San Francisco predicando a los pájaros (detalle, Giotto, c.1300).
Con las mareas vivas la flota se queda en el puerto. En ausencia de congeladores, y con las existencias de salazón disminuyendo peligrosamente, llega un momento en que hay que salir a la mar. Esto al menos es lo que hace la gente normal. En Moncloa no se dedican a esto, prefieren esperar a que escampe. La confianza que el gobierno quiere trasladar con unos datos que muestran una mejora de las condiciones macro no es algo que favorezca únicamente al gobierno. La estrategia de quedarse en casa esperando a que amaine la tormenta les favorece, sí, pero también favorece a otros. Nada que objetar cuando no es dificil encontrar a otros que son iguales o mejores que quienes apoyan al gobierno. El problema son los otros-otros. Los Oompa-Loompas que enterraron el libro que establece los límites de la política.El discurso machacón e infantil de pretender votarlo todo y aparentar ser un Savonarola encaja como un guante en la percepción cotidiana de la gente. La inclinación de la gente por aceptar lo que viene masticado, sobre todo cuando viene de parte de la mano de los neoalbigenses, no sorprende a nadie. Es la historia que se repite en un escenario distinto. Si Savonarola y sus círculos quemaron en Milán joyas, vestidos, espejos y guitarras hoy sus seguidores accidentales aparecen por la pantalla señalando con el dedo y llamando vanidosos a los nuevos duques de las ciudades italianas que son nuestros representantes electos.
Pero Savonarola no había inventado nada, un siglo antes San Bernardino de Siena —franciscano, por supuesto— ya predicaba arrancando los ropajes a los malvados nobles vanidosos. De nuevos profetas con ganas de armar bulla está la historia llena. Claro que de esto la gente no tiene noticia. Vas al barbero y mientras invocas a los coros celestiales para que el profesional de la navaja no se lleve una oreja por delante, escuchas a los parroquianos comentar el periódico. El periódico. Que en mi pueblo sólo se lee uno, detalle importante.
Ladrones, pendencieros, corrutos, vividores-folladores, conspiradores. Diríase que nuestros políticos son lo peor del género humano. Esas voces evocan de forma civilizada la ceniza de las hogueras del Milán del siglo XV. Ante este panorama, cuando aparecen los Hermanos Menores de la Regular Observancia, se hace la luz. Un discurso profundamente malvado, despótico y lúgubre aporta una falsa luz sobre el horrible presente de los parroquianos.
Nótese que yo ya he pasado la fase de criticar a los neoalbigenses por ofrecer propuestas "imposibles de realizar" o utópicas. Y os invito a quienes todavía estáis en esa fase a pasar a la siguiente: las propuestas de estos hermanos menores son profundamente malvadas, suponen la ruina de todos. Y cuando hablamos de "ruina de todos" no olvidemos que los que más la van a notar son quienes están más desprotegidos frente al temporal.
Se equivocan quienes piensan que el enfrentamiento es entre los neoalbigenses y los funcionarios austrohúngaros. Los austrohúngaros en nuestro Mezzogiorno están defendiendo el programa neoalbigense hasta el punto de echar en cara al gobierno regional que no cumplan su programa. Digo yo que si estás en la oposición, te tendrás que alegrar por que el gobierno no cumpla con un programa con el que no coincides y si coinciden vuestros programas, es que ya no eres oposición. Atribuyamos estas ideas de bombero del PP andaluz a las réplicas del terremoto Montoro y su "vamos a sorprender a la izquierda".
Bien.
No insistiré en el tema económico y voy directamente a la chicha de las ideas que después justifican las decisiones políticas que en última instancia determinan las cuestiones económicas (cosa que los economistas pasan por alto: las decisiones económicas se sustentan en ideas políticas). Tenemos por estos pagos al príncipe de Salina, que algunos a veces llamamos doña Rogelia por su parecido físico con cierto títere célebre en la televisión antigua. Mientras los cleptócratas se llevan las portadas, nuestro príncipe de Salina lleva años trabajando en la idea austrohúngara de contener el separatismo. Esta idea viene a decir que si no puedes con ellos, te tienes que transformar en ellos. Los guiños del PP de Galicia a la identidad de un pueblo alternativo al que establece la ley, es decir, los guiños antiliberales y esencialistas a la nación étnica, son como un ruido de fondo que algunos vemos como parte de la explicación de que en Galicia el separatismo sea residual. He aquí el mayor logro de los austrohúngaros galaicos: eliminar el separatismo de nivel 10 al convertir al 90% de la población al separatismo de nivel 2. O si lo preferís al "no somos nacionalistas, pero".Es evidente el éxito de esta estrategia: creo que en la provincia de Lugo hay dos independentistas y uno solamente viene en verano porque trabaja en Inglaterra dando clases de español (jijiji). El problema de esta estrategia es que choca con lo que dice la gente de ese mismo partido. Tal como asegura Esperanza Aguirre, que parece estar haciendo la guerra por su cuenta, el nacionalismo y el separatismo son lo mismo y además siempre "querrán más" (¿más qué?). Es curioso que ahora nos diga esto esta señora cuando durante décadas no hacía ascos al mercadeo persa en el Congreso con partidos nacionalistas. Pero la contradicción no se queda aquí, ella misma estaba dispuesta a devolver competencias regionales al gobierno central y algunos todavía estamos esperando (2011, 2012). También resulta curioso que diga que la transferencia de competencias crea independentistas: ¿cuántos independentistas han aparecido en Castilla-La Mancha o Extremadura? Vaya, se diría que por ahí no van los tiros.
Ole, ole y ole.
Y con el problema territorial vuelvo a los neoalbigenses. Mientras prometan el oro y el moro subirán como la espuma, en el momento en que se plantee la continuidad de la España constitucional —el mayor logro colectivo de nuestra historia reciente aunque yo también tengo mi once inicial, como todo hijo de vecino— veremos cartelitos de "fragmentación, de entrada no". Y los austrohúngaros, que son listísimos, estarán en contra y entonces es cuando tocará aprovisionarse de palomitas.