta nuestros días. La comunidad anglosajona que habitó Isla de Pinos a principios de 1900 siempre me ha fascinado para escribir de ella. Espero dar con alguna anécdota real o contada que me aventure a un nuevo libro.
21- Los que te conocemos te sabemos un excelente ser humano, y ha sido una dicha que nos consideres tu amigo, porque en esencia eres un romántico empedernido en todos los aspectos de tu vida.Existe un secreto que no ha sido revelado y que ejerces con el más profundo sigilo, y es la composición musical, profundas letras románticas hoy interpretadas por conocidos músicos internacionales. Allá por el año 2000 comenzaste a enviarle esas letras a un primo en Miami, y él, en un intento de burlar el embargo económico contra Cuba, las presentó a su nombre, y un día, haciendo justicia, habrá que reconocerte. ¿Podemos conocer algunos de esos músicos y cuáles canciones?
Mi primo Carlos Celles y yo, somos un mismo autor. Juntos hemos trabajado algunos temas que ya han sonado internacionalmente. Cuando me atrevo a contarle a alguien que esa canción que está tarareando ahí mismo, en la tele o la radio, es de mi autoría, me han mirado como a un loco, un mitómano. Ya he pedido a mi primo que en las próximas canciones ponga mi nombre y mande a rectificar en las que pueda, que se coloque mi nombre como coautor. Cantantes como Luis Fonsi, en el disco “Paso a paso”, de 2007, interpretó la balada “Vivo muriendo de amor”. Chayanne, “Me enamoré de ti”, donde a partir de una letra inicial del venezolano Paolo Tondo, colaboré desde la sombra y no quise en su momento apareciera mi nombre. También en dos temas más de ese disco. Ahora Mayco D´Alma tiene “Que serás mía”, y puso voz a un proyecto de una canción que escribí en homenaje a Celia Cruz cuando murió. Parece va a salir pronto. Y a Mayco le gustó otra canción. Estoy registrando muchas canciones que tengo por ahí dadas. Y estoy haciendo promoción de esa música dándola a intérpretes. Todavía no se me han abierto esas puertas pero las estoy tocando y con canciones bien hechas. Sé que muchas gustarán. Ya empecé por arriba, ahora es cuestión de decirles que yo existo. Es mi parte cursi, esos boleros que escribí en su mayoría cuando no tenía aun ni 20 años. Sigo en eso con mi primo, escribimos juntos, desarrollamos ideas, compartimos proyectos de canciones que ya dan para un centenar de canciones.
22- ¿Continúas componiendo?
Suelo apuntar las letras cuando me vienen. Y otras veces, Carlitos, mi primo, me envía tareas, como terminar o revisar una canción que escribió o escribe con o para alguien. Ya quiero mi crédito ahí. Antes fui yo quien me negaba a aparecer, ahora me niego a no estar.
23- ¿Cuáles sueños literarios te acompañan?
Muchos. Sé que tengo muchos libros que sueño o soñaré.
24- ¿Te atreverías a brindar consejos a los escritores que comienzan en el oficio?
Trabajo en un par de talleres literarios y suelo repetir los mismos consejos que recibí de Guillermo Vidal o el chino Heras… es una cadena esto. Ya estoy orgulloso de algunos libros de esos muchachos que me recuerdan a mi cuando empecé.
25- ¿Cómo llegan las historias y qué provoca tu motivación para escribirlas?
Llegar, vienen por muchas vías. Algunas me ganan en un instante, otras la suelo rumiar una y cinco veces hasta que me decido a ponerlas en letra. Hay unas que dan risas, pero las que vienen con dolor de parto, esas suelen quedarse hasta que tienes que escribirlas para descansar. Otras son como dictadas por alguien que solo se parece a ti mismo…
26- ¿Estás complacido con lo que has escrito hasta ahora?
Con algunas historias sí. Sobre todo con las que veo que perduran en la memoria de sus lectores. Hay otras que pasan sin penas ni glorias, pero también tienen su valor. El oficio de cada día es importante, estar atento y vital para cuando se nos ocurra algo que consideremos genial. Luego ya veremos que es el tiempo quien hace durar o desaparecer la obra.
27- Como imaginarás me gustaría hacerte unas cuantas preguntas con respecto a la posición del escritor ante la sociedad y su tiempo, censura, etcétera, pero lo que sí sabemos es que el solo hecho de entregarte este cuestionario y tú responderlo ya puede ser mirado negativamente para tu persona, y ante todo, debemos cuidarte como amigo y escritor, esas preguntas las guardaré para una ocasión más propicia.
Yo me considero un obrero de la palabra. Mis juicios literarios o historias no creo que sean de temer y si alguna resultara serlo, no me preocupa pues fui todo lo sincero que pude ser. No escogí ser escritor. La escritura me escogió a mí como ejercicio. Quizá seamos los copistas de un monasterio mayor. Es mi disfrute mayor, no puedo hacer otra cosa que contar. Ya me lo has dicho tú, soy un romántico que escribe para realizarse a sí mismo. Un poeta que quiere comunicarse con alguien, con un lector al otro lado de la página quien sabe cuántos años hacia el futuro, aun viniendo o yendo al pasado. Un viajero en la palabra.